La interpretación dominante de las posibilidades de la fibra óptica nos promete un nuevo paraíso comunicativo, con un ilimitado número de canales que den satisfacción a todas las expectativas de uso con fines de comunicación social, amén de promover nuevos usos y servicios que conformarán un nuevo ecosistema comunicativo cuyas líneas maestras, por ahora, sólo se adivinan. En fin, es la promisión del “ágora global”.
Para hacer posible esa ágora era indispensable multiplicar los canales de telecomunicación de forma exponencial hasta unos límites para los que los sistemas hercianos no tenían capacidad, y en cambio los cables de fibras ópticas pueden satisfacer sin limitaciones técnicas. Paradójicamente, las limitaciones del cable estimularon en su día la búsqueda de un sistema de transmisión a distancia que no exigiese un enlace físico, lo que dió lugar a la radiodifusión del sonido primero y de la imagen y el sonido después. Pues bien, ahora el cable se propone como alternativa para superar las limitaciones de capacidad de canales de la transmisión hertziana.
Claro que el cable del que ahora hablamos es sólo un pariente lejano de aquel par simétrico de cobre que transportaba una señal eléctrica, cuya banda era estrecha y su capacidad en canales muy limitada. En un estadio intermedio queda el cable coaxial, también de cobre y que utiliza señales eléctricas, pero su banda es ancha y su capacidad de canales abundante. El cable al que aquí nos referimos está compuesto con fibra óptica que se elabora a base de sílice, material abundante y barato, la señal que transporta es luminosa, su banda muy ancha y su capacidad en canales muy abundante. En el siguiente cuadro (1) se representan las características de los tres tipos de cable comparativamente.
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