Expresión verbal
en la comunicación mediática
(1.647 palabras)
Lic. Mirta Clara Echevarría ©
Universidad Nacional de Córdoba
República Argentina
Escribir sería el
"leer" convertido en producción, industria: la escritura - lectura.
Julia Kristeva
INTRODUCCIÓN
Gran parte del mundo está recorriendo un puente
entre dos eras comunicativas; entre la "era audiovisual en la comunicación
social" -con el televisor como soporte fundamental- y otra, que gira
alrededor del ordenador, la llamada era digital o "era de integración de
los sistemas informativos y comunicativos" (Martín Serrano:1996).
Parecería, entonces, anacrónico o -al menos-
extemporáneo centrar estas reflexiones en la expresión verbal. Sin embargo, lo
lingüístico participa con gran peso e, incluso, configura el entramado del
lenguaje de los medios. A pesar de las mediaciones y de los cambios de soportes
de esas mediaciones, la lengua sigue formando parte de los lenguajes
mediáticos. Se integra con lo icónico en la comunicación gráfica; con efectos y
música, en la radio; con imagen y sonido en televisión y ordenadores. Por lo
tanto, el dominio de la expresión verbal, de las estrategias discursivas es
condición 'sine qua non' para quien trabaja en y para los medios.
Ese dominio no se refiere sólo a la corrección
sintáctica o morfológica o a la conveniencia semántica sino a la toma de
conciencia de la dimensión social del lenguaje y a la pertinencia de su
estudio. Me refiero al conocimiento de los diversos factores que intervienen en
la comunicación discursiva como proceso de producción de sentido.
LA DIMENSION SOCIAL DEL LENGUAJE
El comunicador social realiza sus producciones
discursivas sobre la base de una lectura de los discursos ajenos (1). Lee las
palabras de figuras públicas, de encuestas, de sus propios colegas. Lee y, a
partir de esa actividad, interpreta, critica, parodia o satiriza.
La lengua, dice Lotman, es un sistema modelizante
primario de la realidad; si a ello se le suman el contexto, el marco y las
circunstancias comprendemos las variaciones de sentido que pueden atribuirse a
las manifestaciones verbales.
La formación del comunicador implica el desarrollo
de la competencia lectora junto a la escritural. Capacitarse como receptor,
para actuar como emisor, significa bucear en busca de los comportamientos
sociales subyacentes en todo texto. En comunicación social, como en la vida
cotidiana, cada vez que utilizamos nuestra palabra incluimos la palabra de
otro/ de otros, dialogamos con ella.
Mientras seleccionaba el orden de este trabajo, me
persiguió el recuerdo de un relato de Julio Cortázar: "Acerca de la manera
de viajar de Atenas a Cabo Sunion", que se encuentra en "La vuelta al
día en ochenta mundos" (Tomo I, p.95) (2).
La historia es la siguiente: el narrador está a
punto de realizar un viaje a Grecia y desea acercarse a Cabo Sunion partiendo
desde Atenas. Antes de viajar, escucha el relato que hace un amigo de ese
itinerario; el amigo narra con placer, con tanto que su experiencia queda
vívidamente marcada en la memoria del futuro viajero.
El narrador, a su vez, realiza el viaje y todo lo
que experimenta le resulta deslucido cuando lo compara con el recuerdo que él
tiene de la narración de su amigo. Incluso más, de vuelta en París, cuando
cuenta su paseo lo que "ve" es el paseo de su amigo.
Llega a la conclusión de que nuestra memoria no es
nuestra, trabaja por su cuenta pero cumple un papel fundamental en nuestras
vidas.
Toda manifestación discursiva entreteje y hace
suyos no sólo los relatos de amigos viajeros, sino los hábitos, los usos, las
valoraciones sociales, está condicionada por mecanismos socio-históricos; en el
caso de los discursos mediáticos parece lógico situarse dentro del marco de
instituciones fácilmente identificables.
La comunicación verbal no puede quedar planteada
solamente como la relación entre un sistema abstracto de lengua y una
producción individual; en el uso individual del sistema lingüístico transitan
evaluaciones sociales que representan distintos modos de vida, de concepciones
de mundo.
En la comunicación mediática, lo verbal se integra
con otros lenguajes para -mutuamente- reforzarse, servir de anclaje o de
contrapunto. Establecida esta aclaración, puedo citar como ejemplo un programa
del género de los llamados "reality shows": "Quién sabe
dónde" de la televisión española. La búsqueda de personas desaparecidas
tiene como objetivo manifiesto restablecer vínculos familiares, tratar temas de
interés humano; bajo la presentación de las búsquedas y su dramatización pueden
hacerse múltiples lecturas acerca del concepto de familia y de las relaciones
humanas, en general.
A menudo, mientras el animador del programa -con su
expresión verbal- apela a la discreción y al respeto por las decisiones
personales, las imágenes y la música arman un escenario, en muchos casos
contrapuntístico, mostrando la sordidez de los entornos o la rigidez de las
conductas.
El público demandante -convertido en protagonista
por un día- expone (3), en sus relatos, axiologías palpables: la de una etapa
histórica de España, la de su grupo social, cuando no el deseo simple y llano
"de salir en la tele".
Quien habla -o escribe- da una imagen de sí; esta
modelización del emisor se va armando en las estrategias discursivas. En las
expresiones de los participantes aparece, de manera explícita o velada, su
ideología y esa ideología es una construcción social, una evocación de otras
voces que se entretejen en el lenguaje.
DIALOGISMO. LA IMAGEN DEL OTRO
No es sólo la imagen del enunciador y su intencionalidad
lo que puede detectarse en un texto; todo mensaje prevé su modelo de receptor,
su enunciatario, el otro al que el discurso va dirigido.
Un enunciado es un cruce de voces que dialogan: la
del emisor, la del destinatario, la de textos anteriores (considerando que la
cultura es también un tipo de texto). El dialogismo, dice Bajtin, es el
principio constitutivo del discurso.
La previsión del destinatario, de ese lector modelo
del que habla Eco, requiere el conocimiento de las restricciones de su discurso,
de su enciclopedia y de su capacidad para interpretar presupuestos y
sobreentendidos.
En la ciudad de Córdoba -Argentina- hay dos
importantes emisoras radiofónicas de amplitud modulada. Con ligeras variantes
de estilo de sus animadores, los programas de la mañana apelan a un receptor
claramente determinado. A las diez de la mañana, el animador y un periodista
discuten el tema del día; con dudosa frecuencia disienten en algún aspecto,
presentan posturas superficialmente opuestas. Proponen, entonces, que los
oyentes opinen. Ellos -sus llamadas telefónicas- son, en última instancia, los
que junto con la música y la publicidad "hacen" el programa.
Para que el oyente intervenga, se ha diseñado su
imagen, alguien que comparte las mismas ideas, los mismos valores. El programa
lo "hacen" los oyentes, porque para ellos fue hecho. Este receptor
previsto en el discurso radiofónico se asentaría -salvando las distancias- en
lo que Verón denomina la creencia presupuesta del destinatario positivo (el que
adhiere a la propuesta, el que no se le opone), como si formara parte de un
colectivo de identificación (4).
Productos como los antes mencionados mantienen un
público y, sobre todo, un mercado. Reiterativos, recurrentes, no apuestan a la
creación o a la reflexión. Son opciones que cada comunicador realiza en el
desempeño de su tarea.
A MODO DE SÍNTESIS
El lenguaje, en esta dimensión, está concebido más
allá de un medio de expresión o de manifestación del pensamiento. A través de
la interacción verbal, oral y escrita, se constituye propiamente un tejido
social y se ponen en circulación todo un universo de símbolos, representaciones
e imaginarios sociales, que reconocemos como cultura (Alvarado Jiménez: 1994).
Mi postura, espero se haya hecho evidente, no es la
de un comunicador social sino la de quien intenta realizar aportes para la
formación del comunicador.
Si nos limitamos a tratar la expresión verbal como
una mera relación entre significantes y significados perderemos su dimensión
social, su participación en los procesos de construcción cultural.
El estudio de la dimensión social del lenguaje
entraña mucha complejidad; a pesar de ello, creemos que su análisis asociado a
sus condiciones de producción permite comprender mejor los mecanismos de dicha
producción, su naturaleza y sus transformaciones.
La propuesta es oír y hablar, leer y escribir. Leer
es ubicar una obra en un espacio discursivo, relacionándola con otros textos y
con los códigos de ese espacio y escribir es una actividad similar: la toma de
posición en un espacio discursivo.
Notas
BIBLIOGRAFÍA
- ALVARADO JIMENEZ, Ramón; "Hacia una
etnografía de la comunicación oral"; en AAVV; Foro departamental de
Educación y Comunicación; UNAM; México; 1994.
- BAJTIN, Mijail; Estética de la creación verbal;
Siglo XXI Editores; México; 1982.
- BAJTIN, Mijail por TODOROV, T.; Mikhail Bakhtine,
Le principe dialogique; Du Seuil; París; 1981.
- BENAVIDES, Juan; Los escenarios de la
comunicación mediática; Telos Nº44; Madrid; dic.1995/febrero 1996.
- ECO, Umberto; Lector in fabula; Lumen; Barcelona;
1987.
- MARTIN SERRANO, Manuel; "Las
transformaciones sociales vinculadas a la era audiovisual" en AAVV;
Comunicación Social 1995/Tendencias; FUNDESCO; Madrid; 1996.
- VERON, Eliseo; "La palabra
adversativa", en AAVV; El discurso político. Lenguajes y acontecimientos;
Hachette; Buenos Aires; 1987.
- VOLOSHINOV, V.; "El discurso en la vida y el
discurso en la poesía" en TODOROV, T.; Le principe dialogique; Seuil;
París; 1981.
FORMA DE CITAR ESTE TRABAJO DE
LATINA EN BIBLIOGRAFIAS: Nombre del autor: título del
artículo, en Revista Latina de Comunicación Social número 5, de mayo de 1998;
La Laguna (Tenerife), en la siguiente URL: http://www.lazarillo.com/latina/a/95mirta.htm |