En esta colaboración el autor defiende el interés de la propuesta, describe algunos de sus rasgos fundamentales y determina la naturaleza de los obstáculos que se oponen a su práctica generalizada.
“En la vida hay dos clases de individuos: los que todavía hacen experimentos y los que ya no los hacen.
Ya no los hacen porque se han sentado al borde de la charca de aguas dormidas, donde el musgo ha borrado la nitidez y el poder que tienen a veces las charcas de cambiar de colores según los caprichos del ciclo que reflejan. Se han esforzado en definir las reglas del agua estancada, y les parece desordenada, incongruente y pretenciosa la impetuosidad del torrente que turba el agua de la charca, o el viento que barre por un instante hacia la orilla el musgo estancado, devolviendo al manto verdoso una corta preocupación de profundidad azulada.
Ya no hacen experimentos porque sus piernas cansadas han perdido hasta el recuerdo de las montañas que escalaron antaño con una audacia que triunfaba porque iba siempre más allá de las disposiciones y las prescripciones de los que se empeñan en reglamentar lo ascensión en lugar de vivirla. Se han instalado cómodamente en la llanura señalizada con carreteras y barreras y pretenden juzgar según su medida la audacia de los montañas cuyas agujas parecen desafiar el cielo azul” (C. Freinet (1967). Parábolas para una pedagogía popular. Laia, Barcelona, 1973).
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