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Kikirikí / Número 52
 La formación permanente
anónimo  
 Desde hace pocos años, una vez que se han completado las grandes reformas estructurales del Estado y ciertas demandas sociales se han cubierto, el sistema educativo comienza a manejar más introspectivamente su función, de modo que parece llegado el momento de acometer acciones sobre las personas que ejercen dentro de la función docente. A ello se han dedicado tanto la academia como la administración con diversa fortuna según el narrador de turno. En este monográfico se pasa factura a las estrategias, agencias, agentes, discursos, etc. que han crecido af lado y dentro de fa denominada formación permanente. A la luz de los datos que arroja el ministerio o las CC.AA. el cuerpo docente participa ampliamente en actividades de formación y no creemos que otro colectivo de trabajadores pueda presentar los porcentajes que maneja la administración, donde miles de docentes dedican anualmente cientos de horas en cursos, seminarios, jornadas, etc. Pongamos varios ejemplos. Para el curso 1994/95 en el territorio MEC se censaban 153.000 docentes como participantes en actividades de Formación; en ese mismo año la C.A. de Andalucía destinaba 50 millones a actividades de formación (aparte del coste de la infraestructura de CEPs); Cataluña dedicaba mas de 100 millones, etc. A nivel estadístico puede afirmarse que, cuantitativa­mente y año tras año, el profesorado dedica un extenso tiempo fuera de la jornada a la formación continua. Resulta extraño por tanto la continua lla­mada a mantener la calidad, el conocimiento de la reforma, la preocupación por la profesionalidad, etc. etc., cuando por otro lado parece que la mayoría de los docentes se encuentran en una permanente for­mación.
 
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