La cultura profesional docente, dependiente, subsidiada por normativas y materiales curriculares introducidos desde fuera, es, históricamente, una cultura de celularismo, soledad y privacidad de la relación educativa. Es necesario, pues, emprender procesos de reconversión que permita a los centros asumir un mayor protagonismo en el interior de una cultura de colaboración y participación colectiva en dinámicas de innovación y formación.
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