La escuela de la certeza y el control nos incapacita para crecer y construirnos como personas. La escuela que abre sus puertas a la vida y con ello a las posibilidades, a las dudas, a los desencuentros, a las sensaciones, al interés, a la sorpresa, al encuentro,
al cariño, al reconocimiento, al acierto, al enfado, a la mirada... es la escuela que nos atrapa, que nos hace vibrar, que nos mantiene alerta buscando otros caminos, otras estrategias. Esa es la escuela que me mueve, que me ilusiona, que me conmueve... y
que me hace querer ser mejor persona y mejor maestra cada día.
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