Las llamadas escuelas de la democracia asumen sin prejuicios al que consideran su gran desafío: educar a las nuevas generaciones en el pensamiento autónomo, la creatividad y la solidaridad. Privadas y laicas, de nivel inicial y primario, son un boom en la clase media.
Por Daniela Blanco. Especial para Clarín.com.
Para quienes hoy tienen entre 30 y 40 años, la figura del niño abanderado no es, precisamente, el recuerdo de un niño feliz. De hecho, incluso puede que consideren al abanderado como el símbolo de una trilogía que la educación tradicional en la que se formaron los treintaipico argentinos, planteó en forma disociada: la instancia del aprendizaje, la escuela misma y el mundo real. Aquellos chicos así formados (en escuelas públicas o privadas, de enseñanza laica, religiosa o colectiva, regidas por un modelo pedagógico rígido, enciclopedista y memorista), son los padres que, hoy, buscan una escuela diferente para sus hijos. Algunos, para no repetir su propia historia; otros, sin olvidar que el conocimiento es la columna vertebral de la educación, para estimular la dimensión humana de sus hijos. |