La televisión de nuestros días está sometida a un conjunto de tensiones de muy diferentes procedencias que parten de dos polos principales: la desregulación del sistema televisivo y la continua aparición de innovaciones tecnológicas.
Ambos factores actúan concatenadamente promoviendo un aumento exponencial de la oferta, un cambio en las estrategias programáticas y potenciando transformaciones radicales en las formas de consumo televisivo y en el propio rol de la televisión en las sociedades desarrolladas.
En el entorno europeo la “desregulación” ha supuesto, en primer lugar, la irrupción de la realidad económica como factor dominante en el campo televisivo frente a la tradicional consideración del mismo desde una óptica cultural, lo que supone un cambio radical en las reglas del juego.
El establecimiento de los sistemas de titularidad mixta pública/privada promueve un escenario competitivo que diluye la propia idea del servicio público y centra toda la actividad televisiva en torno a un solo eje regulador de la confrontación entre todas las cadenas: la ley del mercado.
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