Con toda probabilidad, ningún género periodístico atraviesa hoy en día un momento más feliz desde el punto de vista cuantitativo que la columna de opinión. Servida en abundancia por los medios impresos; rica y variada en cuanto a contenidos, enfoques y estilos; y vehículo de toda la gama de planteamientos sociales, políticos y culturales que conforman la opinión pública (o al menos, de aquéllos que el establishment puede aceptar), la columna se ha convertido en una pieza insustituible del actual mosaico periodístico, que queda cojo y pierde atractivo para los lectores sin la aportación personal de sus firmas. Se trata de un elemento identificativo y uniformador del discurso de la prensa, ya que encuentra acomodo en cualquier medio impreso (diarios, suplementos dominicales, revistas...), y desde hace algunos años incluso en los medios audiovisuales.
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