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Kikirikí / Número 34
Televisión: cuestión de mando [01-01-2000]
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  Luis M. Millón
Carmen Pérez
 
ISSN :1133-0589
Desde la aparición de la televi­sión en España (allá por los 60) muchos y grandes han sido los cam­bios que se han producido en este medio de comunicación. Estos cam­bios, realmente espectaculares, han supuesto en unos casos un avance (casi siempre dentro del campo de lo tecnológico) y en otros un retroceso en cuanto a determinadas actitudes del telespectador de la denominada "caja tonta".



Así, en sus comienzos, la oferta televisiva en nuestro país no pasaba de una serie de programas variados que se concentraban a lo largo de una programación de tarde‑noche en un solo canal que por entonces se dio en denominar VHF (identificándolo con la frecuencia con la que se emitía desde Madrid). Más tarde,la oferta se amplía a un nuevo canal, UHF, que luego adquiere diversas denominacio­nes (2' Cadena, TV2, y actualmente La 2).



Apostaba esta 2' cadena de la TV estatal por una oferta más cultural y especializada que daba la posibilidad al espectador "más culto" de cambiar el menú, que hasta entonces le resultaba muy pobre.



Evidentemente, y con el paso de los años, la oferta de la TV estatal, incluyendo las dos cadenas, ha ido resultando corta igualmente. Esto ha ido acompañado de un mayor ‑que no mejor‑ consumo de televisión por parte de todos los sectores, especial­mente de aquellos a quienes les sobra más tiempo o se pasan horas y horas realizando en casa tareas rutinarias (amas de casa, por ej.). Así surge una nueva ampliación de la oferta televisi­va, que afecta tanto a contenido como a tiempo: la programación comienza entonces a primeras horas de la mañana y continúa hasta media­noche. Más tarde se amplía igualmen­te este espacio de la noche hasta altas horas de la madrugada.



Pero el monopolio de la televi­sión estatal no podía ser muy durade­ro y grandes empresas, sustentadas por grandes capitales igualmente, se lanzan ala aventura de crear sus pro­pios canales de emisión y al Gobierno no le queda más remedio que admitir­lo y convertirlo en Ley, aunque con una serie de condiciones que en poco o en nada ha hecho variar el espíritu que a nuestro país han traído las cadenas privadas.



Se implantan, casi simultáneamen­te a la aparición de estas cadenas pri­vadas, los canales autonómicos que cubren una programación, digamos, más regionalista y que permite, por lo tanto, concentrar más horas de emi­són en espectáculos más relacionados con la identidad cultural de aquella parte del mapa que recoge su señal.
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