El éxito obtenido por la grabación "Las mejores obras del canto gregoriano", de los monjes benedictinos de Silos ha permitido un conocimiento masivo de este estilo musical, característico de la alta Edad Media, aunque continuara cultivándose ininterrumpidamente durante todo el medioevo y, a partir del Renacimiento, en los países de tradición católica hasta hace pocos años (Concilio Vaticano II), juntamente con otros estilos de música eclesiástica que se habían generado a partir de él.
Aunque su funcionalidad originaria ha quedado reducida a su práctica habitual en algunos monasterios y conventos, son numerosos los músicos y musicólogos laicos que se han acercado a él para estudiarlo e interpretarlo siguiendo en muchos casos rigurosos criterios historicistas, que difieren de la interpretación eclesiástica marcada por los monjes benedictinos de Solesmes, de la que participan los monjes de Silos, aunque aportando su propio sello estilístico. El gregoriano que éstos nos ofrecen tendría las siguientes cracterísticas: flexibilidad del ritmo musical que se inspira en todo momento en el prosódico, sintaxis musical (incisos, miembros de frase, frases y períodos) que se corresponde con la lingüística, consideración de la resonancia que proporciona el sistema de bóvedas del románico como elemento esencial de su sonoridad característica, una concepción estética marcada por una profunda austeridad que utiliza la música como medio que puede conducirnos a la interiorización, al equilibrio dinámico de las fuerzas anímicas, y, en último término, al vislumbre de la trascendencia.
En la actualidad, muchas de estas características conforman un esilo musical que ha venido a denominarse "nueva era" (new age), del que el gregoriano podría representar un ejemplo atemporal paradigmático.
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