Publicidad, modernidad y postmodernidad
La publicidad pasará de expresión ingenua del individualismo y la sensibilidad burguesa a factor condicionarte de la producción y el consumo, con invasión de todo espacio comunicativo.
La publicidad, desde sus orígenes comunicativo‑persuasivos en la Revolución Francesa y desde su consolidación como instrumento económico a partir de la Revolución Industrial, ha sido siempre moderna, ha tenido a la modernidad como razón de ser de muchos de sus mensajes y ha ido asumiendo el papel del portavoz valorador de toda la sociedad contemporánea. Ahora bien, hace tiempo que la racionalidad teleológica que orientaba al mundo moderno, apoyada,, según M. Weber (1969), en tres pilares institucionales fundamentales: La industria, el capital y el estado, entró en crisis y la concepción de la modernidad, pensada como autoconciencia social y como posibilidad de contemplar una imagen global de toda la estructura social, se ha llenado de ambivalencias, entendiéndose ya como la expresión más genuina del progreso o, por el contrario, como la manifestación más evidente de la decadencia de la civilización. Se ha producido un cambio radical en el alcance y comprensión de lo moderno, siendo el sistema publicitario, con sus múltiples deformaciones ideológicas y culturales, una vía de acceso inestimable para entender al hombre actual
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