Fuente : Wired
Por Claudia Graziano
Es el primer día de clase y Matt Miller, director de servicios alimentarios de las escuelas de Penn Cambria, está sentado a una mesa ubicada junto a la caja reuniendo imágenes digitales de las huellas de los alumnos con un escáner portátil.
La fila de alumnos que esperan a que se escaneen sus huellas dactilares no es larga; Miller se encuentra allí para escanear a los alumnos que fueron transferidos recientemente al distrito y también a aquellos que ya concurrían a ese distrito pero que deben ser escaneados nuevamente porque han crecido mucho.
Miller explicó que suele ser necesario volver a escanear a los alumnos en quinto y noveno grado porque sus dedos se modifican a punto tal que el escáner ya no puede identificarlos rápidamente.
Para los estudiantes, el escaneo -que les permite comprar comida en la escuela sin necesidad de llevar dinero en efectivo-no es mucho problema:hace cinco años que forma parte de sus vidas. Según Miller, de los aproximadamente 3.000 alumnos que asisten a alguna de las cinco escuelas de Penn Cambria menos del 1 por ciento decidió no utilizar el sistema de escaneo. Miller no sabe si quienes se rehúsan a utilizar el sistema lo hacen
por motivos religiosos u otra razón, pero la escuela no los obliga a dar explicaciones.
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