Hoy me llevaron al doctor. Me fui (qué ingenua) muy contenta en el asiento trasero del coche. Hacía mucho calor y me dolía la panza. Nadie me dijo a lo que íbamos, yo creí que aquello era un paseo. A mi edad es fácil engañarme.
Entre ruidos y meneos volábamos a mi cita. Por fin llegamos a una casa llena de jardín; yo, feliz, pensando que visitábamos a alguien. La alegría se me acabó cuando pisé el blanco piso del consultorio. El sujeto ya me estaba esperando, vestido con una gran sonrisa (de ésas que siempre anuncian mucho dolor).
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