En definitiva abogamos por una Escuela Pública para tod@s, en todos los momentos de la vida. El papel de la escuela no puede limitarse a una cierta socialización, a la transmisión de mínimos culturales y al fetichismo de la hiper‑especialización profesional. Tiene que desarrollar, sin discriminar entre el saber manual y el saber intelectual, el espíritu critico que permita a todos y todas aprender las contradicciones y descodificar los mensajes de una sociedad cada vez más compleja y desigualitaria. La cultura no puede ser una mera mercancía al servicio de la selección social y de la ideología liberal; al contrario, la escuela debe ofrecer a todos y a todas contenidos culturales superiores a un saber mínimo y fragmentario. La cultura debe posibilitar la emancipación individual y colectiva.
Para nosotros y nosotras es preciso poner realmente en práctica estos valores que han sido ignorados y pisoteados por nuestros respectivos estados.
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