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Telos / Número 17
 La filosofía de la técnica y los mitos tecnológicos
Miguel A. Quintanilla 
 Por lo general la tecnología actual genera más desasosiego que complacen­cia, tanto en el filósofo como en el hom­bre de la calle. El desasosiego se trasluce vívidamen­te en algunos de los mitos tecnológicos de nuestra época, como el de las máqui­nas pensantes, o el de la rebelión de las máquinas, es decir, de los robots. Una de las razones para propiciar la reflexión filosófica sobre la técnica es la necesidad de destruir los prejuicios irra­cionales que subyacen en estos mitos, entre otros las ideas de que los patrones de la racionalidad tecnológica son in­compatibles con los intereses humanos, que el poder de la tecnología es absolu­to y que el desarrollo tecnológico condu­ce inevitablemente a la pérdida de la li­bertad y, por tanto, es intrínsecamente perverso. El mito de las máquinas pensantes no consiste en suponer que pueda haber máquinas capaces de realizar tareas in­telectuales características del pensa­miento humano, sino en interpretar esa realidad como si ello significara la su­plantación del pensamiento humano por el “pensamiento de las máquinas”. Una de las consecuencias de este mito, paradójicamente, es que da pie a la rei­vindicación de formas de pensamiento irracional como únicas merecedoras del valor de lo humano: ya que las máquinas pueden pensar racionalmente, y hacerlo incluso mejor que nosotros, será que lo que realmente merece el calificativo de humano es solamente el pensamiento irracional. En realidad las máquinas piensan, si entendemos que pensar es la condición para comportarse inteligentemente. Pero su capacidad para suplantar al pen­samiento humano no es mayor que la ca­pacidad del hombre para suplantar la realidad de la que se ocupa en sus pensamientos. Una máquina inteligente es un modelo de una parte de la inteligencia humana y el comportamiento inteligente de una máquina es una simulación del compor­tamiento inteligente de algunos huma­nos. La respuesta afirmativa a la capacidad de pensar de las máquinas se basa en dos supuestos muy plausibles: 1) Que todo proceso intelectual humano es sus­ceptible de formalización, 2) Que cual­quier proceso adecuadamente formaliza­do se puede reproducir (simular) me­diante un programa de ordenador.
 
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