La escuela una vez más está llamada a jugar su papel de instrumento represivo de necesidades naturales y de posibilidades liberatorias. Por parte de los enseñantes democráticos, es necesaria una capacidad de rebeldía, de poner en marcha una "desacralización" formal. Hay que volver a analizar, bajo un punto de vista crítico, el modelo de escuela que practica y nos propone la pedagogía academicista. Hace falta una mayor conciencia crítica hacía lo que se hace en la escuela respecto a lo que sirve en la vida.
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