Los portavoces de la publicidad se convierten en ideólogos, con la autorregulación y la libertad de expresión comercial como divisas. La regulación europea es su terreno de batalla. Ciertas reacciones indican, no obstante, que la sociedad civil está buscando respuestas.
Los publicitarios europeos deben defender su industria... Dada la naturaleza política y no profesional de los ataques de que somos objeto, nos vemos empujados invariablemente al diálogo político para defender la libertad del fabricante a comercializar y anunciar su producto. Tal carácter político permite comprender fácilmente la razón por la que los espíritus creativos demuestran tan poco interés y dedican aún menos tiempo a preparar una defensa» (1).
Estas palabras datan de 1979. Pertenecen al holandés R. Rijkens, responsable por entonces del consejo internacional de la red publicitaria norteamericana Lintas, ex presidente de la European Association of Advertising Agencies (EAAA) y director de la región europea de la International Advertising Association (IAA).
Durante los años ochenta se han cumplido ampliamente los deseos expresados por este experto. Los ataques han dado lugar a una conciencia corporativa europea. Su derivación estratégica ha sido la formación, o el refuerzo, de organizaciones (inter)profesionales (agencias, anunciantes y soportes) de dimensión internacional. En todas partes donde se debate y decide la configuración de los sistemas audiovisuales que traspasan fronteras nacionales, las redes cohesionadas corporativamente han asumido la defensa de los intereses comunes de los diversos actores de la industria publicitaria y han promovido su propia concepción del nuevo panorama que debe presentar la comunicación, así como su particular visión del mundo.