El ámbito educativo es, a la vez, lugar para la creación y adquisición de saber y también espacio en el que se asumen pautas básicas de convivencia. Pero el saber y el convivir se ven obstaculizados con frecuencia por prejuicios endémicos hacia todo lo que es "diferente": contra el otro sexo, las gentes diversas, las culturas diferentes y, también, contra las lenguas distintas de la propia. Este artículo pretende establecer una guía reflexiva para fomentar, desde el mundo de la educación, la erradicación de los prejuicios lingüísticos y propone, desde el amor a la propia lengua, el aprecio de las diversas lenguas como vehículo de comunicación de otros pueblos y de otras culturas.
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