El desarrollo histórico de la radio en España y los repartos de emisoras recientes han dado lugar a un proceso de concentración notable. La existencia de más de 900 emisoras no parece una garantía de diversidad programática.
El origen de las primeras emisoras de radiodifusión en la década de los veinte, vinculadas a las compañías del ramo electrónico, predetermina un particular desarrollo del medio que tiene como principal objetivo la obtención de beneficio. La estrategia para conseguir una mayor rentabilidad se sitúa desde el primer momento en la agrupación de las estaciones con el fin de abaratar los costos del producto radiofónico.
El caso más espectacular se da en los EE.UU. "En 1938 estaban afiliadas a la CBS o a la NBC el 4 por ciento de las 660 emisoras en funcionamiento, entre ellas prácticamente todas las grandes. Dicho de otro modo, para entonces las cadenas controlaban el 98 por ciento de los kilovatios de emisión nocturna" (Miller, 1987:14). Unos años más tarde, en 1947, existen más de 900 estaciones, de las cuales un 97 por ciento están adscritas a algún network. El proceso de concentración un año más tarde es evidente, las cuatro cadenas más importantes de EE.UU. tienen afiliadas el 53,1 por ciento del total de las emisoras que operan. Sin embargo, a partir de la consolidación de la televisión a mediados de los cincuenta se produce un proceso de desvinculación de las radios y grandes cadenas con el fin de recuperar el mercado local.
La diversificación inicial, fruto de la no adscripción a un gran network, poco a poco deja paso a una nueva estandarización programática basada en las radios fórmulas. El sabor autóctono y genuino se circunscribe sólo a la presentación musical del disc‑jockey de turno. Las casi 10.000 radios que compiten por un segmento del mercado están sumergidas en una lógica económica de un sistema de comunicación basado en la publicidad y el lucro e integrado por miles de emisoras que exige prácticamente una programación caracterizada por sus bajos costos y su probado atractivo para la audiencia". (Miller, 1987: 22).
En Europa el modelo predominante, a diferencia de América, se caracteriza por una concepción intervencionista del Estado en materia radiofónica, a excepción de países como España, Portugal y algunos pequeños Estados como Andorra, Mónaco o Luxemburgo, donde las emisoras privadas tienen el protagonismo.
Los organismos públicos europeos, para hacer frente a las demandas de la audiencia, diversifican la oferta y crean los segundos y terceros programas. En la década de los 70 los servicios públicos de radio y televisión europeos en régimen de monopolio empiezan a ceder terreno a la iniciativa privada y flexibilizan su estructura. Por otra parte, tenemos la legalización de las radios comerciales italianas, gracias a la sentencia 202, el permiso de emisión para las radios "libres" francesas bajo el Gobierno socialista de Mitterrand (1983), las recientes concesiones a emisoras privadas del gobierno de Chirac (1987), la permisión de las radios municipales españolas o la concesión de nuevas licencias en FM (1979).
En otros países europeos existe, paralelamente, un proceso de descentralización de los servicios públicos con la creación de la Independent Local Radio (ILR) en Inglaterra, la experiencia de las emisoras locales danesas, las radios independientes de Noruega o las emisoras públicas de la República Federal Alemana Todo ello transforma y configura un nuevo panorama de la radiodifusión europea.
La tendencia descentralizadora y la proliferación de emisoras no conlleva automáticamente una multiplicación pareja de modelos de programación. Aunque los emisores son distintos, la tendencia a la concentración es evidente en las estaciones comerciales de los países occidentales, que, si bien en una primera época inician una andadura solitaria, a medida que avanza el tiempo se agrupan con otras estaciones con el fin de acceder a un mercado más amplio y así poder reducir los costos.
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