Este trabajo analiza críticamente los supuestos en los que descansa el currículum integrado para satisfacer las demandas cognitivas del saber cotidiano, escolar y científico
Según la epistemología constructivista, el binomio realidad‑conocimiento funciona de modo tan indisoluble que no existe una realidad preexistente, independiente de la mente que la constituye e interpreta. Por ello, el impulso epistémico que lleva a las personas a construir conocimiento y, con ello, la realidad cotidiana, es tan intenso y persistente que nadie escapa a su influjo (Rodrigo, Rodríguez y Marrero, 1993). Para ilustrar su importancia, baste señalar que, sin estas construcciones que denominamos teorías implícitas porque escapan a la conciencia, las personas no tendrían un punto de vista sobre el mundo para guiarles en los intercambios con los otros y con los objetos y ayudarles a tomar decisiones y a planificar su comportamiento.
Sin embargo, cuando estas personas se convierten en alumnos/as que deben aprender unos contenidos escolares, parece como si les abandonara ese impulso irrefrenable e irrenunciable de construir conocimiento. Se muestran pasivas, desinteresadas, tozudas en sus errores y resistentes a iniciar el necesario proceso constructivo del conocimiento escolar. ¿Qué peculiaridades tiene este conocimiento y qué clase de realidad sustenta, que no despierta sus afanes constructivos
|