El arte de contar historias ("contar" en el sentido de "dar cuenta de ", más bien que en el estricto sentido de "narrar") es un constructo cultural de gran rendimiento didáctico, en especial en los años de iniciación al mundo de los adultos. Una historia bien contada es un potente instrumento de comprensión y de interpretación del mundo, y probablemente lo sigue siendo mucho después de que hayamos dejado atrás el aprendizaje reglado de la escuela. Cuando reflexionamos --y hacemos reflexionar a nuestros alumnos y nuestras alumnas-- sobre los modos de contar historias, estamos reflexionando sobre nuestro modo de entender el mundo, y estamos también aprendiendo algo sobre nosotros mismos y sobre nuestra relación con la realidad. Así pues, el estudio de esos modos es siempre una tarea que va más allá de la pura morfología cultural, porque compromete nuestra comprensión de los modos de aprehender y configurar el mundo.
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