La irrupción de las llamadas Nuevas Tecnologías (NT) ha planteado en la sociedad latinoamericana un debate que no parece tener fin y que incluye, por cierto, el problema de la ‑enseñanza de aquella temática en las facultades y escuelas de comunicación social y periodismo.
En 17 países de la región ‑que muchos denominan aún Iberoamérica‑ proliferan 206 establecimientos de educación superior que en su mayoría nacieron en la década de los cincuenta como escuelas de periodismo y luego, desde finales de los sesenta ampliaron su órbita al área de la comunicación, o como más pomposamente se le apellida, a las ciencias de la comunicación.
Ciento treinta de dichas entidades se agrupan en la Federación Latinoamericana de Facultades de Comunicación Social (FELAFACS), donde coexisten escuelas estatales y privadas en procura de una suerte de integración regional para la enseñanza de la comunicación‑información. No es ésta una meta fácil ‑aún al margen de las tecnologías‑ si consideramos el hecho de que hasta hoy no se logra un perfil preciso y adecuado del comunicador social y, con ello, de los curricula.
Un marco de referencia general nos ayudará a comprender los conflictos que en esa materia afrontan hoy teóricos y educadores. Para empezar, son mayoría los estudiosos convencidos de que la introducción y expansión tecnológicas en Latinoamérica corresponden a las necesidades de un modelo económico sustentado en los intereses de las empresas transnacionales y en la concentración monopólica del capital. Esto, naturalmente, no contribuye al desarrollo real e independiente.
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