“Tienes que ir a \"Los Galgos\". Está intocado: tal como lo fundaron, en 1930”, me dijeron en \"La Biela\". En medio de la camaradería propia de la tertulia que allí se lleva a cabo cada mañana de sábado (1), se hablaba sobre los cafés y confiterías que era imperativo ver, en Buenos Aires.
Persiguiendo las sombras de Borges y Alfonsina, mi hija y yo, presas de misticismo literario, nos habíamos adentrado por las doradas penumbras del sacrosanto “ Tortoni”.
En la resurrecta confitería \\\"Las Violetas\\\" , habíamos celebrado, asimismo, la transparencia de los vitrales , gozado de las arañas de cristal y de su suntuoso ambiente de fiesta, realzado por los regocijos y adornos de diciembre.
Ahora, nos enviaban a un café que una vez fuera casa de familia, fábrica de máquinas de coser, botica , bar – almacén, cuyas tres puertas se abren y cierran sobre dos barrios distintos.
|