Encontrar el punto de encuentro entre aquello que queremos enseñar y el deseo de los chicos por aprenderlo es el verdadero desafío de todos los docentes. No se trata de enseñar sólo lo que a los chicos les interesa, sino de aprovechar sus inquietudes como punto de partida movilizador hacia otros temas, sin perder de vista que la escuela, como institución, debe abrir una multiplicidad de campos a los que los niños no tendrían acceso naturalmente. Por otro lado, la posibilidad de trabajo en grupos, no sólo de los chicos sino también entre docentes, siempre resulta una experiencia enriquecedora donde cada uno aporta desde su especificidad, y las ideas y los resultados se multiplican.
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