Periodismo de investigación: las cinco fases P
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Dr. José Manuel de Pablos ©
Catedrático de Periodismo
Universidad de La Laguna
El periodismo de investigación se realiza a través
de cinco fases, que llamaremos 5P (la P es la inicial de cada una de las cinco
fases indicadas), ineludibles en todo proceso investigador periodístico, como
veremos.
La conveniencia de conocer ese proceso de las 5P
tiene su indudable interés, ya que el profesional podrá saber en todo momento
en qué estadio se encuentra y, con ello, estar preparado para la siguiente
fase, caso de no haber concluido la etapa ya iniciada, aunque varias de ellas
pueden estar abiertas a la vez.
Las cinco fases P son éstas, a saber:
1ª fase P, la pista.
2ª fase P, la pesquisa.
3ª fase P, la publicación.
4ª fase P, la presión.
5ª fase P, la prisión.
Partimos de que todo periodista de investigación se
ha de enfrentar con algo desconocido u ocultado (fíjense que no empleo la
expresión «oculto», sino «ocultado»), que la acción o actividad que se va a
investigar tiene alguna carga de ilegalidad, cuando no delictiva, y que el
éxito de la tarea puede traer algún tipo de consecuencia para los intérpretes
pasivos de la investigación. Habrá que evitar, naturalmente, que haya
consecuencias negativas para el intérprete activo del proceso de investigación,
que siempre se hará dentro de los límites indiscutibles y apreciables del
periodismo, por medio de actos o gestiones pro-informativas claramente legales
desde la proyección de la necesaria ética.
La promulgación o presentación de esta idea de las
5P se asienta en las lecturas de este autor sobre el particular (no hemos
encontrado nada semejante) y en la experiencia personal, particularmente en
varios episodios de periodismo de investigación durante el tiempo de su
ejercicio activo del periodismo, ya como redactor ya como director de
periódicos.
Pasamos a estudiarlas o presentarlas cada una por
separado:
1ª fase P: la pista.- El planteamiento de un trabajo de periodismo de
investigación se hará por medio de una pista que alguien acerca al medio o al
periodista, sea quien va a realizar posteriormente la investigación, sea a
alguno de sus superiores o a un compañero de la redacción que trabaja en otras
cuestiones informativas sin relación con el periodismo de investigación. Esa
pista encerrará un problema informativo, algunas incógnitas comunicativas,
varias dudas periodísticas de tal dimensión o posibilidades de publicación que
alguien con autoridad dentro de la redacción (cuando no es iniciativa del
propio periodista de investigación) propone o decide que el tema puede ser
objeto de una investigación periodística publicable, en pro de resolver el nudo
informativo encontrado y ante su indudable beneficio para los intereses
informativos del medio, o sea, para sus lectores. El morbo (como interés
malsano por cuestiones de la intimidad de las personas, entre otros aspectos) y
la intromisión (ilegítima casi siempre, porque si no, no sería entrometimiento
en vidas ajenas) no se puede considerar con la categoría indicada de «beneficio
para los intereses informativos».
Esta 1ª fase P de pista será la más importante,
porque va a ser el punto de inicio, donde si la fase queda parada y no pasa de
tal, se detendrá todo el proceso investigativo que, por ello, no llegará a
disponer de un producto informativo a su término o durante el mismo.
Es igualmente el momento en el cual se ha de decidir
quién es la persona más capacitada para efectuar la tarea. Ha de ser elegido el
redactor o redactora más capacitado y con la experiencia y suficiente voluntad
y empuje para iniciar un proceso investigativo sin amilanarse ante las puertas
que va a encontrar cerradas ante sí o que se le van a cerrar. Lo ideal, está
claro, es que en ese medio exista un equipo de periodismo de investigación ya
determinado y con experiencia en ese terreno o que quien haya propuesto el
asunto sea la propia persona interesada en la labor, quien ha planteado el
problema, quien ha aportado la pista, con lo cual -en uno u otro caso- se puede
tener mayor seguridad de que a la desazón le costará triunfar sobre la
profesionalidad del periodista.
De igual manera, tendrá que ser una persona con la
experiencia precisa para saberse deselvolver por la oscuridad de una fase de
investigación, que ya empezará a ser inicialmente pública (aunque todavía no
publicada), de ahí la necesidad de dotes de prudencia indispensable para que
esa primera actividad silenciosa de recolección pública de datos (a extramuros
de la redacción, ése será su carácter público) no le traicione y se encuentre,
por razón tan elemental, con un panorama de trabajo todavía más complicado y
conocido antes de tiempo por el entorno sometido a investigación.
2ª fase P: la pesquisa.- Decidido el trabajo, el o la periodista que lo
vaya a llevar a cabo es ideal que no tenga otras ocupaciones que le quiten
parte de la entrega y dedicación inevitables para una pesquisa periodística,
para que su labor sea más provechosa. Igualmente, ha de contar con la seguridad
(documental, mejor) de que la empresa va a soportar cualquier problema jurídico
en el que se pueda ver inmerso el periodista, porque no es justo que un
periodista sea denunciado por causas de su labor profesional y la empresa se
desconecte del problema, de manera que el redactor o director se vea sometido a
la necesidad de buscarse un abogado defensor. Más terrible aún es que la minuta
del colegiado, sea o no absuelto el periodista, pues siempre habrá factura que
abonar al defensor, corra también por su cuenta. [Recordemos que de manera un
tanto medieval, la minuta del abogado siempre se cobra; si tiene problemas,
podrá acudir al juez que llevó el caso, quien dará diez días al denunciado
ahora por su abogado defensor para que pague o, de lo contrario, el juez
autorizará, ley en mano, que el abogado intervenga en la cuenta corriente del
«defendido».] Éste es uno de los más serios problemas que tiene planteado el
periodista, cualquiera que sea su especialidad, cuando tiene la desdicha de
prestar sus servicios en empresas explotadoras, que le vuelven la espalda
cuando surge uno de estos episodios, en los que tampoco la Federación de
Asociaciones de la Prensa, según el caso español, puede hacer otra cosa que una
gestión de buena voluntad cerca de las empresas que operan de forma tan poco
ética y nada ortodoxa, tan abusiva cuando la misión del periodista ha sido
profesional sin más o un error no intencionado y no, a su vez, fruto de una
postura abusiva hacia el medio, pues también se dan esos casos. Sin esta
seguridad jurídica documentada, ¿hasta dónde se le puede exigir a un periodista
investigador que indague y se exponga a cualquier tipo de denuncia?
El inicio.- Esta
2ª fase P de pesquisa se iniciará con la consulta de las fuentes, personales o
documentales, que originaron la pista de la 1ª fase P. La pista se tendrá que
comprobar, conocer a fondo de una manera fehaciente, para deslindar si se ha
tratado de un rumor sin consecuencias, de un globo sonda o si realmente es una
verdadera pista, con sustancia informativa tras ella.
La comprobación se efectuará con la diligencia del
caso, pero a la vez con toda la sensatez que aconsejen las circunstancias, con
la seguridad de que un fallo en el comienzo de esta 2ª fase P o pesquisa puede
arruinar todo el trabajo posterior, con la consiguiente pérdida de tiempo y
erosión de la credibilidad profesional que el periodista tiene ante sus
superiores.
Una vez comprobada la seguridad de la pista como
producto de una fuente fiable, se tendrá la firmeza de que todo lo que venga
detrás tiene asiento y no es falso o está falsamente cimentado.
Al conocer el testimonio de la fuente o estudiar
los documentos de partida, el periodista de investigación se tendrá que
percatar de que hay (o de que no hay) caso que investigar. Será la fase en la
que habrá de formular una hipótesis de trabajo y tratar de comprobarla a lo
largo del proceso investigativo; a lo largo de éste tendrá que aceptar
cualquier modificación que sobre la hipótesis señalen las novedades que se
encuentren y se verifiquen a lo largo de esta 2ª fase P de pesquisa. Habrá de
tener igualmente claro desde el principio de esta 2ª fase P que la hipótesis
sólo es una herramienta de trabajo y en modo alguno el adelanto o la conclusión
no comprobada de su tarea.
Si no hay comprobación fidedigna de lo que se ha
encontrado, no hay investigación cerrada y todavía se tendrá que insistir en el
tema de estudio e investigación. Decimos «estudio e investigación» porque es
muy probable que la pesquisa no se limite solamente a investigar sin más; es
probable que los diferentes ítem encontrados a lo largo del proceso aconsejen
al periodista de investigación a conocer la materia con la que está trabajando;
es posible que aparezcan conceptos que no conoce o entre en un campo o
actividad del que hasta ese momento no se había preocupado y sea prudente y
recomendable conocer algunos detalles básicos de ese particular, para saber
interpretar mejor la materia informativa que va desvelando, para conocer mejor
las claves de ese campo temático y poder transmitir con mayor sencillez a los
lectores el significado de lo que encuentra, entendiéndolo él antes que nadie.
La importancia de la fuente.- Si la fuente es el testimonio personal de alguien,
tendrá que tener en cuenta desde el principio igualmente que ha de conocer las
motivaciones existentes para que, en un momento determinado, una persona que
conoce un secreto de otra, de una institución o de un grupo decida transformarse
en fuente informativa para un medio. Según la vehemencia de la fuente
testimonial, la actuación del periodista investigador será diferente. Si no hay
tal y la fuente es remisa, la tranquilidad del periodista podrá ser mayor,
porque puede tener más seguridad de que no lo están embarcando en una aventura
indeseable y sin final pronosticado. Si, por el contrario, la fuente está
deseosa y surte información a borbotones, esa afluencia tan poco frecuente ha
de originar en el periodista investigador una mayor sensatez en todos los pasos
que dé. Tendrá mayor necesidad, si cabe, de confirmar todo dato nuevo que
reciba, mejor si es por medio de documentos -cuya validez comprobará-, pues no
le bastará la sola palabra de la fuente interesada.
Conocer el mayor o menor interés de una fuente es
punto fundamental; el interés y el porqué en un momento muy determinado cambia
su papel de conocedor de un secreto a divulgador del mismo, precisamente a
través de un medio que sabe la fuente con seguridad casi absoluta que lo empleará
para darlo a conocer a la generalidad de sus lectores. Este punto es tal vez el
más delicado, aquel donde a los periodistas no se les permite el desliz de la
imprudencia, ya que pueden pasar de periodistas investigadores a periodistas
manipulados. En este extremo, si el propio periodista investigador no fue quien
engendró la pista o la ofertó en su redacción, ha de conocer con exactitud la
manera de cómo se originó la pista: no puede estar al margen de la génesis de
la 1ª fase P.
No será lo mismo que el informador primigenio o
fuente sin saber que podría ser tal se haya presentado en el periódico o haya
escrito una carta al director a que la fuente, sin saber que potencialmente lo
era, haya hecho un comentario ante un amigo, que además es periodista, en un
bautizo, en el fútbol dominical o en una boda, casi sin querer, como una
crítica sin mayor importancia, sobre todo si el periodista amigo es redactor de
deportes y el tema de que se trata tiene que ver con política, de un área
informativa ajena a las labores diarias del amigo o pariente periodista a quien
se conoce bien.
En estos casos, la persona así convertida
potencialmente en fuente podrá no seguir desvelando nada más del asunto que ha
comentado si se entera que su amigo periodista lleva el problema al periódico y
allí hay interés por seguir la cuestión para publicarla. La fuente potencial,
aquí se podrá creer traicionada; y se alejará, si no se le puede convencer de
que aporte datos confidencialmente con la mayor de las seguridades de que su testimonio
original no va a figurar en ningún caso y que, además, sus datos se van a
maquillar algo para desviar la atención ante la probable búsqueda del topo que
filtra datos. Si conseguimos esa valiosa prestación, entonces estaremos ante la
mejor de las fuentes.
Maquillar datos.-
Lo de maquillar datos tiene su interés. Cuando recibo una filtración que se
convierte en pista potencial, ésta viene envuelta en una serie de ítem a modo
de flecos informativos, cuya publicación íntegra no será necesaria, porque
pueden oscurecer el mensaje a modo de ruido comunicativo. Además, algún detalle
no importante se podrá alterar, en una clara operación de despiste. Pueden esos
flecos desviar de lo más importante la atención del lector, pues los datos se
han de ofrecer de la manera más sencilla y desnuda posible, sólo lo suficiente
para dar el mensaje. Si, por el contrario, doy esa señal informativa todo lo
enriquecida que sé, junto a la citada confusión que se puede engendrar en el
lector resultará que nos quedamos sin algo más que añadir en una entrega
posterior, nada donde investigar nuevos detalles no desvelados y, por eso,
protegidos a partir de ese instante. Lo peor será que podremos estar dejando en
evidencia a la fuente informativa. Si, por el contrario, dejamos de dar parte
de lo que conocemos, guardamos para otra ocasión algunos detalles verificados y
desdibujamos algunos extremos poco importantes, los afectados no podrán suponer
que alguien que puede ser destino de sus sospechas sea quien ha actuado de vía
informativa o topo, según se le mire.
Si en una información facilitada por una fuente
donde relatamos algo sucedido en una institución, insistimos, por ejemplo, en
detalles como que las oficinas en cuestión están en el último piso de un
edificio, cuando la realidad es que se encuentran en la planta baja, ninguno de
los afectados podrá pensar, al menos con algo de fundamento, que quien comete
tal error informativo sea uno de los propios empleados que cada día entra a
trabajar en la planta baja y no en el último piso. Éste es el tipo de
maquillaje o enmascaramiento de la fuente al que hemos aludido, porque, en el
caso supuesto que hemos traído a colación, lo importante, está claro, no será
que la oficina esté en una planta u otra, sino en relatar lo que ha sucedido en
la misma. Los afectados siempre pensarán que la fuente que está informando no
ha estado jamás en la sede denunciada, porque si no, ¿cómo sufre tal confusión?
Ésta es una forma de maquillar y defender o proteger a la fuente informativa,
para que pueda tener la tranquilidad de que nadie la está apuntando e
investigando a su vez.
También es posible aquí que la fuente no crea que
realmente el periódico esté dispuesto a comprometerse informativamente con un
determinado asunto, porque los implicados sean poderosos de algún tipo o estime
que la cuestión denunciable encierra alguna forma de peligro que no desee
correr la redacción. Aquí hay varias maneras de convencer a la fuente, siempre
con la única intención de que realmente se convierta en fuente abierta para el
medio y no quede en mera fuente potencial que se cierra. Las formas de
convencimiento pueden ir desde narrar historias anteriores igual de
comprometidas a la presente o a dar a la luz algún pequeño detalle de la pista
encontrada, para que la fuente se convenza de que en el diario están dispuestos
a seguir por ese camino ya anunciado a los lectores desde ese aspecto de la
pista publicada.
En cualquier caso, seguiremos adelante, con la
seguridad de que la fuente privada o particular es fiable y que la fuente está
de acuerdo en servir datos con la intensidad que sea o se le requiera
simplemente para cotejar los datos hallados. También puede tratarse de una
fuente oficial no involucrada en el asunto y se presta sencillamente, ahí es
nada, para decir ‘eso está bien’, ‘eso es erróneo’, ‘eso es peligroso’, ‘van
ustedes por buen camino’. Incluso, puede tratarse de una fuente sólida que esté
en el otro lado de la información -en el terreno oficial- y colabore en la
supervisión del texto ya redactado para decir ‘no encuentro nada irregular’,
‘este párrafo lo quitaría’, ‘aquella afirmación no está comprobada en la
investigación oficial’, etc. En estos casos, hablamos de una investigación
periodística que corre pareja a una investigación oficial, pero sin tubos comunicantes
entre las mismas, al menos así no aparece como fuente presentada a los
lectores.
La 2ª fase P o pesquisa podrá durar mucho o poco,
lo que demande el corpus del material investigado y sus dificultades.
3ª fase P: la publicación.- Una labor de periodismo investigador se puede
desarrollar durante meses de trabajo minucioso y llevado con mucha precaución o
se puede realizar vertiginosamente en pocos días, a lo sumo un par de semanas,
según la maduración del asunto. En cualquier caso, llegada la hora de la
redacción, por lo general en textos que aparecerán en serie, a lo largo de
diferentes ediciones del medio, todo lo que se diga y se afirme habrá de estar
debidamente verificado, pues es un serio problema dejar cabos sueltos sin la
necesaria y prudente comprobación. Es igualmente natural que el proceso de
publicación de este material, rico para el periódico y supuestamente una
primicia para sus lectores, se presente, se maquete en página, con alguna
distinción, diferenciado de los textos informativos ordinarios y redundantes de
la edición normal de cada día.
En casos de duda, será mejor dejar algunos detalles
fuera del texto publicable. Aquí se tendrá una cierta seguridad de que, a
medida que avanza la edición pública de los primeros resultados, podrán aparecer
nuevas fuentes colaterales que antes ni se conocían y nuestra labor se
beneficiará por el mero hecho de empezar a desvelar un asunto turbio.
Igualmente, se ha de tener muy claro que paralelo a la 3ª fase P de publicación
surgirá la 4ª fase P, de presión.
4ª fase P: la presión.- Desde el instante inicial de aparición de los
primeros resultados de la pesquisa, los afectados harán presión y pondrán en
entredicho la labor del periodista investigador: con eso hay que contar siempre
y estar preparado para la embestida. Ésta puede tener fundamentalmente dos
formas de presentación: directa e indirecta. La primera, a su vez, puede tener
diferentes maneras de manifestación, desde la acción violenta contra el
periodista investigador a la presión personificada de los afectados en la
propia redacción. En cualquier caso, como quedó dicho, se ha de colocar en
estado de prevención para cualquiera de estas presiones, que siempre aparecen
en algún momento. Está claro que la presión indirecta pasa por el desmentido de
todo lo que se ha empezado a publicar, a la vez que se amenaza con llevar al
medio y al periodista ante los tribunales. En cualquier desmentido siempre
queda muy bien acabarlo con mensajes de esta guisa: ‘Llevaremos el asunto a los
tribunales’ o ‘Nos reservamos el derecho de acudir’ a los mismos. Es fácil
interpretar si este aviso es una advertencia de algo que van a hacer o una
simple amenaza sin más.
Paralelamente a este envío de denuncias verbales o
formas diversas de presión, la investigación madurará a medida que se va dando
a conocer y nos van llegando nuevas fuentes que enriquecen el material que se
está publicando. Durante la delicada 4ª fase P, de presión, el periodista
investigador deberá estar muy seguro y convencido de que todo lo que está diciendo
en el periódico está demostrado, debidamente verificado, voz que, recordemos,
procede del latín verificare, que significa presentar como verdad,
evidentemente tras la correspondiente comprobación que demuestre que lo que se
comunique es verdad, presentar como verdad lo que es verdad. Ha de ser un
fracaso personal empezar a comprobar que la otra parte empieza a desmontar lo
que él ha dicho y peor aún que lo haga con pruebas que el periodista
investigador no tuvo o no pudo verificar. Si sucede tal cosa, la adversidad
habrá sido cosechada por él mismo, por no seguir las pautas recomendables en
cualquier proceso de periodismo investigador. También sucederá a lo largo de la
4ª fase P de presión que en los desmentidos o alegaciones que haga la parte
investigada podrá desvelar algunos de los flecos informativos a los que no pudo
acceder. En estos casos, estos detalles servirán a su vez para enriquecer los
textos que están por escribirse o publicarse, de modo que la sensación de éxito
profesional se afianza, todo ello a la espera de la fase terminal o 5ª fase P,
de prisión.
Digamos antes de pasar de fase, que el periodista
investigador publicará su historia de principio a fin, pero con la seguridad de
que el final de su investigación no será tal, sino cuando haya una decisión
oficial sobre el asunto, por mediación de un juzgado o de la intervención de
cualquier tipo de autoridad que cambie el status de las personas afectadas en
la investigación periodística. Por eso, la 2ª fase P de pesquisa acabará
coincidiendo con la aparición de la 5ª fase P, de prisión, que pasamos a ver.
5ª fase P: la prisión.- No tiene porqué ser siempre esta última y
definitiva fase 5ª la entrada física y personal en prisión o en la celda de una
comisaría o juzgado de las personas investigadas. De lo que se trata es de un
cambio de situación; el más radical de ellos es, sin duda, la pérdida de la
libertad y su ingreso en una prisión. Pero, que conste, esta última fase no
implica de forma tajante la prisión -aunque eso sucede en la mayoría de los
casos- sino un cambio radical de status del afectado. Sobre este particular, el
periodista investigador Pepe Rodríguez (1994, 190 - 191) señala que en estos
casos, la persona investigada acaba «procesado, encarcelado, expedientado
administrativamente y / o con importantes pérdidas económicas y de imagen muy
importantes». Estas son diferentes formas de manifestarse una 5ª fase P.
El significado de esta fase no ha de afectar ni
interesar personalmente al periodista, quien en todo momento ha de guardar un
comportamiento profesional y frío ante los acontecimientos, como si no fueran
con él, como sucede -o debe suceder- en realidad. Se ha de limitar a cumplir su
papel, a dar cuenta de los hechos investigados y probados.
Lo que sí debe quedar claro es que decretado el
cambio de status, la investigación se ha de dar por concluida. Sucederá de ese
modo, aunque después de cerrada aparezcan nuevos datos que todavía acabaran por
reforzar más la investigación publicada. Insistir podrá fácilmente ser
interpretado por algunos lectores como un deseo injustificado de hacer leña del
árbol caído, según el dicho popular, en una imagen en la que no debe caer el
periódico. Es muy probable, digámoslo de paso, que un asunto publicado y
juzgado siga recibiendo datos y más datos, todos en el mismo sentido. Aquí, el
periodista investigador debe resignarse a recibirlos, sí, pero a no seguir
haciendo uso de los mismos. Tras finalizar un partido de fútbol, cualquiera
puede ir a una de las porterías y meter el balón contra las redes cuantas veces
quiera, pero esos goles ya no valen. Lo mismo sucede en el periodismo de
investigación, una vez cerrada la 5ª fase P, de prisión y fuentes que estaban
en silencio despiertan y ofrecen lo que no propusieron antes, cuando hubieran
sido muy bien recibidas y eran necesarias.
Estudio práctico de las 5 fases P
1ª fase P: la pista.- Por unas palabras sin mayor importancia en el
entorno donde fueron dichas, nos llegó a la redacción en mayo de 1979 el
siguiente comentario: en un popular supermercado de Santa Cruz de Tenerife,
donde entonces dirigíamos el periódico El Día, se encontraban unos
impresos, por medio de los cuales se invitaba a los clientes a conocer una
urbanización en marcha. Se les ofrecía que, sin compromiso, fueran el domingo,
con los familiares que quisieran. Para ello, los organizadores ponían varios
autobuses, les mostraban los terrenos, les explicaban las facilidades de pago,
muy beneficiosas, y los convidaban a una copiosa comida de pescado en un pueblo
cercano conocido por la calidad de sus restaurantes. Les pedían a los
interesados la entrega de una cantidad a modo de señal [con un resguardo donde
no aparecía entidad bancaria alguna como garante de esa entrega].
Aquella información no debería tener mucho de
extraño, si no fuera por los precios casi de regalo que ponían a las parcelas,
ya con el chalet construido, y por la ausencia de la garantía del pago
efectuado. Había, por tanto, una pista que originaba un problema, cual era, en
principio, el sospechoso precio baratísimo del terreno con chalet. Además, no
es que un redactor se enterara del asunto, sino que una de las personas que
acudió un domingo con toda la familia se extrañó del discurso de los
(supuestos) promotores. El vecino, pariente de alguien conocido, nos facilitó
uno de los impresos repartidos, como primera forma de pista, al requerírselo,
tras la llegada de aquel comentario.
2ª fase P: la pesquisa.- Para confirmar la sospecha, se hicieron dos
consultas: al supermercado donde estaban las octavillas y al ayuntamiento de la
zona. En el comercio dijeron que ellos no sabían nada del asunto, que tenían un
espacio donde se colocaban anuncios o folletos, pero que no intervenían en su
contenido ni sabían de qué le estábamos hablando; era publicidad de otra gente
siempre. Esa vía quedó aclarada: no había relación, aparentemente. La segunda
gestión fue con el propio alcalde de la zona: éste confirmó que no existía en
el ayuntamiento licencia de obra para chalets en la zona en cuestión y que
desconocía de qué le hablábamos, aunque algo sí le sonaba, como que aquella
zona que le indicábamos no era urbanizable en los planes urbanísticos de
entonces, concluyó con la socarronería típica del hombre de campo. Nos había
dicho lo suficiente, sin comprometerse, y con la seguridad -asegurado por
nosotros de antemano- de que no íbamos a hacer uso de sus palabras,
cualesquiera que fueran.
A partir de ahí, la fuente primera empezó a tener
miedo de hablar, aunque se encontraba presionada por los (supuestos)
promotores, que empezaban a echarle en cara que había ido con toda su familia,
que había atendido la invitación, que sus hijos habían comido pescado como
tiburones y ahora se quería dar de baja del compromiso adquirido, extremo que
negaba ante nosotros la fuente deseada y ahora remisa.
3ª fase P: la publicación.- Para sacarlo de ese letargo, tras una semana con
el asunto sin posibilidades de avanzar, y antes de pasar de lleno a la tercera
fase, tuvimos que publicar una nota sin nombrar a los afectados, para que la
fuente potencial viera que estábamos decidido a seguir con el asunto. Nos
aseguró que varios vecinos de su barrio ya habían dado la señal y que estaban a
la espera de más noticias de los promotores, quienes habían quedado en convocarlos
para enseñarles los planos y darles fechas.
El primer comentario, a modo de globo sonda, se
insertó el jueves 10 de mayo de 1979, en la página 2, en la sección titulada De
buena tinta. Decía como sigue:
«Se ha comentado de buena tinta que una inmobiliaria
con implantación en Tenerife está vendiendo, de forma fraudulenta, terrenos
urbanizables en una zona de Las Galletas [nombre de un barrio del municipio de
San Miguel, en Tenerife Sur; se destacó en negritas], cuando en realidad de
urbanizables, nada. Al parecer, al cliente se le pide un dinero a cuenta, como
primer plazo de lo que será la compra final de un chalet que le será entregado
una vez finalice su edificación en el terreno por él elegido. Según nuestras
informaciones, la existencia de los terrenos edificables podría sólo estar en
la particular ‘imaginación’ de los propietarios de la inmobiliaria».
El globo funcionó, en dos sentidos:
1º - El vecino informante se decidió a hablar y
contar su versión de los hechos, siempre y cuando nos comprometiéramos a que su
nombre no aparecería en ningún momento. Así se le aseguró y el redactor Ricardo
Peytaví, con experiencia en sucesos, recibió el encargo. Este periodista ya
había trabajado unos años antes en el desenmascaramiento de una especie de secta
que se llamaba «Los hijos de dios», así que era la persona adecuada para esta
investigación. Se puso a ello. Se le apercibió de que nada se publicaría sin
una supervisión final por el director, quien pondría o quitaría cosas de
acuerdo con la estrategia de cada momento. Con estas pautas inició su trabajo y
ese mismo día preparó un texto para publicar en la edición del 11 de mayo,
viernes.
2º - El corresponsal en Tenerife Norte informó al
director que el juez de Icod de los Vinos [municipio del norte de Tenerife], se
encontraba encargado casualmente del juzgado de Granadilla, en Tenerife Sur, en
cuya jurisdicción se encontraban los terrenos de la supuesta inmobiliaria. Ese
juez se llamaba Eligio Hernández [más tarde sería gobernador civil de Santa
Cruz de Tenerife y fiscal general del estado con el PSOE]. El corresponsal
estableció una cita telefónica y hablamos con el juez, a quien entonces no
conocíamos. Nos dijo sólo dos cosas, igualmente suficientes para seguir
adelante: «Sean muy prudentes; algo de eso hay». Quedamos en llamarlo cada
noche y contarle el desarrollo de las pesquisas. Él nos diría si íbamos bien
encaminados, si algo no era prudente que se publicara. Sería nuestro Garganta
profunda, mejor, nuestro orientador en todo momento de este episodio, que
se desarrolló muy pronto, en un corto espacio de tiempo, como veremos. Quedamos
en eso y entramos de lleno en la 3ª fase P.
Tras hablar con el vecino, el 11.5.79, viernes,
última página, en El Día se publicó un texto a dos columnas titulado «La
presunta estafa de cada fin de semana», con dos subtítulos: «Una empresa poco
clara ofrece el oro y el moro a precios casi regalados» y «Los primeros
afectados ya entran en contacto con EL DIA». En el cuerpo de texto se informaba
de que el fraude podría ascender a los 200 millones de pesetas; que cada chalet
con su terrenito costaba 1.700.000 pesetas; que cada parcela tenía 500 metros
cuadrados y que había que depositar una señal de 500.000 pesetas; la
urbanización se había dividido en fases, que se empezaría por la zona más
cercana al mar y las ventas posteriores ya costarían más [una forma de gancho
muy vulgar].
El informante interpretaba aquí la primera de las
contradicciones: ¿cómo iban a vender más barata la mejor de las zonas, la que
daba al mar, y no al revés, como parecía lo más lógico?
En el almuerzo, por cada familia asistente existía
una azafata, que explicaba con todo detalle la operación. Las 500.000 pesetas
de entrada se abonaban la mitad al comienzo de la operación y el resto en 24
meses. Para pagar el chalet se daban 12 años, «a razón de unas 11.805 pesetas
mensuales». Aquí, decía el vecino: «Estamos ya en un país de ricos, donde todo
el mundo tiene la fortuna de contar con un chalet propio para el veraneo o, por
el contrario, hemos dado con alguien que no quiere jugar limpio. Personalmente,
nos inclinamos hacia lo segundo».
Durante la comida, la azafata señalaba la mejor de
las posiciones: «En esta línea, ya sólo queda éste disponible» [el mismo gancho
de nuevo]. Más: «Por 25.000 pesetas que le cuesta la señal (...) puede
asegurárselo».
En la especie de contrato que daban sobre la marcha
se indicaba que el plazo de reclamación era de menos de 24 horas. El vecino
afirmaba: ‘Un albarán de un repuesto de coche es más claro’ que aquel contrato,
‘donde no aparece el nombre de la empresa’. Al pedirles el teléfono, le
aseguraron que todavía no se lo habían instalado, pero se le escapó a una de
las azafatas decirle que llevaban cinco meses operando en Tenerife en aquellas
circunstancias. La primera entrega continuaba con las impresiones del vecino
después de acudir a las oficinas de la inmobiliaria: «cuatro sillas y una mesa
de lo más barato, muy difícil de entender por parte de una empresa que manejaba
aquel negocio de tanta envergadura».
En este primer texto largo no se citaba nombre
alguno ni el lugar exacto, de forma que no había mayores problemas. Nos
limitábamos a explicar el modus operandi y a mostrar alguna de las
contradicciones y detalles curiosos o sospechosos de la operación que estábamos
investigando por fin en su 3ª fase P, tras el primer parón por el temor del
vecino que destapó el asunto.
En el segundo día de pesquisas - publicación, se
presentó en la redacción un médico conocido, de la familia propietaria de los
terrenos en cuestión. Encargó un pequeño anuncio que apareció en la misma
página donde al día siguiente seguimos con la información. Decía: «Ante la
situación creada sobre la finca rústica (...) la propietaria de dicha finca,
inscrita en el Registro (...) anuncia que la referida finca no ha sido vendida
a ninguna persona ni sociedad inmobiliaria».
Al día siguiente, 12.5.79, sábado, página última,
insertamos una nueva entrega, ésta de mayores proporciones que el anterior: un
texto principal, fotos de la visita facilitada por algunos de los afectados y
un despiece. Aquí ya empezamos a señalar con más descaro: «El gran tranque [en
el español de Canarias, tranque es sinónimo de estafa o timo]: los terrenos de
Las Galletas» finca ‘Los Erales’ o ’El Guincho’ no pertenecen a ninguna
inmobiliaria». El despiece decía: «Los estafadores buscaban todavía a más
vendedores / Un redactor de EL DIA acudió como aspirante». El texto principal
remitía al pequeño anuncio indicado y se contaba la historia del asunto: dos
catalanes adquieren de los propietarios una opción de compra, por una suma que
ascendía a 200 millones de pesetas. Dieron una señal de siete millones y se
comprometieron a abonar antes del martes 8 de mayo de 1979 una cantidad que
ascendía a 50 millones al contado y otros 64 millones en avales. Vencido el
plazo, no la pagaron, pero antes vendieron su opción de compra a otros
catalanes que desde el primer día montaron el negocio del que se informaba. Al
conocer la propiedad lo que sucedía, prohibieron el paso a la finca. Los
«vendedores» aseguraron, entonces, a sus potenciales compradores que, por el
fallecimiento del padre de uno de ellos, se suspendían temporalmente las
visitas a los terrenos. Cuando algún ingenuo comprador se personó por su cuenta
a ver su terrenito, un guarda jurado le impidió el paso y lo puso al corriente
de la situación: se empezaba a conocer parte de la entonces proyectada estafa.
En el despiece, se aludía a un anuncio insertado el
jueves día 10 de mayo en el propio periódico y casualmente el mismo día en que
se publicó el globo sonda, por el que se solicitaba gente con experiencia ‘en
cualquier sector de las ventas’, «para ocupar cargos directivos en nuestros
departamentos comerciales» y remitía al más importante hotel de la ciudad
[detalle que le prestaba credibilidad al anuncio]. El detalle lo destapó un
lector, que fue quien conectó el anuncio con la estafa.
El redactor Ricardo Peytaví, quien llevaba la
investigación, se presentó el viernes día 11 muy temprano en el hotel y
preguntó por el señor del reclamo, según el anuncio: le dijeron que no había
nadie registrado con tal nombre, pero que un cliente había avalado el jueves a
un amigo para poder recibir aquel día en el hotel las visitas que tuviera. De
aquel hotel de lujo lo remitió aquel cliente a un hotel más modesto de las
cercanías, pero debía preguntar por el señor Sánchez... Allí, Sánchez lo citó
para el lunes, día 14 de mayo... en las oficinas de la inmobiliaria, de nombre
muy raro. El mismo viernes día 11, el periodista se presentó en el edificio de
la inmobiliaria: el portero le dijo que llevaban allí un mes más o menos. Poco
después, el redactor regresó al hotel para hablar con el misterioso cliente que
había puesto el anuncio en el periódico, para recibir la respuesta con la que
cerró su testimonio: «Pudimos enterarnos que la de ayer [noche del viernes, 11,
al sábado, 12] sería la última noche que pasara en el Taburiente [nombre del
hotel]». Y concluía: «Hoy... ¿dónde estará? ¿Acudirá el lunes a la cita?».
4ª fase P: la presión.- El día 12, sábado por la tarde, se inició la 4ª
fase P, la presión de los vendedores sobre la redacción. Se presentaron en el
periódico los responsables de la inmobiliaria, varios vendedores y un numeroso
grupo de clientes. Formaban un apabullante conjunto de personas, algunas de
ellas, enfurecidas con los periodistas. Los clientes aseguraron que no se
sentían perjudicados, que les habían asegurado que quien lo deseara podía
retirar el dinero entregado. Los vendedores, con gran cantidad de papeles,
explicaron su punto de vista, todo muy legal: el problema estaba por cuenta de
la propietaria.
Así las cosas, en la siguiente edición, el martes
día 15.5.79, publicamos las cartas cruzadas entre compradores y propietaria de
los terrenos. Aquellos decían que habían descubierto vicios ocultos en el
contrato firmado y que no seguirían pagando «hasta que se aclare las cosas» [ya
había pasado el plazo], mientras anunciaban una denuncia ante la Guardia Civil
contra la propietaria por el pequeño anuncio donde decían que la finca no se
había vendido y por prohibirles la entrada en la misma. La propietaria
aseguraba que «se trataba de ganar tiempo, ante la proximidad de la fecha de
pago».
En la edición del viernes día 18.5.79 se publicaba
la última entrega de la redacción («La propietaria podría emprender acciones
civiles»), con unas declaraciones de uno de los vendedores catalanes, de nombre
Pallarés: «Me fui porque pasó lo que tuvo que pasar».
El día anterior, la inmobiliaria (otra modalidad de
4ª fase P) remitió al periódico un comunicado insultante en el que calificaba
de «noticias sensacionalistas» las aparecidas en el diario días atrás, que,
decía, «carecen de base y certeza». Ese mismo comunicado apareció publicado
íntegramente en el periódico Diario de Avisos (17.5.79, p. 28), en un
gran recuadro y con los tipos de gran cuerpo, por aquello de señalar al diario
de la competencia y de acuerdo con pautas impresentables que suelen ir contra
todo ejercicio honorable de periodismo de investigación: un periódico investiga
y los demás, que se quedan atrás, si pueden, echan tierra a los ojos de su
oponente. Además, lo que era una nota de prensa o comunicado de la
inmobiliaria, en ese periódico [entonces manejado, que no dirigido, por el noperiodista
más destacado de la historia de la prensa amarilla en Canarias] aparecía como
publicidad, o sea, como publicidad gratuita, algo nada ético, todo ello para
que el ataque al otro periódico contenido en la nota se viera mejor.
Aquel mismo día publicábamos unas palabras del
señor Pallarés, vendedor de la inmobiliaria, quien ya había viajado a
Barcelona, donde se le encontró: «Fui contratado (...) para ir a Tenerife a
impartir cursillos de venta, que es a lo que me dedico aquí en Cataluña. Yo no
era más que un empleado y por lo tanto desconocía las interioridades de la
empresa. Me fui porque pasó lo que tuvo que pasar (...) comprendan que ciertas
cosas no se pueden decir (...)».
5ª fase P: la prisión.- Por último, la 5ª fase P, la de prisión, que en
este caso fue, aparentemente, tal:
- el jueves 24 de mayo de 1979, El Día
publica en primera página esta noticia: «Uno de los ejecutivos de la
inmobiliaria Marchsefell ingresa en prisión / Ayer tarde, el juez le tomó
declaración y permanece en el depósito municipal de Granadilla». La noticia hacía
referencia al apoderado de la inmobiliaria, señor Zapata, uno de los que hizo
la visita a la redacción en una clara 4ª fase P, de prisión.
- el sábado 26 de mayo de 1997, se publica ésta
otra noticia (p. 43 / Última hora): «Nuevos detenidos en la presunta
estafa de la finca Los Erales / El Guincho» y esta vez se hacía referencia al
auto de prisión sin fianza del juez de Granadilla contra los señores Crespo,
Riera, Zapata y Paniés, algunos de quienes visitaron la redacción en su 4ª fase
P, de presión. Se indicaba asimismo que Riera, el abogado de la inmobiliaria,
no se había presentado ante el juez y que éste había dado orden de busca y
captura.
Concluida la quinta de las fases P, terminó el
asunto para el periódico: era más que suficiente; insistir no era del mayor
interés. Las cinco fases P se habían ido desarrollando tal y como señalaba la
teoría ahora expuesta en este trabajo.
*Trabajo
presentado en las jornadas sobre periodismo de investigación de la
Sociedad
Española de Periodística, celebradas
en la
Universidad de Vigo (Campus de Pontevedra, Galicia), en
octubre
de 1997 y publicada en el
número
V de la revista Estudios de Periodística,
Pontevedra,
mayo de 1998.
FORMA DE CITAR ESTE TRABAJO DE LATINA EN
BIBLIOGRAFÍAS:
Nombre del autor, 1998; título del
texto, en Revista Latina de Comunicación Social, número 9, de septiembre de
1998, La Laguna, en la siguiente dirección electrónica (URL):
http://www.lazarillo.com/latina/a/475fp.htm