Imágenes que hasta hace poco tiempo podrían considerarse de películas futuribles, cada día son más usuales en nuestro contexto inmediato. Hoy, nadie se extraña de que algunas personas vayan hablando con otras a través de un teléfono móvil; tampoco, de que las antenas parabólicas comiencen a inundar las terrazas de nuestras casas, edificios e instituciones; o la comunicación directa en imagen y sonidos con personas situadas en otros puntos del continente.
Estos cambios, están dando lugar a nuevas realidades culturales y sociales, para los cuales tendemos acuñar nuevos términos, que van desde los más generales como "Telepolis" (Echevarría, 1994) o "Tecnópolis" (Postman, 1994) utilizados para referirnos a las nuevas condiciones culturales, sociales, económicas y políticas que se están generando en nuestra sociedad. Hasta los concretos como los utilizados, para referirnos a las nuevas modalidades de trabajar, "el teletrabajo"; las nuevas formas de organizar las estúpidas guerras, "la teleguerra"; las nuevas formas de comunicarnos e interaccionarnos, "las telecomunicaciones"; la organización de una nueva medicina, "la telemedicina"; la organización económica, "los telebancos"; y de los que nos centraremos en el presente trabajo: "la teleenseñanza" y la "teleescuela".
Pero antes de adentrarnos en el análisis de sus posibilidades, limitaciones y exigencias en el terreno educativo, dedicaremos unos instantes a precisar uno de los términos que actualmente se vienen utilizando para referirnos a estos espacios de interacción que nos sugieren las nuevas tecnologías, como es el término ciberespacio.
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