El International Telecommunications Satellite Consortium (Consorcio de Telecomunicaciones Internacionales por Satélite) (Intelsat) se creó en 1964, cuando el poderío postbélico de los Estados Unidos se encontraba en su cúspide. Aunque tuvieron que hacerse algunas concesiones importantes para vincular a los aliados de la Europa occidental a la nueva organización internacional, Intelsat es, en su conjunto, una creación de los Estados Unidos. Por ello resulta sumamente irónico que, en nuestros días, el propio Intelsat se vea amenazado por la nueva forma, agresiva y unilateral, en que los Estados Unidos abordan los asuntos internacionales. Hoy en día, el monopolio espacial del Intelsat está a punto de desplomarse, pero la nueva era presidida por la competencia puede servir a los intereses de los Estados Unidos incluso mejor que el antiguo régimen del monopolio, al tiempo que se hacen aún más ilusorias las perspectivas de la soberanía nacional.
Mucho más que la UNESCO, la Unión Internacional de Telecomunicaciones o, por supuesto, las Naciones Unidas, concibieron el sistema global y único de satélites expresamente para servir a los objetivos y fines americanos. Con una participación mayoritaria del 61% en manos del signatario americano, Comsat, la influencia de los Estados Unidos sobre el Intelsat fue desde el comienzo «dominante»; la reducción de la participación americana al actual 24% significa que las posibilidades del control norteamericano han pasado a ser simplemente «importantes»
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