La traducción por ordenador ha conocido, en sus cuatro escasas décadas de vida, vicisitudes que van desde el entusiasmo hasta la moderación, pasando por el repudio. Tal vez esta ajetreada existencia nos está acercando a un horizonte, imprescindible, de planteamientos limitados, junto a los inevitables proyectos totales ambiciosos. Tampoco es cierto que ante la existencia de la traducción mecánica los afectados se dividan en acérrimos partidarios o en igualmente encarnizados enemigos. El Translation Practices Report realizado por Digital muestra que la ausencia de una actitud positiva o negativa predefinida con respecto a ella caracteriza a los profesionales, entre el 40 y el 50 por ciento. Las secciones administrativas de los ministerios son las más favorables (28 por ciento), mientras que los traductores no asalariados son los más opuestos (también el 28 por ciento).
La traducción por ordenador no es un concepto unívoco, sino que caben hasta tres tipos de instrumentos: la traducción mecánica, llamada también "automática" (MT), la traducción con ayuda de la máquina (MAT) o "traducción asistida", y los bancos de datos terminológicos (TD). El término "automática", tomado del francés, no es el idóneo, porque en realidad se trata de una traducción mecánica, hecha por una máquina de acuerdo con unas pautas que han sido preparadas, los programas. La traducción ayudada o asistida supone una interacción entre el ordenador y la máquina, de distintos grados: el hombre puede ser el director de la traducción y pedir a la máquina que le resuelva una serie de problemas mecánicos, no puramente léxicos o, más rigurosamente, se trata de que la máquina vaya realizando los procesos de análisis y acción sobre el texto y, en el caso de que se encuentre con ambigüedades u otros problemas que no pueda resolver, pregunte al traductor humano cuál es la solución en este caso.
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