Jurjo Torres Santomé
Explicitando la enorme influencia que la economía, política,.. tienen
en la configuración disciplinar del currículum, esta colaboración pone de
relieve como el currículum integrado es producto de una filosofía sociopolítica
y una estrategia didáctica que puede concretarse de múltiples formas para
educar ciudadanos y ciudadanas críticos.
Si hay una crítica común
y reiterada a lo largo de la historia de las instituciones educativas es la de
seleccionar, organizar y trabajar con contenidos culturales poco relevantes,
de forma nada motivadora para el alumnado y, por lo tanto, con el riesgo de
perder el contacto con la realidad en la que se ubican. En esos modelos, las
situaciones y problemas de la vida cotidiana, las preocupaciones personales,
acostumbran a quedar al margen de los contenidos y procesos educativos, fuera
de los muros de las aulas y centros de enseñanza.
En más de una ocasión no
es raro que el currículum tradicional por disciplinas acabe mostrando un
notable parecido con algunos juegos o concursos de televisión de corte
nominalista, como por ejemplo el “Trivial pursuit”
o sea, se considere que se aprende por el hecho de ser capaz de recordar pequeños
fragmentos de información sin mayor profundización y, lo que es más grave, sin
comprensión de esos contenidos que se verbalizan.
Para tratar de hacer
frente a esta clase de errores se vienen construyendo a lo largo del presente
siglo numerosas estrategias didácticas. Soluciones que tienen como finalidad
por tratar de convertir en relevantes y significativos los contenidos
culturales con los que se trabaja en los centros escolares.
Así, una de las cosas que
llama pronto la atención de cualquier persona interesada en cuestiones
curriculares es la abundancia de conceptos y denominaciones para referirse a
este tipo de propuestas de enseñanza y aprendizaje que se proponen para romper
el aislamiento de las instituciones escolares con la sociedad en la que están
insertas y a cuyo servicio se encuentran. Entre esta variedad de soluciones
podemos citar: currículum interdisciplinar, globalizado, transversal,
coherente, mundialista, centros de interés, método de proyectos, unidades
didácticas, etc. Cada una de tales denominaciones pone el énfasis en una
determinada cuestión, aunque a modo de síntesis podemos decir que existen tres
clases de discursos que les sirven de justificación:
1) Argumentaciones acerca
de la necesidad de una mayor interrelaci6n entre las diferentes disciplinas o
asignaturas;
2) La atención a las
peculiaridades cognitivas y afectivas de las niñas y niños que influyen en sus
procesos de aprendizaje, y
3) La necesidad de
contemplar la comunidad en la que está integrada el centro; lograr una apertura
a otras comunidades y partes de un mundo que ya todos consideramos como “aldea
global”, etc.
Estas tres clases de
líneas argumentales son las que subyacen bajo el concepto
de currículum Integrado (Cuadro l); en el fondo no son sino énfasis
particulares, perspectivas que se toman en consideración para poder comprender
la necesidad de la educación institucionalizada y para proponer y justificar
una praxis curricular distinta de la que, hasta el presente, vino siendo
mayoritaria y que denominamos como pedagogía o educación tradicional.
Así, la
interdisciplinariedad, es uno de los conceptos que conforman el triángulo de
apoyos de la propuesta de currículum integrado. 0 sea, la reorganización de
los contenidos, unas veces para recuperar y otras para construir una red más integrada
entre conceptos y modelos y estrategias de investigación que una sobreespecialización ha organizado en compartimentos
estancos, sin apenas posibilidades de comunicación, aun cuando tengan como
propósito analizar e intervenir en un mismo espacio, con unos mismos objetos
y/o personas, un fin semejante, etc. Esta cultura de los especialismos
plantea numerosos problemas a la propia sociedad, pues es frecuente que ante
algún problema social, industrial, económico, etc. diferentes disciplinas
ofrezcan soluciones completamente distintas e, incluso, contradictorías.
Lo que en realidad sucede en tales ocasiones es que cada una de esas
disciplinas toma en consideración unas determinadas variables e ignora y se
despreocupa de otras. Uno de estos ejemplos es lo que acontece cuando una
comunidad quiere obtener más energía; dependiendo de los especialistas a
consultar así serán las propuestas. Profesionales de la física es probable que
opten por la construcción de plantas de energía nuclear, mientras que quienes
tengan una formación con mayor peso de biología, sociología, filosofía, etc.
es bastante seguro que se decidirán por propuestas de intervención muy
diferentes, oponiéndose con multitud de argumentos a las soluciones de los
anteriores.
Una estrategia que puede
contribuir a solucionar problemas semejantes es la de crear hábitos
intelectuales en las personas, desde el primer momento de su escolarización, en
los que se convierta en norma el tomar siempre en consideración el mayor
número posible de perspectivas a la hora de analizar, evaluar o intervenir en
cualquier situación o resolver cualquier problema. Es obvio que no podemos
ignorar que esta fragmentación que domina el pensar y actuar de la mayoría de
personas que están o ya pasaron por el sistema educativo no es resultado
únicamente de sobreespecializaciones científicas y
culturales, sino también consecuencia de modelos políticos que promueven una
expoliación de recursos naturales y la explotación económica, cultural y, en
una palabra, la dominación de una personas sobre otras.
En consecuencia, hablar
de interdisciplinariedad es contemplar las aulas, el trabajo curricular desde
la óptica de los contenidos culturales; o sea, tratar de ver qué relaciones y
agrupamientos de contenidos se pueden llevar a cabo, por asignaturas, por
bloques de contenido, por áreas de conocimiento y experiencia, etc.
Otra línea argumental en
defensa de currícula integrados es la proveniente de
la psicología del desarrollo y del aprendizaje. Este eje de razonamiento se
utiliza más insistentemente en las propuestas que recurren al vocablo globalización.
Decir que se hace globalización implica otorgar el peso decisivo a la hora de
tomar decisiones sobre la forma de organizar el trabajo en las aulas y centro
docentes a las peculiaridades de las niñas y niños que tal y como las describe
la psicología evolutiva y del aprendizaje; en especial a las características
que se describen como típicas de cada uno de los distintos estadios del
desarrollo.
Esta es una de las líneas
de razonamiento que se viene trabajando con mayor interés por parte del
profesorado de Educación Infantil y primeros ciclos de Primaria, pero que se
solía contemplar con apenas relevancia o, lo que es peor, se relegaba por parte
de quienes trabajaban en Educación Secundaria, Bachillerato, Formación
Profesional y Universidad. Es en estos niveles educativos donde los contenidos
culturales se convertían, en la práctica, en el aspecto más importante y, con
frecuencia, el único foco de atención.
En una enseñanza
organizada por disciplinas o asignaturas y, lo que suele ser frecuente, con un
único recurso didáctico como fuente informativa, el libro de texto, se está
asumiendo de manera implícita que el alumnado coincide en las estrategias para
comprender cualquier información. No se asume la diversidad del alumnado, que
cada alumna y alumno tuvo y tiene experiencias particulares acerca de muchos
de los contenidos y temas que se le ofertan en las aulas. No se acaba de
aceptar que las alumnas y alumnos aprenden, memorizan, interaccionan y
comprenden de modos diferentes, en función de las múltiples modalidades de
inteligencia, en concreto, las “siete inteligencias” de las que habla Howard Gardner (inteligencias
lingüísticas, lógico‑matemáticas, espacial, musical, cinético‑corporal,
interpersonal e intrapersonal). “No se puede
esperar que alguien disponga de todas las modalidades, sino que cada uno pueda
disponer, como mínimo, de unas pocas modalidades para representar el concepto o
habilidad adecuados” (H. Gardner, 1993, pág. 28). Sin embargo, toda propuesta de currículum
integrado parte de que cada estudiante tiene su propio ritmo de desarrollo,
unas estrategias peculiares de aprendizaje, experiencias personales
idiosincrásicas, diferentes expectativas, distintas informaciones previas,
etc. y, por tanto, que es casi imposible que un sólo libro de texto o un único
material didáctico pueda ser respetuoso con esas peculiaridades personales y
grupales. En consecuencia, es preciso proponer al estudiantado de cada aula
la posibilidad real de numerosas tareas escolares diferentes, sobre la base de
medios didácticos también variados, en los que puedan entrar en acción
intereses y motivaciones propias de cada estudiante en particular, para poner
en práctica una personalización del aprendizaje.
Pero también esta
perspectiva psicológica resulta insuficiente contemplada en solitario. Las
vidas de los niños y niñas no se pueden condensar únicamente en los marcos que
la psicología evolutiva nos propone. Bajo los rótulos de las diferentes
estadios del desarrollo no tienen cabida cuestiones que condicionan su vida
como, por ejemplo, situaciones de vida en pobreza, las injusticias sociales,
económicas y culturales por las que se ven afectados, los fuertes prejuicios y
estereotipos que muchos de ellos y ellas tienen que soportar, los déficits
sanitarios y de salubridad en los que viven, la violencia física y psíquica en
que están inmersos, etc. La psicología oficial sólo vino prestando atención a
fragmentos de la vida de las personas. Una notable ahistoricidad
y descontextualización son defectos de gran parte del trabajo que tiene como
objetivo llegar a conocer las condiciones que explican e influyen en el
desarrollo y, por tanto, en el aprendizaje de las chicas y chicos en las aulas
e instituciones escolares.
Tomar en consideración y
respetar a las alumnas y alumnos conlleva tomar en consideración dimensiones
más contextuales, más sociohistóricas. El tercer
punto de vista vertebrador de la praxis curricular integradora supone atender a
estas variables.
Cuando se opta por hacer
educación global, para la paz, internacional o mundialista, lo que se hace es
colocar el eje de decisiones en una planificación y desarrollo del trabajo
curricular que obliga a la toma en consideración de los contextos vecinales de
las niñas y niños, de su comunidad. En las reflexiones y valoraciones de la
realidad social, cultural, económica y política que se suceden en las tareas
escolares hay un compromiso por atender no sólo a los contextos locales, su
pueblo y ciudad, sino también a otras realidades tanto próximas como lejanas;
a analizar las repercusiones de las intervenciones humanas en lugares y sobre
pueblos diferentes y, físicamente, más distantes (J.Torres,
1994b). Educar personas con mayor amplitud y flexibilidad de miras es una de
las vías indispensables para construir sociedades día a día más humanas,
democráticas y solidarias.
El currículum integrado,
en consecuencia, es el producto de una filosofía sociopolítica y una
estrategia didáctica.
Tiene como fundamento una
concepción de lo qué es socializar a las nuevas generaciones, un ideal de
sociedad al que se aspira, del sentido y valor del conocimiento y, además, de
cómo se pueden facilitar los procesos de enseñanza y aprendizaje. No olvidemos
que las cuestiones curriculares son una dimensión más de un proyecto de mayor
envergadura de cada sociedad como es la política cultural. Toda
propuesta curricular implica opciones sobre parcelas de la realidad, supone una
selección cultural que se ofrece a las nuevas generaciones para facilitar su
socialización; para ayudarles a comprender el mundo que les rodea, conocer su
historia, valores y utopías. Lo mismo podemos afirmar del currículum disciplinar
o puzzle, en la terminología de Basil Bernstein, en el que sus parcelaciones no son sino una
consecuencia más de la fragmentación y jerarquización de la propia vida
social. El currículum se fragmenta en disciplinas o asignaturas, éstas en
bloques de contenidos o lecciones, en contenidos, capacidades y valores; en
trimestres, semestres, cursos académicos y etapas educativas; el horario
escolar se divide en bloques rígidos que separan actividades que deberían tener
mayor continuidad; el profesorado se compartimentaliza
en departamentos (inconexos, la mayoría de las veces); el centro docente se
aísla de la comunidad, etc.
Este tipo de divisiones,
por otra parte, acostumbran a verse como universales a priori, como algo que
siempre fue así y no puede ser de otra manera; son cuestiones que rara vez son
sometidas a análisis y revisión, ya que no se asumen como algo que es así
porque algunas personas y en algún lugar optaron por esta estructura y dispusieron
de acceso a estructuras de poder suficiente como para convencer al resto de profesionales
de la educación. Se olvida el análisis de qué intereses ideológicos,
políticos y económicos están detrás de la actual organización disciplinar del
conocimiento, de las asignaturas y bloques de contenidos que se seleccionan
como foco de atención en las aulas y centros escolares (J. Delfattore,
1992; I. Goodson, 1993; E. Messer‑Davidow
y otros, 1993; T. Popkewitz, 1987; J. Torres Santomé, 1994 a y b).
El problema de las
escuelas tradicionales, donde se da un fuerte énfasis a los contenidos
presentados en paquetes disciplinares, es que no logran que el alumnado sea
capaz de ver esos contenidos como parte de su propio mundo. Cuando la física,
la química, la historia, la gramática, la educación física, las matemáticas son
difícilmente visibles para la mayoría del estudiantado es fácil que todo lo que
se trabaja en las aulas sólo se perciba como “estrategia” para fastidiarles o,
de manera más optimista, sea el precio a pagar para que puedan pasar de curso a
curso, con la esperanza de obtener un título y luego ya veremos. La
institución escolar aparece como el reino de la artificialidad, un espacio en
el que rigen unas normas particulares de comportamiento, se habla de una manera
peculiar y es necesario realizar unas determinadas rutinas, que sólo sirven
para poder obtener felicitaciones o sanciones por parte del profesorado e,
incluso, de sus mismas familias, pero ahí se acaba todo. Muchas alumnas y
alumnos llegan a asumir, tomando en consideración los implícitos que gobiernan
la vida en las aulas, que es muy difícil establecer lazos de conexión con la
vida real, con los problemas y realidades más cotidianas, o que eso sólo está
reservado a las personas más inteligentes, a seres excepcionales. De esta
forma, se contribuye a seguir perpetuando una mitificación del conocimiento,
se ocultan las condiciones de su producción y sus finalidades y peligros.
No prestar atención a
esta artificial compartimentalización que se
establece entre la vida académica y la vida exterior a las instituciones escolares
puede llegar a poner en peligro el fin de la escolarización, en especial en sus
niveles obligatorios, o sea, preparar a ciudadanas y ciudadanos para
comprender la realidad. su historia, tradiciones y porqués y capacitarlos para
intervenir y mejorar la sociedad de una manera democrática, responsable y
solidaria.
Una de las finalidades
más importantes que subyacen en conceptos y modelos como el currículum
integrado es la de una preocupación por organizar los contenidos culturales de
los currícula de manera significativa, de tal forma
que desde un primer momento el alumnado comprenda el qué y porqué de las
tareas escolares en las que se implica.
El hecho de optar por
estrategias integradas no quiere decir ni que las disciplinas acaben
desapareciendo, ni que dejen de tener sentido las estructuras conceptuales,
las secuenciaciones de conceptos y procedimientos en las planificaciones de
los currícula. Pero una cuestión son esas estructuras
disciplinares y otra que a la hora de concretaras en propuestas de trabajo
para las alumnos y alumnos se tenga que seguir ese mismo orden que caracteriza
a la estructura lógica de los contenidos de las disciplinas. Éstas están
presentes en la mente del profesorado, pero las propuestas curriculares que se
derivan se rigen por otra lógica, la de atender también a la posibilidad o no
de resultar relevantes y de interés para el alumnado. Hay que hacer compatible
una atención a que aquellos conceptos, estructuras conceptuales y
procedimientos que son indispensables para proseguir hacia mayores niveles de
profundización en el conocimiento, que permiten hacer frente a problemas cada
vez más complejos y avanzar hacia niveles de mayor dominio del conocimiento,
con una
atención a la significatividad, relevancia e
interés de las tareas escolares desde la perspectiva del estudiantado.
En el trabajo curricular
integrador la estrategia visible, el motor para el aprendizaje está movido por
un determinado tema, tópico o centro de interés que hace de eje vertebrador
de las necesidades individuales con las dimensiones más propedeúticas
del sistema educativo, o sea, con las condiciones para el acceso a otras etapas
superiores del sistema escolar. Es desde la atención a las dimensiones
personales, comunitarias, a la preocupación por los problemas sociales de
actualidad y de los desarrollos de la ciencia y tecnología cómo se llega a
calibrar la funcionalidad y valor de los contenidos culturales del currículum,
de las teorías, conceptos, procedimientos y valores que se seleccionan para
trabajar en las aulas.
Por consiguiente, una
buena enseñanza integrada es mucho más que la aplicación de una determinada
metodología o una técnica. Por el contrario, supone no perder de vista las
razones de porqué se opta por esta modalidad de trabajo curricular. Esto
explica la preocupación del profesorado que opta por esta filosofía pedagógica
por crear condiciones, ambientes en los que el alumnado se vea motivado para
investigar, indagar y aprender. El desarrollo de las inteligencia, afectividad,
sensibilidad y motricidad está condicionado por las oportunidades de poner en
acción, implicar activamente a chicas y chicos en cuestiones como la solución
de problemas, planificación, desarrollo y evaluación de proyectos de trabajo,
estudio de casos acerca de cuestiones conflictivas o críticas, etc.
Trabajar con esta
concepción de fondo que subyace al concepto de currículum integrado supone
planificar propuestas de trabajo en la que las estudiantes y los estudiantes se
vean obligados a:
1º. Incorporar una
perspectiva de estudio más global. Asumir el análisis de los contextos
socioculturales en los se desarrolla su vida, así como de las cuestiones y
situaciones que sometan a estudio; atender a las dimensiones culturales,
económicas, políticas, religiosas, militares, ecológicas, de género, étnicas,
territoriales, etc. (frente a una educación más tradicional en la que la descontextualización
es una de las peculiaridades de la mayoría de todo lo que se estudia).
2º. Sacar a la luz las
cuestiones de poder implicadas en la construcción de la ciencia y las
posibilidades de participar en dicho proceso.
3º. Dejar patente la
participación de quienes construyen la ciencia y el conocimiento; no silenciar
quienes son para demostrar la historicidad y condicionantes de tal
construcción.
4º. Incorporar la
perspectiva histórica, las controversias y variaciones que hasta el momento se
dieron sobre el fenómeno objeto de estudio, a qué se debieron, a quienes
beneficiaban, etc. Incidir en la provisionalidad del conocimiento.
5º. Integrar las
experiencias prácticas en marcos cada vez más generales e integrados.
6º. Comprender todas las
cuestiones objeto de estudio e investigación tomando en consideración
dimensiones de justicia y equidad. Convertir el trabajo escolar en algo que
permita poner en práctica y ayudar a la comprensión de las implicaciones de
diferentes posiciones éticas y morales.
7º. Partir de y valorar
la experiencia y conocimiento del propio alumnado. Facilitar la confrontación
de sus asunciones y personales puntos de vista con los de otras personas.
8º. Promover la discusión
acerca de diferentes alternativas para resolver problemas y conflictos, así
como de los efectos colaterales de cada una de las opciones.
9º. Poner en acción
juicios de evaluación, reflexionar acerca de las acciones, valoraciones y
conclusiones que se suscitan o en las que se ven comprometidos.
10º. Aprender a
comprometerse en la aceptación de responsabilidades y en la toma de decisiones;
a asumir riesgos y a aprender de los errores que cometan.
11º. Potenciar la
personalidad específica de cada estudiante, sus estilos y características
personales. Llegar a convencerse del valor positivo de la diversidad
personal, así como de pueblos y culturas.
12º. Emplear estrategias
de enseñanza y aprendizaje flexibles y participativas.
En el fondo, de lo que se
trata es de educar a las ciudadanas y ciudadanos con un “informado
escepticismo” o, lo que es lo mismo con capacidades para el pensamiento
crítico, como una de las estrategias ante una sociedad y un mundo en el que los
fundamentalismos, el pensamiento dogmático, tienden a inundarlo todo y
colocarse como el único parámetro que perpetuar.
El alumnado necesita
desarrollar una conciencia crítica que le permita analizar, valorar y participar
en todo cuanto acontece y tiene que ver con su entorno sociocultural y
político.
Optar por un currículum
integrado conlleva modificar el contexto del trabajo escolar; obliga a
transformar la organización de los recursos del centro y del aula (libros,
revistas, vídeos, programas informáticos, periódicos, grabaciones
magnetofónicas, etc.), hacerlos visibles en estanterías y al alcance de las
manos del estudiantado; crear las condiciones para mejorar la conexión del
centro con el mundo exterior: elaborar estrategias para que otras personas y
profesionales de la comunidad tengan acceso y comunicación con el alumnado,
planificar mayor número de salidas a instituciones, locales y para tomar contacto
con personas fuera del centro docente; trabajar de manera más coordinada y colaborativamente por parte del profesorado, etc. Se
precisa recurrir a una variedad en las estrategias metodológicas, tanto de
recursos, como de modalidades de agrupamiento de estudiantes, formas de
motivación y maneras de hacer un seguimiento e ir evaluando todo lo que
acontece en las aulas.
Existe el peligro de
perder de vista las razones por las que nos comprometemos en la defensa y
puesta en acción de currícula integrados. Puede
suceder que confiemos en que el mero hecho de rotular o etiquetar algo de una
determinada manera equivale a asumir la filosofía que late bajo esa denominación.
El peligro “nominalista” es importante y buena prueba de ello es la
estrategia última de la derecha política e ideológica de recurrir a utilizar
los conceptos de mayor éxito social de las tradiciones políticas progresistas
y de izquierda, pero vaciándolas de contenido o distorsionándolos. Uno de los
errores frecuentes es el de reducir todo a una cuestión de “técnicas”.
Algo que se agrava más en las instituciones escolares donde la urgencia de lo
inmediato hace estar más obsesionados por tareas de carácter práctico, donde el
agobio de la falta de tiempo se convierte en una trampa que puede hacer que
acabemos olvidando interrogarnos por las verdaderas razones y efectos de la
práctica. De hecho, un error frecuente fue el pensar que para poder implementar
una determinada filosofía educativa bastaba con comprometerse con alguna
estrategia y recursos didácticos, que sólo con divulgar unas concreciones
prácticas era suficiente para extender y asumir la filosofía y razón de ser de
esos ejemplos prácticos. Muchas veces a lo largo de la historia se llegó a
aceptar que las técnicas o metodologías eran suficientes para hacer realidad
los discursos y reflexiones más teóricas que las promovieron.
Pero, al final, en
bastantes casos, esas ejemplificaciones prácticas acababan convirtiéndose en
esquemas rígidos a reproducir y, lo que es peor, desconociendo su razón de ser
y en consecuencia con pocas probabilidades de contribuir a enriquecer el
modelo pedagógico de fondo desde el que se propusieron. Cuando se llegan a
comprender las razones de los defectos de nuestra prácticas, en el momento que
detectamos cuáles son las distorsiones que se producen en lo que son las
auténticas finalidades de nuestro trabajo es cuando es más fácil que a
cualquiera se le ocurran tareas de carácter práctico para solventar tales
errores.
Es fácil conocer qué
ejemplos de tareas se pueden proponer al alumnado, por ejemplo, que se pueden
utilizar vídeos, salidas escolares, libros de divulgación científica, visitas
a museos, confeccionar periódicos escolares, etc., pero si no están claras las
razones de las elecciones, los porqués, puede suceder que esas tareas, que en
un primer momento suponen una innovación educativa que palia defectos
importantes del sistema educativo, acaben años más tarde por reproducir los
mismos errores contra los que se sugirieron. El ejemplo de las técnicas
elaboradas por Celestin Freinet es una buena muestra
de cómo unas determinadas técnicas, mediante las que su autor pretendía vehiculizar una importante filosofía educativa
progresista, de izquierdas, fueron incorporadas por algunos centros escolares
pero con otras finalidades. Así, por ejemplo, la correspondencia escolar, la
imprenta y los periódicos escolares, fueron utilizados por algunos colegios
de una manera distorsionada, para tratar cuestiones nada o poco relevantes y
con actitudes dirigistas por parte del profesorado y/o de la dirección del
centro. De esta manera se alteraban y distorsionaban las finalidades de unos
recursos didácticos que pretendían favorecer la comunicación con la realidad,
contribuir a someter a crítica la sociedad en la que se vive, sus valores
dominantes, los intereses que subyacen a las acciones que se proponen, etc.
Todas las profesoras y
profesores saben enunciar múltiples tareas para desarrollar en las aulas; quien
más quien menos conoce experiencias prácticas de formas de trabajo en las
instituciones docentes, pero la cuestión principal es su planificación,
análisis y seguimiento sin perder nunca de vista su razón de ser; ser
conscientes del motor que orienta la selección de las acciones prácticas que se
desarrollan en las aulas y centros docentes. Lo realmente importante es la
filosofía que subyace a cada modelo de trabajo curricular.
Un currículum integrado
no recibe tal nombre sólo por aparecer esbozado en unos papeles en forma de
propuesta en la que los contenidos aparecen organizados interdisciplinarmente,
se proponen metodologías didácticas basadas en la investigación y colaborativas, etc. Es necesario que esta coherencia
también sea perceptible por el propio alumnado al que está destinada la
propuesta.
Lograr una mayor
comunicación en las aulas, entre el currículum escolar y la realidad pasa por
hacer visible al alumnado las conexiones entre los contenidos que las
instituciones escolares trabajan y su concreción y validez para comprender e
intervenir en la sociedad. Puede suceder que los contenidos que se trabajen
sean considerados como relevantes y necesarios por el profesorado, pero eso no
basta; las chicas y chicos necesitan captar desde el primer momento su validez
y finalidad, algo que servirá como motivación (la palabra mágica, tantas veces
desvirtuada).
Poner en relación
explícita ante el alumnado unas disciplinas con otras es también una manera de
descubrir y dejar patente cuestiones comunes que tienen diversas especialidades
entre sí, de sumar esfuerzos para hacer frente a problemas sociales y naturales
que tienen por finalidad resolver. Es una forma de contribuir a no levantar
falsas barreras entre disciplinas, de evitar las fronteras entre especialidades
y, lo que e peor, la incomunicación entre saberes especialistas y la sociedad
para la que trabajan y sirven.
Cuanto más visibles se
hagan para el alumnado los elementos comunes y las relaciones entre las
diversas especialidades del conocimiento, más fácil les resultará comprender
informaciones que de manera aislada requerirían un mayor esfuerzo; los procesos
de memorización se verán igualmente mejorados y, algo que también es
importante, se facilitarán las posibilidades de buscar las aplicaciones
prácticas de conceptos, saberes, técnicas y destrezas.
El trabajo en equipo en las propuestas curriculares integradas.
Esta filosofía y praxis
educativa exige también que el profesorado genere nuevas disposiciones. En una
sociedad donde los discursos tecnológicos son hegemónicos, donde lo que priva
son diseños construidos según los principios de predictibilidad,
control, eficiencia, rígida secuencialización de
tareas, etc., esta nueva filosofía promueve la recuperación de una atención
primordial a la significatividad de las propuestas de
trabajo tanto para estudiantes como para el profesorado; se parte de que es
propio del trabajo educativo que existan contradicciones, ambigüedades y,
lógicamente tensiones, dada la diversidad de experiencias y peculiaridades de
las personas que interactúan en toda aula y centro educativo (Ph. W. Jackson, 1994).
Un currículum integrado
es una propuesta que se desarrolla a lo largo de un periodo de tiempo más largo
de lo que los temas o lecciones de los planes de trabajo disciplinares más
tradicionales, por tanto, tiene que ser una propuesta abierta y flexible en la
que aparezca contemplada la posibilidad de que el propio alumnado pueda
realizar elecciones, introducir focos de atención o modificaciones en su
desarrollo que, en principio, no se perciben, pero que surgen durante la
realización práctica de la propuesta y resultan coherentes con ella.
Asimismo, esta concepción
educativa tiene implicaciones en las modalidades organizativas de los centros
de enseñanza. Quizás una de las cuestiones que obliga a mayores esfuerzos, es
el requisito del trabajo en equipo, primero entre el profesorado y, a
continuación, entre el alumnado, así como de éste con sus profesoras y
profesores.
En un sistema educativo
que prima tanto las individualidades y el papel de las personas especialistas,
la filosofía de la integración requiere transformar de raíz los hábitos de
trabajo del profesorado, especialmente en aquellas etapas educativas en las
que el profesorado se selecciona y organiza por disciplinas, por ejemplo, en
educación secundaria y formación profesional. Es preciso conformar estructuras
que permitan que esos expertos y expertas de cada una de las disciplinas y
niveles establezcan cauces de comunicación, crear espacios que permitan el
trabajo en equipo, que hagan posible el llevar a cabo un trabajo
interdisciplinar. Los temores personales a la hora de ponerse a colaborar son
obstáculos que es preciso derribar. Quien más quien menos fue formado en una
tradición de trabajo individual y ello generó personas con temor a compartir.
Las profesoras y
profesores necesitan también aprender a descubrir nexos entre las disciplinas,
detectar qué estructuras conceptuales, destrezas, procedimientos y valores son
más interdependientes, cuáles se están compartiendo, aun sin ser conscientes
de ello, y cuáles y cómo es posible coordinar, así como cuándo es factible
hacerlo.
Esta filosofía implícita
en el currículum integrado va también a repercutir positivamente en el favorecimiento de una destreza capital para cualquier
sociedad democrática, cual es la de desarrollar capacidades y hábitos de negociación.
Tanto docentes como alumnas y alumnos, a medida que vayan participando en
propuestas curriculares integradoras, irán aprendiendo a debatir, reflexionar
en equipo y negociar democráticamente tareas y modos de llevarlas a
cabo. No olvidemos que la única manera de formar personas democráticas es
haciéndolas partícipes de instituciones escolares con modos de funcionamiento
democrático, que les obligan a ejercer modalidades democráticas de trabajo e
interacción.
En la medida que un
currículum integrado requiere hacer propuestas de trabajo coherentes, con
sentido para el alumnado y, por supuesto, para el profesorado, en esa medida
se requiere debatir, aclarar y convencerse mutuamente de los objetivos de
cualquier tarea escolar que se planifique y, proponga, plantear y discutir
posibilidades alternativas, etc. Es una forma de aprender a moverse en
estructuras flexibles, en una sociedad y momento histórico donde también la
palabra flexibilidad se convirtió ya en una de las palabras mágicas de mayor
actualidad.
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