Como suele ocurrir con cualquier fenómeno activo de transformación socioeconómica, la irrupción de las Nuevas Tecnologías de la Información ha inspirado ya una oleada de mitologías narrativas, unas cuantas ideologías quebradizas y hasta alguna que otra patología de la vida cotidiana.
Pero, por encima de este discurso fragmentario y confuso, conmovedoramente esquizoide, en el que las descripciones idílicas se contraponen ‑o tan sólo se superponen‑ a las fantasías orwellianas, permanece la evidencia de que la incorporación masiva de las NTI ofrece, junto a importantes expectativas, en alguna medida ya tangibles, de modernización social y progreso económico, serias contrapartidas y riesgos objetivos para la persona humana, tanto en su dimensión individual como social.
Evidencia lineal y generalizadora que, sin embargo, resulta muy conveniente tener en cuenta, como punto de partida, salvo que se pertenezca a esa selecta especie de espíritus sutiles a quienes repugnan las evidencias.
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