La implantación de la reforma educativa en los centros ha conllevado la multiplicación de elaboraciones de documentos que en poco tiempo tenían que presentar los claustros o los consejos escolares: pec, pcc, transversales, proyecto de área, proyecto de ciclo, de etapa...
En el planteamiento de la 100 esta abundancia de documentos responde a la definición del "tercer nivel de concreción" de los diseños curriculares. En la práctica de los centros ha significado en muchas ocasiones agobio y confusión respecto a qué redactamos, qué hacemos, de qué discutimos. En muchos casos se ha superado el agobio relegando la redacción a un grupo de compañeros mientras el claustro globalmente seguía la dinámica de funcionamiento anterior. En otros ha vencido la tendencia a hacer lo que se hizo siempre: traducir o resumir las propuestas de los libros enviados por la Administración o por las editoriales, en términos de programación de área o de ciclo.
Tal profusión de documentos ¿ha servido para sistematizar, dar rigor y clarificar el proceso de desarrollo del currículum en el centro? o por el contrario ¿ha servido para parcelar el pensamiento pedagógico del profesorado y desorientar los procesos de renovación pedagógica del centro?
¿Como hemos respondido los Movimientos de Renovación Pedagógica, o los colectivos de profesorado crítico y activo, ante esos procesos?
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