Ante el cambiante panorama educativo actual, donde el propio sistema no puede resolver la diversidad de problemas que se le presentan, necesitamos una ética aplicada a la educación, para no educar solamente en valores, sino también en sentimientos y normas. Partiremos de la consideración de la educación como un triple proceso formado por tres vectores: docente, discente y sociedad, pasando por la revisión del término profesionalidad y su aplicación a la docencia, planteándonos hasta qué punto se extiende la tarea docente y qué función legitima su autoridad a niveles éticos. La ética cordial puede ser un modelo a seguir en este proyecto.
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