Pese a su relevancia pedagógica, en muchos ámbitos educativos la interacción entre iguales se considera molesta, poco deseable y un obstáculo para la enseñanza [y por supuesto para el aprendizaje], sin embargo en las aulas y en los centros donde se promueve el intercambio y la interacción entre compañeros', por su considerable valor cognitivo y motivacional, aumenta la riqueza de las propias comprensiones compartidas.
La implicación del alumnado en diálogos, debates, puestas en común, recapitulaciones, asambleas... no sólo favorece su participación en dichas actividades sino que promueve la conquista de los significados implícitos a las mismas. Esta participación en diferentes actividades de negociación, confrontación, reorganización y reconstrucción conceptual contribuye a transformar el aula en un espacio de comprensión y conocimientos compartidos (Edwards y Mercer, 1.988).
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