A diferencia de lo que ha sucedido en otros sectores, la industria discográfica no ha aprovechado los avances tecnológicos y la liberalización para modernizar sus modelos de negocio. Barreras estructurales y mentales (en la cabeza del consumidor) lo impiden.
Desde las Leyes de Indias, este país no suele participar en debates morales. De ahí el interés del creciente debate acerca de lo lícito o no alrededor de la industria musical, que a su vez se enmarca en otro más trascendente sobre patentes (¿de corso?) y derechos de autor: ¿Es lícito compartir una propiedad intelectual? ¿Es admisible sustraer a los creadores de los incentivos a su esfuerzo? ¿Está amenazado nuestro progreso cultural
por el egoísmo de las masas voraces de bits o por los vendedores ilegales?¿Es justo acosar judicialmente a simples usuarios a modo de escarmiento? ¿Y lo es presuponer el uso delictivo de un soporte (y anticipar la multa)?
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