Uno de los aspectos más significativos, dentro de las nuevas orientaciones que señala la reforma del sistema educativo enmarcada en la LOGSE, tiene su reflejo en la figura y funciones del docente. Se pretende pasar, al menos en el espíritu de la ley y en el discurso oficial, desde una visión tecnológica del currículum en la que el docente aplicaba fórmulas diseñadas desde instancias externas a la escuela, a otra más abierta en la que el equipo docente puede y debe responsabilizarse de uno de los niveles de la planificación educativa de su centro, permitiéndosele ciertos márgenes de autonomía. La asunción de este grado de decisión supone un reto, tanto para los propios implicados que han de desarrollar y demostrar su capacidad organizativo‑pedagógica, como para el sistema que lanza una propuesta y pretende en lo posible asegurar su éxito.
La falta, en general, de una tradición de autonomía en este aspecto explica (y para algunos en parte justifica) que la administración se ocupe de preparar una serie de materiales que orienten y proporcionen ejemplos a los grupos de docentes en la línea pretendida. En la mente de todos están las famosas cajas de distintos colores que adornan los estantes de los centros educativos y que se constituyen en la referencia más cercana y recurrente a la hora de abordar el diseño de un proyecto curricular de centro. Si dicho proyecto lo entendemos como una norma burocrática de obligada ejecución, si lo que se pretende es "cumplir el expediente" y "acabar" lo más rápidamente posible este trámite, los materiales de la administración ofrecen una guía y toda una serie de pasos que aseguran el cumplimiento, en el plano formal, de las expectativas oficiales y, posiblemente, sean más que suficiente.
Ahora bien, para aquellos profesionales y/o centros que (aun aprovechando la obligación administrativa) deseen un proceso y un producto que vaya más allá, que conecte con las necesidades sociales, con el desarrollo profesional, con la atención individualizada, etc, aparte de una mentalidad abierta y participativa, les conviene tener cerca alguna referencia teórica y práctica que les ayude, en determinados momentos, a pergeñar un proyecto curricular “original” y adecuado al contexto específico del ámbito de actuación de su comunidad educativa.
La bibliografía existente en el mercado es abundante ya que desde mediados de los noventa el “proyecto curricular” es objeto de diversas propuestas y análisis. La eclosión más fuerte se produce en los noventa pues para esas fechas toma cuerpo la idea y se convierte en un problema recurrente para centros y profesores. A esta demanda responden rápidamente editoriales y autores ofreciendo productos desde diversos enfoques y variada calidad.
Antes de seguir queremos recordar que en busca de documentación podemos acudir a los CEPs donde, seguramente, se puede obtener todo lo necesario para asesorar, diseñar y ejecutar formalmente el proyecto curricular. Junto a esta vía que, según los casos, se ajustará especialmente a la propuesta "oficial"; merece la pena detenerse en ciertas lecturas que puedan orientar y dar un sentido diferente al proceso de trabajo colaborativo que un proyecto curricular de centro requiere. Con esta idea, vamos a referenciar una reducida bibliografía que, además de orientar el diseño del PCC, ofrezca la posibilidad de reflexionar y debatir, desde posiciones críticas, cuestiones básicas fundamentales que pululan (explícita o tácitamente) alrededor de los planteamientos educativos actuales.
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