La televisión es una ventana abierta a la tecnología audiovisual para la que no existen barreras físicas, económicas, cognitivas o imaginativas. Un niño de seis años y un abuelo de sesenta se exponen a la experiencia televisiva con las mismas herramientas: sus ojos y oidos. Se nace espectador y, con el transcurso del tiempo y la educación, nos "hacemos" lectores. La TV, en este sentido, es el medio más igualitario de comunicación, sobrepasando incluso al lenguaje oral. Por ejemplo, si queremos que los niños no se enteren de lo que hablamos podemos utilizar el susurro o emplear vocablos que ellos no van a entender, con la televisión no sucede lo mismo ya que las imágenes hablan por si solas. La televisión emplea un lenguaje universal, conocido por todos, pero que sólo es verdaderamente entendido por unos pocos.
En la transmisión de mensajes y valores la enseñanza sigue anclada en el arado romano mientras que la TV hace tiempo que utiliza una potente cosechadora, pero la TV no tiene la culpa de todo cuanto acontece en nuestro entorno. Es un espejo de feria que refleja algunos de los vicios y virtudes de nuestra sociedad. Curiosamente Umberto Eco es una de las pocas voces que intenta, contracorriente, desdramatizar el tema diciendo que cuando la pluralidad televisiva ha traído más desnudos, espectáculos llenos de sarcasmo y de escaso respeto por las instituciones, es cuando toda una generación está volviendo a los valores religiosos y a la práctica del sexo con prudencia. Como quiera que sea, lo cierto es que a través de la TV estamos expuestos a lo profundo y a lo mundano. Y esta infiel balanza se inclina más hacia el espectáculo de lo mundano que hacia otras miras. De esta forma será difícil que los chavales distingan lo superficial de lo significativo en este conglomerado informativo en el que Televivimos. Estamos pasando del "pienso, luego existo", al "veo, luego existo", sin que se tenga más punto de referencia que el que nos proporciona la Cajatonta.
Ya que no podemos cambiar el hecho de que la gente vea TV, tal vez podamos cambiar la forma en que se vea. Y en eso precisamente consiste la Telealfabetización: una especie de guía reflexiva que por medio del análisis permita que los estudiantes rompan esa barrera de pasividad con la que se enfrentan a la TV y sepan desentrañar críticamente lo que se les transmite. Esto es algo que no está reñido con muchos de los objetivos que nuestra reforma educativa propugna.
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