Si partimos de considerar que todo lo que comunica a la vez educa y que lo que comunica y educa,
simultáneamente, organiza a los destinatarios de esos procesos en esquemas de relaciones sociales, antes
que ajenos a los objetivos educativos consustanciales a ellos, podemos concluir que los individuos están
inmersos en procesos de educación comunicación permanentes y que las formas organizacionales que
estos promueven son en sí educativas.
De la búsqueda de una congruencia entre el qué y el cómo se comunica -retomada desde distintos puntos
de vista a lo largo de la historia de la educación- se desprenden una serie de contradicciones que es preciso
clarificar, cuando se trata de incorporar una tecnología como el video a las prácticas de la educación
popular.
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