Lo que comúnmente representa la cultura escolar es la prohibición en su disciplinar el alma de los ciudadanos, los saberes muertos, sin pertinencia social ni significación
personal y la desnaturalización del lenguaje tanto en su forma oral como escrita. La exploración, investigación, contemplación, reflexión y el diálogo con frecuencia permanecen ausentes. Las escuelas intentan socializar, pero al parecer exaltan las diferencias. Cada amanecer que un alumno pasa sin construir sentido, obedeciendo como autómata a las prácticas que día a día se proponen en nuestras aulas se está atentando contra la condición humana y social, pues la escuela se encuentra paralizada, desajustada con respecto a la actualidad. Mostraremos que la cultura escolar revela de manera contundente los juegos de poder del pensamiento moderno, el mismo pensamiento que cifró en la escuela la esperanza de la ilustración y de una mejor calidad de vida. Terreno epistemológico que además queda destacado en el hecho de que la escuela sólo certifica y legitima al hombre en su dimensión del pensamiento, subordinando el ser, el hacer y el convivir. Por lo tanto la realidad de la cultura escolar actual hace que la ilusión se desvanezca y sólo podamos decir: Érase una vez en la escuela...
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