En este trabajo queda patente nuevas funciones sociales de la escuela. Se plantea una transformación del rol del docente que debe adecuarse a tareas más acordes con su rol de mediador y animador cultural. Al alumnado le reconoce nuevas capacidades, olvidadas por la escuela tradicional, ofertándole nuevos espacios de reconstrucción cultural y social. Como estrategia fundamental destaca el aprendizaje cooperativo, la participación democrática y el consenso que adquieren el papel de principios reguladores de los procesos educativos. Es de reseñar, la importancia que le concede al diálogo y al desarrollo del lenguaje, no como interacciones artificiales sino como nuevos espacios flexibles que permitan la construcción de conocimientos compartidos en la actividad educativa. En definitiva, construir una comunidad de investigadores donde participe toda la comunidad educativa.
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