[Febrero de 2000]
La
prensa amarilla y los extraterrestres
(2.136 palabras – páginas)
Lic. David R. Díaz ©
Chihuahua (México)
No hay duda de que uno de
los temas que más recursos genera a los mecenas del cine y de la prensa
amarillista es el de los extraterrestres.
Prácticamente todas las
revistas de corte sensacionalista recurren a menudo al tema de los
extraterrestres para tratar de explicar algún “misterio”, sea auténtico o
inventado, con el fin de atraer la atención de los clientes.
También son numerosos los
programas de televisión que ganan millones de dólares en publicidad por ofrecer
algún tema de seres de otros planetas.
Los casos de “hombrecitos”
aparecidos en Roswell, el Popocatépetl, Machú Pichú, Ensenada y cientos de
lugares más son presentados indiscriminadamente con una gran cobertura
informativa, pero curiosamente sólo cuando la expectación por descubrir algún
ser de otro planeta o galaxia está latente.
No obstante, el continuo
descubrimiento de fraudes como el caso de las maquetas fotografiadas por el suizo
Edward Meyer a principios de los años noventa se dejan en el olvido haciendo
creer al público que las fotografías presentadas en un principio sí eran
auténticas.
Ese continuo bombardeo de
“avistamientos”, en realidad ha sido más producto de un fenómeno de
comunicación que sustentado en hechos. La prueba está en que nadie, hasta
ahora, ha aportado elementos indiscutibles o evidencias válidas de los
famosísimos seres inteligentes que provienen del planeta que sea, pero son la
minoría, quienes dudan de su existencia.
Durante el pasado decenio,
se puso de moda en Estados Unidos y América Latina acusar a los extraterrestres
de las mutilaciones de ganado que sucedían en el Medio Oeste. Las vacas
aparecían muertas, sin sangre, con agudas incisiones en sus partes blandas y
órganos vitales. Casos inexplicados que, avivados por la prensa sensacionalista
y paranormal, entraron también a formar parte del mundo de los platillos
volantes.
De
nada valió que los casos fueran explicables como muertes naturales y la posterior
acción de pequeños depredadores (como las ratas). La explicación más colorista
de que los extraterrestres Chupacabras necesitaban la sangre de las vacas para
sobrevivir fue aceptada por muchos ufólogos (creyentes de los seres
extraterrestres) como parte de una conspiración a gran escala, que incluye
experimentación genética con humanos y bases supersecretas en las que
terrestres y extraterrestres comparten tecnología. Por ejemplo, en Nevada se
menciona a menudo el Área 51, un lugar donde algo oscuro, secreto y terrible se
hurta al conocimiento del público.
Más de lo mismo aparece
reforzado por toneladas de artículos y libros, así como miles de horas de
vídeos y dibujos animados, sin embargo ni una sola prueba fehaciente.
Curiosamente,
las pruebas de todo esto consisten en documentos falsificados, afirmaciones de
personas que luego acaban en tratamiento psiquiátrico y la consabida colección
de fotos borrosas. El mito ovni se ha dejado vestir también con las teorías de
grandes conspiraciones: desde la muerte de JFK a un gobierno mundial dirigido
por extraterrestres y humanos, control mental de personas mediante implantes
craneales que son comandados mediante ondas de baja frecuencia y un largo
etcétera de fenomenologías dignas de la serie de gran popularidad ‘Expedientes
secretos X.’
Los creyentes en todo esto,
denominados también conspiranoicos, alimentan su fe contra todas las pruebas en
contra, ya sea científicas, históricas, testimoniales o de sentido común.
Ejemplo claro de esto es la
famosa película del extraterrestre de Roswell, todos ellos apoyaron su
veracidad porque confirmaba sus teorías de conspiraciones entre militares y
extraterrestres. Cuando se vio claramente que todo era un fraude, empezaron a
acusar a los militares de hacerlo para establecer una cortina de humo que
desprestigiara a los investigadores de casos como el de Roswell a la vez que
ocultar la verdad. Quienes intentan evidenciar la falta de rigor de todas estas
paranoias también son acusados de ser agentes de la CIA.
Más casos se han observado
en México, donde varias personas observaron objetos luminosos durante un
eclipse total de Sol a mediados de 1994, para muchos de ellos no eran más que
asteroides, pero los autonombrados “investigadores del fenómeno ovni”
descubrieron que no había tal posibilidad porque confirmaron que cerca del
punto observado no había actividades de cuerpos celestes.
Su “descubirmiento” fue
lanzado con bombo y platillo por toda la prensa sensacionalista a lo largo y
ancho del país, destacando especialmente el “vidente” Jaime Maussan, quien
durante una entrevista con expertos en astronomía aseguraba que ningún
asteroide de tamaño regular se había visto en el punto de los objetos
luminosos, así que invitó a los expertos a dar su testimonio en televisión.
Lo gracioso surgió entonces
durante el interrogatorio cuando el especialista aclaró mediante un vídeo que
efectivamente no eran asteroides los objetos voladores, sino simples satélites
de observación climatológica, los cuales son visibles especialmente durante un
eclipse por efecto de la refracción de luz solar sobre la superficie de la
luna.
- Bueno, dijo Maussan, ésa
es su opinión.
- Definitivamente,
respondió el prestigiado astrónomo. Estoy seguro de lo que digo...
Y se fueron a un corte
comercial.
Después de un largo
silencio de varios meses se retomó el tema, pero ya con menos ánimos.
En otras partes del mundo,
por ejemplo en España, el proceso de desclasificación llevado a cabo por el
Mando Operativo Aéreo (MOA) del Ejército del Aire fue objeto de duras críticas
por medios comerciales que basan su existencia en la divulgación
sensacionalista.
Existe un amplio y
productivo mercado en torno a las supuestas visiones de fenómenos extraños
-asociados en la mentalidad popular a aeronaves de procedencia extraterrestre e
implícitamente defendidos como tales por estos medios amarillistas-, de tal
forma que continuamente se hacen eco de nuevos avistamientos, que transcurrido
un tiempo caen en el olvido y no se publica jamás explicación alguna para el
supuesto misterio, cuando es sabido que la inmensa mayoría de estos sucesos
tiene una explicación prosaica. Cuando el informador no tiene escrúpulos,
comercia con la credulidad de la mayoría
El ‘periodismo ufológico’
ha generado diversas leyendas dentro del gran mito de los ovnis. Entre ellas,
se encuentra la ocultación oficial de información trascendental al gran
público. En el mundo ufológico, tal proceder se suele denominar con el término
anglosajón cover-up.
Los cultivadores del
misterio no podían permitir que tal iniciativa se desarrollase armoniosamente y
desde sus inicios lanzaron una campaña de desprestigio -concretada en múltiples
calumnias y acusaciones de que se estaba censurando y manipulando la
información antes de ser entregada- contra el proceso de desclasificación, sus
responsables militares y el principal impulsor civil del mismo, el investigador
valenciano Vicente-Juan Ballester Olmos.
El primero hace referencia
a una observación ocurrida el 25 de febrero de 1969, cuando un avión comercial
divisó un ovni cuando hacía la ruta Palma de Mallorca-Madrid. En el expediente
desclasificado en mayo de 1993, faltaría, según los periodistas, parte de las
informaciones que en 1976 el Estado Mayor del Aire había entregado a un
novelista relativas a este suceso. Si lo normal era pensar que, por alguna
causa todavía desconocida, esa parte de la información no se había
desclasificado, los manipuladores profesionales lanzaron el infundio de que se
trataba de una prueba de la «manipulación».
El 2 de enero de 1975 un
objeto no identificado sobrevoló a baja altura el polígono de tiro de Las
Bárdenas Reales (Navarra), siendo contemplado por diversos soldados y
suboficiales. Desde la desclasificación del informe oficial en julio de 1994,
diversos autores sensacionalistas han acusado públicamente al Mando Operativo
Aéreo de manipular el documento 0023 del citado expediente, un escrito firmado
el 11 de enero de 1975 por el entonces
teniente general
Carlos Franco Iribarnegaray, jefe de la Tercera Región Aérea, en el que éste
daba su interpretación personal del caso, aclarando los hechos. Documento que a
continuación se reproduce:
|
“Las principales críticas
al documento se han centrado en la tipografía de su redacción. Diversos
articulistas insinuaron que el citado documento estaba amañado, argumentando
que el documento estaba escrito en una moderna impresora láser o de chorro de
tinta. De esta forma, el documento 0023 sería un texto ajeno al expediente y
confeccionado recientemente con un ordenador, tal y como parecen indicar
algunos peritajes realizados sobre el texto. Si así fuera, ¿por qué se incluyó
este documento en el informe desclasificado?, se preguntaban los periodistas
del misterio, refractarios a cualquier explicación lógica de hechos
supuestamente anómalos.
Al parecer, algunos
expertos informáticos consultados habrían afirmado que no existía este tipo de
máquinas en España en enero de 1975, acusando seguidamente al Ejército del Aire
de falsificar el informe oficial.
Ante tales aseveraciones,
el investigador catalán Joan Plana Crivillén procedió a consultar la cuestión
del documento 0023 en diversas empresas especializadas en ofimática. Las
respuestas fueron unánimes y coincidentes: a) las máquinas de escribir
eléctricas aparecieron en el mercado comercial español en los primeros años 70,
por lo que enero de 1975 su uso era ya frecuente; y b) el documento 0023 casi
con toda seguridad había sido redactado por medio de una máquina eléctrica.
Verificados estos puntos,
sólo cabía solicitar explicaciones. Así se hizo a la Jefatura de la Tercera
Región Aérea con sede en Zaragoza, sobre si actualmente había forma de
confirmar la existencia y uso en enero de 1975 en dicha jefatura de máquinas de
escribir eléctricas con las que se hubiera podido redactar el controvertido
documento 0023.
La constatación, con
fecha 26 de noviembre de 1996 y firmada por Eugenio Veiga Pita, general jefe
del Mando Aéreo de Levante y de la Tercera Región Aérea, y que seguidamente
reproducimos. Quedaba demostrado así el móvil calumnioso de los articulistas de
misterios.
Por
último, el coronel Antonio Munaiz Ferro-Sastre, ex juez informador de la Zona
Aérea de Canarias para incidentes ovni, con el que tuve la oportunidad de
conversar en mayo de 1997 en Las Palmas de Gran Canaria. Algunos medios
comerciales habían puesto en su boca afirmaciones que era importante
contrastar. Entre ellas, la aparecida en ‘Más allá’ de 1995, cuando el coronel
habría declarado a un columnista de esta publicación que «saben más que lo que
dicen», en alusión directa al proceso de desclasificación. Su reacción a tal
escrito fue tajante: «Eso no lo he dicho yo». Se daba a entender que el
Ejército del Aire está intentando ocultar pruebas importantes sobre los ovnis.
Y repitió: «Eso no lo he dicho yo; ni lo creo». Lógicamente, hay más
información de lo que ha desclasificado el MOA: nombres de testigos y planos de
instalaciones aéreas, que por razones obvias no pueden ser de dominio público.
Una
reciente información de otra revista del ramo del misterio, ‘Año cero’, en su
número de mayo de 1999, afirmaba refiriéndose al coronel Munaiz: «Mostró
cinismo y desconfianza respecto a la transparencia de la desclasificación, e
incluso se permitió duras críticas contra los ufólogos españoles que han
colaborado con el ejército en la polémica desclasificación ovni». A lo que me
comentó: «Es que meten unas cosas... ¡Cómo voy a decir yo, coronel del Ejército
del Aire... me voy a meter con el MOA! ¡Por Dios!» Entre gestos de indignación,
el coronel Munaiz negó haber hecho tales afirmaciones.
Este tipo de maniobras y
falsedades han sido frecuentes en medios sensacionalistas para empañar la labor
de algunos investigadores civiles (fundamentalmente Vicente-Juan Ballester
Olmos y Joan Plana) y del proceso de desclasificación, que culminó exitosamente
en noviembre de 1996, entregando a la opinión pública un total de 75
expedientes que contienen 97 casos ovni, conformando un volumen de unas 1.900
páginas de información, materia prima para los estudiosos guiados por el rigor
y la objetividad.
¿Lo puede demostrar?....
Prácticamente cada día lo
vivimos con supuestos avistamientos, “nadie los puede negar” afirman los
creyentes, pero ¿lo pueden demostrar?....
Luego de publicar un
artículo sobre el caso del extraterrestre Roswell en la sección Magazine de un
diario local, un supuesto campesino nos habló por teléfono para expresar su
enojo contra una nota que él juzgaba falsa, ya que la mayoría de los medios
informativos afirmaban casi sin escrúpulos la veracidad del vídeo Roswell donde
aparecía una supuesta autopsia de un extraterrestre.
La nota que publicamos
nosotros hacía referencia a las pruebas que alegaban expertos en contra del
polémico vídeo filmado supuestamente en 1947. Entre otras cosas se demostraba
que los participantes ni eran médicos, ni la autopsia era real, ni la
constitución física del extraño humanoide era posible, incluso el teléfono que
aparecía en el filme era mucho más moderno.
Ante tales aseveraciones,
el supuesto campesino nos reclamaba por teléfono una actitud “abierta” a lo que
finalmente le dijimos
-
¿Lo puede demostrar?
-
- “Es que yo vi un plato volador en mi rancho... por eso lo afirmo”.
-
De acuerdo -le contestamos- traiga usted una sola prueba de lo que dice,
y le aseguramos que mañana mismo aparecerá en primera plana...
Naturalmente, pasaron los
meses y nunca se presentó.
FORMA DE CITAR ESTE TRABAJO DE LATINA EN
BIBLIOGRAFÍAS:
Nombre del autor, 2000; título del
texto, en Revista Latina de Comunicación Social, número 28, de abril de 2000,
La Laguna (Tenerife), en la siguiente dirección electrónica (URL):
http://www.ull.es/publicaciones/latina/aa2000sab/117david.html
Revista Latina de Comunicación Social
La Laguna
(Tenerife) - abril de 2000 - número 28
D.L.: TF - 135 -
98 / ISSN: 1138 – 5820 (año 3º)
http://www.ull.es/publicaciones/latina