[Febrero de 2000]
La imagen en el periodismo
(4.990
palabras – páginas)
Dr. Carlos Abreu Sojo ©
Profesor de la Escuela de Comunicación Social de la
Universidad Central de Venezuela. Doctor en Ciencias de la Información por la
Universidad de La Laguna
Para hablar de la imagen periodística es necesario comenzar por hacer
referencia al concepto tradicional de imagen, vocablo que parece provenir de la
raíz indo-báltica-céltica: yem, lexema original que significa “hacer doble” o
“fruto” (Busquets, 1977: 99).
La acepción etimológica de la palabra nos indica que está relacionada
con el sustantivo latino “imago”, que significa figura, sombra e imitación, y
con el griego “eikon”, vale decir, icono o retrato (Font, 1981: 8).
Manuel Alonso y Luis Matilla (1990: 15) entienden por imagen la
reproducción parcial de algo, de una realidad que se asemeja a otra, y cuando
hablan de realidad, se refieren a aquello que “termina en sí mismo”.
Para John Berger (1975: 15-16) una imagen es una visión recreada o
reproducida. Es una apariencia que ha sido separada del lugar y el instante en
que apareció por primera vez y preservada por unos momentos o siglos.
Lluis Busquets (1977: 101) dice que la imagen “visual” es una
representación material -en papel, cartulina, hierro o pantalla- de los
contornos visuales de las cosas. Otro concepto, propuesto por José María
Casasús (1973: 25), define a la imagen como un figura o representación mental
de alguna cosa percibida por los sentidos.
Mariano Cebrián Herreros (1988: 323) considera que la imagen -manual o
técnica- es un reflejo de la configuración aparente de los objetos y de las
acciones, y tiene como referente a la realidad. Olga Dragnic (1994: 31) define
a la imagen como la representación material de una persona, cosa o situación.
En opinión de Ignacio de la Mota (1994: 711), la imagen es una
representación figurativa, y constituye la base o unidad de la ilustración y,
“en sentido nato”, la fotografía de los objetos, ambientes o personas.
No sabemos que quiere significar De la Mota al decir “en sentido nato”,
pero lo cierto es que si bien la fotografía es una de las modalidades de imagen
más importante, obviamente no es la única. Por lo demás, aunque la imagen es la
base de la ilustración, su uso en algunos casos va más allá de ser un mero
acompañamiento del texto. Volveremos sobre este punto.
A juicio de Margarita D’Amico (1971: 86), la imagen es la representación
más inmediata de una realidad sobre una superficie. Abraham Moles (1991: 24)
asevera que la imagen es un soporte de la comunicación visual que materializa
un fragmento del entorno óptico o universo perceptivo, susceptible de
“subsistir a través de la duración”, y que constituye uno de los componentes
principales de los medios masivos.
María Moliner, quien ofrece varios conceptos, dice que la imagen es la
reproducción de un objeto en dibujo, pintura y escultura. Asimismo, sostiene
que es la figura de un objeto formada en un objeto, en una pantalla, la retina
del ojo, una placa fotográfica, etc., por los rayos de luz, o de otra clase,
que parten del objeto (En Zunzunegui, 1989: 12). Mientras, a juicio de José
Martínez de Sousa (1992: 237) la imagen es la materialización, en un soporte
generalmente plano o de dos dimensiones, de un fragmento de la realidad
tridimensional cuyo contenido suele ser identificable.
Por último, Nazareno Taddei (1979: 25-26) entiende por imagen lo que
reproduce -es decir, hace dobles- los contornos de la cosa representada y llega
a ser expresiva o comunicante “por virtud de tal reproducción”.
A juicio de este autor, la imagen como expresión es aquel tipo de
reproducción -icónica o gestual- de los contornos en contornos, de la que el
hombre se ha servido siempre para expresar sus sentimientos, y que ha dado
origen a diversas formas expresivas no verbales como la pintura, la escultura,
la pantomina, y otras semejantes.
De otro lado, Taddei asegura que la imagen como comunicación es aquel
tipo de reproducción de los contornos en contornos visuales y/o auditivos o
audiovisuales que han servido y siguen sirviendo al hombre para dar a conocer a
los demás los conocimientos o el pensamiento propio.
Como se observa, pese a algunas diferencias entre las definiciones
tradicionales [1](1)
sobre imagen, el común denominador de ellas indica que ésta guarda cierta
similitud o semejanza con el objeto al cual representa. A tal efecto, diversos
autores han hecho referencia a los diferentes niveles o escalas de iconicidad
presentes en una imagen, las cuales nos serán útiles al momento de clasificar
las imágenes periodísticas.
Por ejemplo, a comienzos de los años 70 Abraham Moles propuso su escala
de iconicidad[2] (2)
decreciente o de abstracción creciente a partir de esta semejanza con lo
denotado, es decir, con lo que muestra la imagen.
Los extremos de esa escala son el objeto, que tal cual es, poseería una
iconicidad total, mientras que la palabra que lo designa tendría, por el
contrario, una iconicidad nula, así como las ecuaciones y fórmulas.
La escala contempla dentro de las modalidades más icónicas a la
fotografía tridimensional y a los dibujos mientras en los niveles más
abstractos, además de los ya mencionadas, están los organigramas y las figuras
geométricas (Moles, 1991: 104).
Justo Villafañe (1985: 41-42) propone una escala de once grados, luego
de criticar la de Moles por considerar que puede servir para la clasificación
de esquemas y símbolos “normalizados”, pero resultar “bastante ineficaz” cuando
se aplica a la imagen.
En el nivel más elevado coloca a la “imagen natural”, la cual está
ligada, según él, a una función pragmática de reconocimiento. Luego, en un
orden decreciente de iconicidad, Villafañe pone, respectivamente, en los grados
10, 9, 8, y 7 a los modelos tridimensionales a escala, a la imagen de registro
estereoscópico, a la fotografía en color, y a la fotografía en blanco y negro,
que están unidos a la función pragmática de descripción.
Los niveles 6 y 5, a su juicio, corresponden a la pintura realista y a
la representación figurativa no realista, que cumplen con una función
artística. En los grados 4, 3, y 2
están ubicados, respectivamente, los pictogramas, los esquemas motivados y los
esquemas arbitrarios[3]
(3), cuya función es netamente informativa.
Por último, en el nivel más abstracto de iconicidad, vale decir, en el
uno, está la representación no figurativa que, a juicio, de Villafañe, cumple
una función pragmática de “búsqueda de nuevas formas de expresión visual”.
Sin pasar a juzgar cuál de las dos escalas resulta más idónea para
explicar el asunto de la iconicidad ambas coinciden -con sus matices
diferenciales- en colocar en sus extremos opuestos a las fotografías y a las
representaciones no figurativas. Estas últimas se consideran signos icónicos
porque “reproducen la forma de las relaciones reales a las que se refieren”.
(Pierce, en Peltzer, 1991: 43)
La iconocidad, como nos lo advierte Joan Costa (1992: 65), es en buena
medida resultado de la subjetividad y la personalidad creativa de quienes
manejan las técnicas de producción icónica y de cómo las usan. Así, a juicio de
este autor, una fotografía de las flores es más icónica -o semejante
perceptualmente a su modelo real- que las flores pintadas por un artista
cubista. Del mismo modo,
una fotografía en color es más icónica que una fotografía en blanco y
negro; un retrato es más icónico que una caricatura .. un mapa o el plano de
una ciudad son menos icónicos que una fotografía aérea; un esquema, un diagrama
o un organigrama apenas son icónicos de aquello que representan; una fórmula
química o matemática o una página
escrita son todavía menos icónicos, menos semejantes a lo que representan
-grado cero de iconicidad-...
No está de más decir que la percepción del grado de iconocidad es algo
selectiva y depende de factores culturales. En este sentido, Domenec Font
(1981: 17) asevera que probablemente para los autores de las pinturas
prehistóricas el grado de iconicidad era alto. En cambio, añade, para nosotros
no lo es, toda vez que no comprendemos las convenciones que llevaron a una
representación de tales características.
La imagen periodística, si bien no contempla algunas de las variantes
incluidas por Moles y Villafañe -por ejemplo la pintura realista o la imagen
estereoscópica-, de alguna manera reproduce los niveles de iconocidad
decreciente o de abstracción creciente incluidos en las escalas de ambos
autores.
De modo que en los extremos de mayor nivel de iconicidad están la
fotografía, y el dibujo documental. Posteriormente hay que ubicar a la
caricatura, y en los niveles más abstractos los organigramas, las tablas[4]
(4) y las “Cajas de hechos” o “Cuadros resúmenes”. También habría que incluir
modalidades como el dibujo abstracto, presente como ilustración en algunos
textos, y a los gráficos estadísticos, los cuales apuntan hacia los niveles más
abstractos.
Supongamos que esa escala contemple, en orden decreciente de iconicidad,
del 8 al 1. En el 8, como hemos visto, podrían estar las fotografías a color,
en el 7 las fotos en blanco y negro, en el 6 los dibujos realistas, en el 5 los
mapas, en el 4 las caricaturas [5]
(5) y los dibujos simbólicos, en el 3 las pictografías, en el 2 los gráficos
estadísticos, mientras que en el 1 estarían los organigramas. El cero
correspondería a las tablas y a las cajas de hechos.
Las infografías oscilarían entre diferentes grados ya que si bien la
mayoría utilizan dibujos documentales con un alto grado de figuración, y hasta
fotografías, otras se valen de recursos como los mapas, que apuntan hacia un
nivel más bajo de iconicidad en la imagen.
Es conveniente señalar que algunos autores como Charles Pierce, Thomas
Mitchell y José Ramón Esparza distinguen las imágenes fotográficas de las
icónicas por ser ellas, según su criterio, signos naturales de tipo analógico o
indicial -suerte de huella de la realidad- y no signos convencionales de tipo
icónico (en Peltzer: 1991: 22).
Empero, otros especialistas, entre los cuales hay que incluir, además de
a Moles y Villafañe, a Umberto Eco, Santos Zunzunegui, Lorenzo Vilches y
Valeriano Bozal, consideran lo contrario. Para Eco, por ejemplo, lo icónico no
excluye la fotografía.
Según el profesor de Bolonia (1974: 22), lo que ocurre es que los signos
icónicos son convencionales y no poseen las propiedades de la cosa
representada, sino que transcriben, según un código, algunas condiciones de la
experiencia.
En la misma línea de Eco, Valeriano Bozal define al icono como aquel
signo que está en lugar de otra cosa, a la que sustituye porque la representa.
En tal sentido, asevera que es difícil aceptar que un retrato posee propiedades
de la persona retratada:
No es de tela el retratado, ni plano, ni de su
tamaño (...) En cuanto objeto, el cuadro no posee ninguna de las propiedades
del retratado, en el mundo de lo puramente fáctico, ambos son “cosas”
diferentes. Lo que se parece es su figura. (Bozal, 1987: 38)
De manera que quien mira un retrato y establece un parecido prescinde de
muchos rasgos, precisamente aquéllos que constituyen la materialidad misma de
la persona o cosa, y atiende solamente a otros. Dicha selección supone un tipo
concreto de figuras y una manera concreta de percibir.
En otras palabras, quien mira al retrato lo hace como lo que es, un
retrato; mira la fotografía, pintura o dibujo como tal, y a partir de ese nivel
afirma si el sujeto u objeto que allí está representado se parece o no.
Pero más allá de esta polémica, cuyas disquisiciones escapan a este
trabajo, lo importante es que la llamada iconicidad -al margen de que uno se
pronuncie por alguno de los autores antes citados- permite un primer
acercamiento hacia la clasificación de las imágenes periodísticas, toda vez que
conlleva marcas formales que, como veremos, diferencian una categoría de otra.
En la sociedad observamos imágenes por doquier. Las vemos en nuestro
entorno hogareño al leer un libro, al contemplar un cuadro, y a veces hasta en
la ropa. Al salir a la calle el bombardeo icónico continúa. Vallas, afiches,
estatuas, tiendas, iglesias, centros educativos, e incluso los baños, entre
muchos otros lugares, hacen uso de las imágenes con fines estéticos pero
también con propósitos informativos.
No obstante, dichas imágenes no tienen un móvil periodístico, al
contrario de lo que sucede con muchas de las que se divulgan a través de medios
de difusión como la prensa, la televisión, Internet y, en menor medida, el
cine.
En estos últimos, los hechos a ser registrados, por el lente del
reportero gráfico o por la mano del ilustrador, caricaturista o infógrafo,
deben tener una serie de cualidades para que sean dignos de ser divulgados como
mensajes periodísticos iconográficos.
Por ejemplo, esos hechos han de ser novedosos, es decir, brindar algún
tipo de conocimiento a los destinatarios. En ocasiones, la carga de novedad es
mínima, como en el caso de aquellas informaciones que se repiten con frecuencia
-verbigracia, los crímenes en los barrios caraqueños- y que quizás se
diferencian tan solo porque los protagonistas no son los mismos.
Mas en otras circunstancias, la carga de novedad es sumamente elevada.
Por ejemplo, el descubrimiento de Viagra, la píldora contra la impotencia
sexual, los experimentos en búsqueda de una vacuna contra el sida, el
descubrimiento de un nuevo virus, etc.
Obviamente, dentro de estos dos extremos se sitúan una gran cantidad de
hechos cuyo nivel de novedad adquiere diferentes matices. En cualquier caso,
este ingrediente, cualidad, o atributo de los hechos dignos de convertirse en
noticia siempre está presente.
Al lado de la novedad hay que considerar la actualidad. Mientras la
primera se refiere, como hemos dicho, al grado de conocimiento que conlleva la
información, la segunda está relacionada con el momento en que ha ocurrido el
hecho, convertido posteriormente en relato escrito o imagen periodística.
Muchas veces esa relación temporal entre el instante en que sucede el
hecho y el momento en que se difunde es inmediata o se da en cuestión de horas.
Mas en otras ocasiones las versiones de los hechos relacionados con un mismo
asunto se mantienen por días y, en algunas circunstancias, por meses y hasta
años.
En el primer caso, se puede hablar de una actualidad inmediata, en el segundo
de una actualidad de interés limitado, y en el tercero de una actualidad de
interés prolongado. Pero también es factible referirse a una actualidad de
interés permanente (Castejón, sin data: 57-58) constituida por aquellos hechos
o situaciones que en cualquier momento pueden ser noticia puesto que no han
recibido solución.
Aunque no son frecuentes, existen hechos que producen cambios
significativos en la sociedad en la que acaecen. Golpes de estado y
devaluaciones de moneda son quizás dos de los más representativos de ese
atributo que algunos autores llaman significación social, presente en aquellas
noticias que hacen referencia a grandes acontecimientos.
Por último, otro termómetro para medir el rango noticioso de un hecho es
el interés público, vale decir, cómo afecta la noticia o información al lector,
radioescucha o televidente. En tal sentido, es obvio que todo hecho con
significación social tiene interés público desde el momento en que produce un
cambio importante en el conglomerado social.
No obstante, la“ecuación no funciona al revés. Muchos hechos
interesantes para el público no tienen mayor significación para la sociedad, al
menos en los términos en que hemos definido este atributo del hecho noticiable.
Por ejemplo, la elección de una reina de belleza en un concurso
internacional, o el triunfo de un pelotero en grandes ligas, despiertan el
interés de muchos pero a nadie se le ocurre decir que producen cambios
drásticos en el modus vivendi de una sociedad.
También es importante señalar que, en muchas ocasiones, el hecho
transformado en relato o en imagen periodística nos afecta desde el punto de
vista de las emociones. En este caso estamos en presencia de lo que conocemos
como interés humano, y que algunos prefieren llamar interés psicológico (Núñez,
1991: 41).
Además de los atributos que hacen que un hecho sea digno de
transformarse en mensaje periodístico -escrito o iconográfico-, existe una
serie de circunstancias que rodean al hecho noticioso y modifican su valor.
Por ejemplo, supongamos que la policía intercepte a alguien en el
aeropuerto con un alijo de drogas. Eso será noticia por lo que supone para la
sociedad. Mas si en lugar de una persona común y corriente el delincuente
resulta alguien notorio, esto último hará que la noticia adquiera mayor valor
periodístico.
En los centros de enseñanza del periodismo así como en algunos textos de
esta disciplina esas circunstancias se denominan “factores de la noticia” y no
existe unanimidad de criterios respecto de cuáles son.
La prominencia es uno de los que se menciona y tiene tres vertientes: de
personalidad, de función y de lugar. En el primer caso, la persona alcanza un
status en la sociedad en virtud de su trayectoria. Verbigracia, los políticos
que logran la primera magistratura -y también muchos que no logran alcanzarla-,
escritores famosos, atletas destacados, artistas, etc.
En ocasiones, la prominencia de personalidad se hereda, por ejemplo, en
el caso de hijos de personas relevantes. También la prominencia se puede
adquirir por razones fortuitas. En más de una ocasión la prensa ha hecho
“famoso” a algún delincuente en virtud de las características del suceso en el
que éste fue protagonista.
No obstante, en estos casos la prominencia es circunstancial, aunque
puede ponerse en la palestra eventualmente, sobre todo cuando se cumple un
aniversario del hecho que catapultó a la fama al individuo.
De más está decir que el hecho en el cual se ve envuelta la persona que
adquiere relevancia pasajera no necesariamente tiene que ser doloso. El caso de
Raiza Ruiz, la médico venezolana que sobrevivió milagrosamente a un accidente
de aviación, ilustra bien esta afirmación así como el de aquellas personas que
se han hecho millonarias de la noche a la mañana.
La prominencia de función tiene que ver con el cargo que desempeña el
individuo. A veces, dicho puesto es tan importante, o la actuación del sujeto
ha sido tan polémica o relevante, que al terminar de ejercer sus funciones la
prensa lo sigue considerando noticia, razón por la cual pasa a tener
prominencia de personalidad.
Empero, en otras oportunidades ocurre todo lo contrario. El sujeto deja
de ser noticia y nadie se acuerda de él en lo que termina de ocupar el cargo
que desempeñaba. Muchos diputados, concejales y deportistas entran en esta
categoría.
Por último, están aquellos individuos que figuran con frecuencia cuando
desempeñan una función importante y al abandonar el cargo continúan siendo
noticia -o fuente- pero no con la misma periodicidad de antes.
Respecto de la prominencia de lugar, valga decir que el hecho se
potencia informativamente cuando ocurre en un sitio de tradición histórica y/o
de importancia para la sociedad. La explosión de un niple (pelea) en el Congreso de la República es más destacada que
una ocurrida en una tienda.
La proximidad está relacionada con la cercanía geográfica de los hechos
a la localidad, pueblo o ciudad donde se edita el periódico o se difunde el
noticiero. Un periódico regional valorará más un suceso ocurrido allí que otro
similar acaecido en la capital.
La inmediatez es la cercanía en el tiempo de los hechos. De acuerdo con
este concepto mientras más fresca la noticia, mejor. No obstante, éste es un
valor noticioso que ha perdido cierta vigencia en la prensa en virtud de la
instantaneidad del mensaje en la radio, la televisión y, más recientemente, en
la web de Internet.
Aún así, hay casos en los que se justifica considerarlo en el medio
impreso. Por ejemplo, no pocas veces llegan noticias relevantes luego de la
hora de cierre. Como es sabido, los diarios mayores suelen tener dos ediciones.
La primera, destinada a la provincia -o al resto del país-, y la segunda, que
circula en la capital.
Cuando hay que incluir esa noticia de último momento, el editor de
guardia procede a rematrizar una o más las páginas de la edición de provincia.
Esto quiere decir que una o más de las informaciones que leerán los lectores de
otros estados son sustituidas por las que ocurrieron después de la hora cierre
del diario.
El conflicto es otro valor periodístico muy considerado en las
publicaciones periodísticas. Se supone que todo lo que conlleva lucha o
enfrentamiento interesa a los lectores. Esto abarca desde un simple juego de
pelota, pasando por un debate parlamentario, hasta una conflagración bélica.
El suspenso está relacionado con aquellas informaciones que producen un
grado de incertidumbre en los lectores respecto a lo que puede ocurrir. El
paradigma de este tipo de mensaje son los secuestros pero también se pueden
incluir acontecimientos deportivos, campañas electorales, etc.
La consecuencia es uno de los factores más loables dentro de la
actividad periodística y se supone que debería estar presente en toda
publicación que se precie de seria. No puede ser de otra manera cuando hay
acontecimientos que producen una serie de efectos en la sociedad o algún sector
de ella.
Por ejemplo, un aumento de la gasolina, un cambio de gobierno. Pero
también suelen tener consecuencias informaciones menos relevantes como el
resultado de un encuentro deportivo, una manifestación, la discusión de un
contrato colectivo, y muchas otras.
También puede considerarse que este valor periodístico gravita alrededor
de aquellas noticias en los que se percibe o anticipa el efecto de un hecho.
Verbigracia, una medida política que no cuente con la simpatía de los sectores
económicos es de esperarse que produzca una caída en los precios de las
acciones en la bolsa.
Con la rareza sucede lo contrario que con el factor consecuencia. Por lo
general, lo insólito, extraño o inaudito es caldo de cultivo de la prensa
sensacionalista o amarillista que despierta el morbo de la gente a través de
imágenes impactantes como, por ejemplo, la de un recién nacido con dos cabezas,
un hombre tullido o alguna otra similar.
De manera análoga, el factor sexo, en su vertiente de publicación de
imágenes con tinte erótico, es otro ingrediente de ese tipo de publicación. En
su otra modalidad, se considera que una información en la que participa la
mujer tiene mayor importancia que otra similar, en la que sólo están involucrados
hombres. En virtud del desarrollo alcanzado por las féminas en las diferentes
esferas de la sociedad se considera que este valor tiende a perder vigencia
(Dragnic, 1994: 105).
Lo cierto es que los valores periodísticos están estrechamente
vinculados a la política editorial y a la línea informativa del medio de que se
trate. En consecuencia, son fundamentales en los procesos de selección y
jerarquización de los diferentes mensajes, sean estos escritos o iconográficos.
De allí que existan publicaciones con marcado tinte sensacionalista o
aquellas consideradas como sobrias. Por lo demás, en muchas hay un equilibrio o
se presentan tendencias hacia uno u otro polo. Del mismo modo, al valorar los
mensajes hay que considerar la presencia de los diferentes factores. Por lo
general, más de uno de ellos está presente en una información.
Finalmente, es bueno advertir que, como indica Mariano Cebrián Herreros,
ni la teoría del periodismo ni la práctica profesional, han logrado establecer
principios absolutos e invariables para dictaminar qué hechos se deben
convertir en noticia y cuáles no:
Existen aproximaciones relativas y arbitrarias. En unos casos
coincidentes, y eso es lo que explica que múltiples medios destaquen tales
hechos en primera línea informativa, y en otros discordantes, y es lo que lleva
a que en unos medios se conviertan en noticia y en otros no; todo depende de la
identidad y personalidad del medio, ámbito de cobertura y audiencia
destinataria (Cebrián: 1998: 35).
Algunos de los valores noticiosos pueden detectarse sin mayor problema,
con simplemente observar la imagen. Por ejemplo, en un gráfico que se ha
ilustrado con la imagen del presidente de Venezuela está el factor prominencia,
en una infografía que muestre cómo fue la pelea entre dos peloteros estrellas
está, además, el conflicto, y así sucesivamente.
Otros factores, como el suspenso, son más difíciles de incluir dentro de
una imagen. Esto, sin embargo, no supone ningún problema puesto que la misma
suele ilustrar algún texto en el que sí es fácil de detectarlos o, en su
defecto, está acompañada de un título y/o una leyenda que los contienen.
En ese caso estamos en presencia de una unidad periodística, concepto
que, como veremos, está ligado al asunto de los géneros y subgéneros en el
periodismo iconográfico[6]
(6), en el que hay que considerar la importancia de lo visual dentro de esa
unidad, así como la forma, estructura y finalidad del mensaje.
REFERENCIAS
ALONSO, Manuel y Luis Matilla (1990). Imágenes en acción. Análisis y
práctica de la expresión audiovisual en la escuela activa. Ediciones AKAL.
Madrid
BARNHURST, Kevin (1999). Los cuadros gráficos en Revista Latina de
Comunicación. Número 16, de abril de 1999. La Laguna (Tenerife). URL: http://www.ull.es/publicaciones/latina/a1999iab/111kevin.htm
BERGER, John (1975). Modos de ver. Editorial Gustavo Gili. Colección Comunicación
Visual. Barcelona
BOZAL, Valeriano (1987). Mímesis: Las imágenes y las cosas. Ediciones
Antonio Machado. Colección la bolsa de medusa 3. Madrid
BUSQUETS, Lluis (1977). Para leer la imagen. Publicaciones ICCE. Madrid
CASASÚS, Josep María y Luis Núñez Ladevéze (1991). Estilo y géneros
Periodísticos. Ariel Comunicación. Barcelona
CASTEJÓN, Enrique (sin data). La Información Derivada. Instituto
Nacional de Cooperación Educativa. Ediciones Amon. Caracas
CEBRIÁN, Juan Luis (1980). La prensa y la calle. Editorial Nuestra
Cultura. Madrid
CEBRIÁN HERREROS, Mariano (1998).
Información audiovisual. Concepto, técnica, expresión y aplicaciones. Editorial
Síntesis. Periodismo. Madrid
COSTA, Joan (1992). Imagen pública. Una ingeniería social. Fundescco.
Claves de Comunicación Social. Madrid
--------------- (1991). La fotografía. Entre sumisión y subversión.
Editorial Trillas. Biblioteca Internacional de Comunicación. México
D´AMICO, Margarita (1971). Lo audiovisual en expansión. Monte Avila.
Caracas
DE LA MOTA, Ignacio (1994). Enciclopedia de la comunicación. Tomo 2.
Editorial Limusa. Noriega Editores. México
DRAGNIC, Olga (1994). Diccionario de comunicación Social. Editorial
Panapo. Caracas
ECO, Umberto (1972). La estructura ausente. Lumen. Barcelona
FONT, Domenec (1981). El poder de la imagen. Aula Abierta Salvat. Salvat
Editores. Colección Temas Clave. Barcelona
GUBERN, Roman (1987). La mirada opulenta. Exploración de la iconosfera
contemporánea. Editorial Gustavo Gili. Barcelona
MARTÍNEZ DE SOUSA, José (1992). Diccionario de información, comunicación
y periodismo. Editorial Paraninfo. Madrid
MOLES, Abraham (1991). La imagen. Comunicación funcional. Editorial
Trillas. México
NÚÑEZ LADEVÉZE, Luis (1991). Manual para periodismo. Ariel Comunicación.
Barcelona
PELTZER, Gonzalo (1991). Periodismo iconográfico. Ediciones Rialp.
Madrid
RIVAS GONZÁLEZ, Ernesto (1993). Estadística general. Universidad Central
de Venezuela. Ediciones de la Biblioteca. Caracas
SULLIVAN, Peter (1987), Newspaper Graphics. IFRA Publications.
Departament. Darmstadt. Alemania.
TADDEI, Nazareno (1974). Educar con la imagen. Ediciones Marova. Madrid
VARIOS (1997). Comunicación. Múltiples escenarios diversas
confrontaciones. Caracas
----------- (1973). Arte, percepción y realidad. Paidós Comunicación.
Ediciones Paidós. Barcelona-Buenos Aires
VILLAFAÑE, Justo (1985). Introducción a la teoría de la imagen.
Ediciones Pirámide. Madrid
ZUNZUNEGUI, Santos (1989). Pensar la imagen. Ediciones
Cátedra/Universidad del País Vasco. Madrid.
Notas
(1) Decimos definiciones tradicionales de imagen ya que, desde hace algunos
años, existen otros conceptos acerca de la misma. Así, por ejemplo, Joan Costa
(1992: 51-59) cuestiona conceptos como los antes reseñados por las siguientes
razones: a) No todas las imágenes son visuales; hay algunas que son
representaciones sonoras, táctiles, etc., b) No todas las “imágenes visuales”
son réplicas de cosas que existen en la realidad; hay también imágenes de cosas
fantásticas, inexistentes, imaginarias, y pre-imágenes o modelos de cosas que
existirán después de éstas, por ejemplo, los planos de una máquina; c) Las
imágenes no siempre se inscriben en “soportes materiales”; hay imágenes
mentales, representaciones de la memoria y de la fantasía. Verbigracia, una
imagen pública es una imagen psicológica; una conciencia de aquella cosa
pública, pero hecha imagen en la mente. Aún así, Costa reconoce que la
“esencia” de la imagen es “su carácter de representación de algo en ausencia de
ese algo”. En una línea de pensamiento similar, Alejandro Terenzani (en Varios,
1997: 494-495) sostiene que el concepto de imagen va mucho más allá de la
representación visual de la misma y propone una clasificación en la que incluye
desde esta última -a la que denomina “imagrama”- hasta la “imagositus”, dentro
de cuyo rango entra la llamada imagen corporativa, por sólo citar una.
(2) El grado de iconicidad se opone al grado de abstracción y hace
referencia “a la condición de identidad de la representación en relación con el
objeto representado” (Moles, 1991: 35).
(3) No queda claro qué entiende Villafañe por “esquema motivado” y “esquema
arbitrario”, salvo que son representaciones no figurativas, a juzgar por el
lugar que les confiere en su escala de iconicidad. Por lo demás, y como
tendremos oportunidad de registrar, en no pocas ocasiones los significados de
los conceptos varían de un autor a otro.
(4) En estadística, las tablas o cuadros no son considerados gráficos. Por
ejemplo, Ernesto Rivas González (1993: 50) señala que “los cuadros estadísticos
representan los datos cuantitativos a través de números abstractos; en la forma
gráfica estos mismos datos cuantitativos vienen representados por dibujos
geométricos.” Sin embargo, como veremos más adelante, en la bibliografía sobre
periodismo iconográfico la mayoría de los autores menciona a las tablas como
una modalidad de gráfico informativo. La fundamentación de ese criterio parece
estar en el hecho de que dentro de las “formas y variantes de la comunicación
visual en grados de iconicidad decreciente” se incluye a la escritura en el
nivel más abstracto y, dentro de ella, a los signos alfabéticos, matemáticos,
Braille y musicales (Costa, 1992: 65). Incluso, autores como Juan Luis Cebrián
(1980: 16) conciben al periódico como imagen y a las palabras como diseño
gráfico. ¿Quiere decir, entonces, que todos los mensajes periodísticos que se
publican son gráficos informativos? En absoluto. Estos últimos tienen su propia
estructura y marcas formales que los distinguen de los demás y de las tablas
convencionales. Por lo demás, y en relación con las tablas modernas, la
tendencia actual es a ilustrarlas, lo que incluso lleva a que algunos
especialistas, erróneamente -más adelante se verá por qué-, las consideren una
modalidad de infografía. Uno de ellos, Peter Sullivan (1987: 149), indica que
una tabla es un “dispositivo” gráfico que “realmente” es mitad texto y mitad
gráfico. Y, cuando se produce esta combinación de imagen y texto -o imagen y
cifras- Kevin Barnhurst (1999: 1) incluye a las tablas dentro de lo que él
denomina “cuadros gráficos”. Las observaciones y criterios son válidos también
para las llamadas cajas de hechos.
(5)
No obstante, acá es necesario
aclarar que nos referimos a las caricaturas de personajes ya que, en otras, el
nivel de iconicidad es menor. De hecho, para autores como Roman Gubern (1987:
76), las caricaturas “parecen con frecuencia realistas y veraces”. Julian
Hochberg (En Varios, 1973: 121) indica que resulta bastante verosímil suponer
que el reconocimiento de una persona es más rápido con una buena caricatura que
con un retrato realista o una fotografía. En cambio, Domenec Font (1981: 17)
considera que en la caricatura el grado de realismo es, por lo general, mínimo.
A nuestro juicio, esta disparidad de criterios tiene que ver, precisamente, con
el tipo de caricatura.
(6)
Para Joan Costa (1991: 35) el
vocablo iconografía significa “Tratado de las imágenes”. La denominación
“Periodismo iconográfico” la hemos tomado del autor argentino Gonzalo Peltzer
quien incluye dentro de ella desde los dibujos y las caricaturas hasta las
infografías. No debe confundirse con el periodismo infográfico, el cual es tan
solo una parte de aquél.
FORMA DE
CITAR ESTE TRABAJO DE LATINA EN BIBLIOGRAFÍAS:
Nombre del autor, 2000; título del texto, en
Revista Latina de Comunicación Social, número 28, de abril de 2000, La Laguna
(Tenerife), en la siguiente dirección electrónica (URL):
http://www.ull.es/publicaciones/latina/aa2000sab/114abreu.html
Revista Latina de Comunicación
Social
La Laguna (Tenerife) - abril de 2000 - número 28
D.L.: TF - 135 - 98 / ISSN: 1138 – 5820 (año 3º)
http://www.ull.es/publicaciones/latina
[1] Decimos definiciones tradicionales de imagen ya que, desde hace algunos años, existen otros conceptos acerca de la misma. Así, por ejemplo, Joan Costa (1992: 51-59) cuestiona conceptos como los antes reseñados por las siguientes razones: a) No todas las imágenes son visuales; hay algunas que son representaciones sonoras, táctiles, etc., b) No todas las “imágenes visuales” son réplicas de cosas que existen en la realidad; hay también imágenes de cosas fantásticas, inexistentes, imaginarias, y pre-imágenes o modelos de cosas que existirán después de éstas, por ejemplo, los planos de una máquina; c) Las imágenes no siempre se inscriben en “soportes materiales”; hay imágenes mentales, representaciones de la memoria y de la fantasía. Verbigracia, una imagen pública es una imagen psicológica; una conciencia de aquella cosa pública, pero hecha imagen en la mente. Aún así, Costa reconoce que la “esencia” de la imagen es “su carácter de representación de algo en ausencia de ese algo”. En una línea de pensamiento similar, Alejandro Terenzani (En Varios, 1997: 494-495) sostiene que el concepto de imagen va mucho más allá de la representación visual de la misma y propone una clasificación en la que incluye desde esta última -a la que denomina “Imagrama”- hasta la “Imagositus”, dentro de cuyo rango entra la llamada Imagen Corporativa, por sólo citar una.
[2] El grado de iconicidad se opone al grado de abstracción y hace referencia “a la condición de identidad de la representación en relación con el objeto representado” (Moles, 1991: 35).
[3] No queda claro que entiende Villafañe por “esquema motivado” y “esquema arbitrario”, salvo que son representaciones no figurativas, a juzgar por el lugar que les confiere en su escala de iconicidad. Por lo demás, y como tendremos oportunidad de registrar, en no pocas ocasiones los significados de los conceptos varían de un autor a otro.
[4] En Estadística las tablas o cuadros no son considerados gráficos. Por ejemplo, Ernesto Rivas González (1993:50) señala que “los cuadros estadísticos representan los datos cuantitativos a través de números abstractos; en la forma gráfica estos mismos datos cuantitativos vienen representados por dibujos geométricos..” Sin embargo, como veremos más adelante, en la bibliografía sobre Periodismo Iconográfico la mayoría de los autores menciona a las tablas como una modalidad de gráfico informativo. La fundamentación de ese criterio parece estar en el hecho de que dentro de las “formas y variantes de la comunicación visual en grados de iconicidad decreciente” se incluye a la escritura en el nivel más abstracto y, dentro de ella, a los signos alfabéticos, matemáticos, Braille y musicales (Costa, 1992: 65). Incluso, autores como Juan Luis Cebrián (1980: 16) conciben al periódico como imagen y a las palabras como diseño gráfico. ¿Quiere decir, entonces, que todos los mensajes periodísticos que se publican son gráficos informativos? En absoluto. Estos últimos tienen su propia estructura y marcas formales que los distinguen de los demás y de las tablas convencionales. Por lo demás, y en relación con las tablas modernas la tendencia actual es a ilustrarlas, lo que incluso lleva a que algunos especialistas, erróneamente -más adelante se verá por qué-, las consideren una modalidad de infografía. Uno de ellos, Peter Sullivan (1987: 149), indica que una tabla es un “dispositivo” gráfico que “realmente” es mitad texto y mitad gráfico. Y, cuando se produce esta combinación de imagen y texto -o imagen y cifras- Kevin Barnhurst (1999: 1) incluye a las tablas dentro de lo que él denomina “cuadros gráficos”. Las observaciones y criterios son válidos también para las llamadas cajas de hechos.
[5] No obstante, acá es necesario aclarar que nos referimos a las caricaturas de personajes ya que, en otras, el nivel de iconicidad es menor. De hecho, para autores como Roman Gubern (1987: 76), las caricaturas “parecen con frecuencia realistas y veraces”. Por su parte, Julian Hochberg (En Varios, 1973: 121) indica que resulta bastante verosímil suponer que el reconocimiento de una persona es más rápido con una buena caricatura que con un retrato realista o una fotografía. En cambio, Domenec Font (1981: 17) considera que en la caricatura el grado de realismo es, por lo general, mínimo. A nuestro juicio, esta disparidad de criterios tiene que ver, precisamente, con el tipo de caricatura.
[6] Para Joan Costa (1991: 35) el vocablo Iconografía significa “Tratado de las imágenes”. La denominación “Periodismo Iconográfico” la hemos tomado del autor argentino Gregorio Peltzer quien incluye dentro de ella desde los dibujos y las caricaturas hasta las infografías. No debe confundirse con el periodismo infográfico, el cual es tan solo una parte de aquél.