"Respetar los intereses de los niños", "partir del interés del educando", "conocer los intereses de los alumnos", "despertar el interés de los chicos", "promover los intereses de los estudiantes"...
Estas frases no son hoy exclusivas de pedagogos, didactistas, médicos o psicólogos. Forman parte del habla cotidiana en tanto son frases sedimentadas(1): Los docentes las pronuncian con frecuencia. Los documentos Ministeriales las promueven. Los cursos de formación las sugieren. Los alumnos exigen que se les enseñen cosas interesantes. Los padres se quejan porque sus hijos no se interesan por lo que deberían. Todos opinamos(2) sobre el interés escolar.
Ricardo Sidicaro y Emilio Tenti Fanfani condensan lo que escuchamos a diario: "En efecto, la primera tarea de cualquier institución educativa consiste en desarrollar el interés, el gusto y aun la pasión por el conocimiento sabido que estos son prerrequisitos para un aprendizaje exitoso."(3)
Despertar, promover, desarrollar, despabilar, descubrir los intereses, para poder conocerlos (a los intereses) para poder partir de ellos, para poder considerarlos y respetarlos...
Preocupaciones vigentes, por cierto, pero en la actualidad un tanto obnubiladas y desorientadas por otro elemento que ronda demasiado: el DESINTERES. Un trabajo de investigación acerca de la representación de los docentes sobre la cultura joven(4), destaca en cifras que la palabra preferida por los docentes de escuela media a la hora de caracterizar a los alumnos es DESINTERES. Sobre un total de 123 docentes encuestados, ha sido elegida 59 veces. La otra cara de la moneda de este diagnóstico docente se ve a la hora de pensar "estrategias para relacionarse mejor con los alumnos". La opción más elegida fue trabajar sobre temas de interés de los alumnos (116 docentes).
Avancemos un poco más para ver por qué el binomio desinterés – interés captura tanta audiencia, por qué se erigen ambos, al parecer, como conceptos organizadores de las prácticas pedagógicas
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