Por más que uno sea escasamente proclive a la fascinación de las numerologías que pueblan el espacio posmoderno, algún leve buen augurio parece sugerir la materialización de esta vigésimo quinta entrega de TELOS. Y no sólo por las connotaciones amables con las que parece estar revestido el número 25, sino, sobre todo la vivencia que suscita esta, por otra parte modesta trayectoria, en un país don de la mortalidad infantil de las publicaciones suele ser devastadora.
Hace ya más de seis años que Fundesco concibió y puso en marcha el proyecto de la revista y desde entonces lo ha venido realimentando activamente en la convicción de que los supuestos que hicieron plausible la iniciativa siguen todavía vigentes y en plena maduración. También con la seguridad de que, más allá de la mera tozudez de la supervivencia, TELOS ha ido cumpliendo, queremos suponer que de manera apreciable, una buena parte de los objetivos previstos en su planteamiento inicial.
Hoy, aun más que entonces, la virtualidad transformadora del desarrollo tecnológico genera una poliédrica relación con casi todas las disciplinas y realidades sociales. Y ahora, como hace seis años, persiste la consecuente necesidad, terca y obvia, mírese desde el ángulo ideológico o metodológico que se mire, de afrontar reflexivamente este fenómeno, de manera muy especial en las áreas de la información y la comunicación.
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