EL PAPEL DEL ALUMNADO DE PRIMARIA EN LA CONSTRUCCION DEL CONOCIMIENTO
José Amay
Puerta *
En este artículo se analiza la limitación que representa, para el
alumnado de Primaria, la construcción de conocimiento dado que, implícita o
explícitamente, se suele propiciar la idea de que el alumnado no puede
construir cualquier clase de conocimiento, sino sólo aquel que sea
“académicamente” relevante y significativo. Aunque formalmente la estructura
curricular de la Educación Primaria parece que favorece la construcción
integrada e interdisciplinar del conocimiento, en la práctica es posible que
pese más la propia formación disciplinar del profesorado y la necesidad de que
el alumnado cuente con una formaci6n disciplinar que les permita afrontar la
Educación Secundaria. Por ello entendemos que cambiar el sentido de la construcción
del conocimiento del alumnado en Primaria implica replantearse, previamente, o
al mismo tiempo, el estatus y sentido de la actual cultura académica, lo cual
pasa por admitir el papel relativo del conocimiento adquirido en los contextos
escolares, en la medida en que éste coexiste con el sistema de creencias del
alumnado y su conocimiento popular adquirido y utilizado en la vida cotidiana.
¿Para qué sirve lo que estoy aprendiendo?
Afortunadamente para los
adultos que enseñan en una escuela, instituto o universidad, esta pregunta metateórica no se suele producir tan
habitualmente, porque si así fuera, se encontrarían en un serio aprieto a la
hora de justificar el sentido y valor que tiene, para el que aprende, lo
que éste o ésta enseñan. Sin embargo, si lo que se aprendiese fuese algo relacionado
con la realidad cotidiana posiblemente la respuesta podría ser algo más
convincente (Resnick, 1987; Sternberg
et al., 1993; Walters et al., 1993).
Tal y como lo entendemos, uno de los problemas de la escuela actual bajo la
LOGSE es que trata de hacer significativo para el alumnado de Primaria
el aprendizaje de contenidos abstractos y desligados de aplicaciones y usos en
la vida cotidiana, básicamente porque son el producto del esfuerzo de
elaboración y sistematización realizado a lo largo de muchos años en las
distintas disciplinas académicas. Los contenidos a enseñar continúan
respondiendo a la idea de que el alumnado y el profesorado tienen que ponerse
al servicio de la formación científica del pensamiento, posiblemente
respaldando los ideales del neoliberalismo económico en todas sus facetas
(sociales, económicas, políticas, etc.) por lo que cada vez parece más
necesario realizar una defensa de una cultura escolar que permita conocer
para interpretar, conocer para transformar o conocer para disfrutar frente
a la idea, cada vez más extendida en algunos sectores profesionales, de aprender
para promocionar o conocer para competir (Fernández Enguita,
1995, Torres, 1994).
Desde una perspectiva sociocognitiva del conocimiento, como la que suscribimos, no puede hablarse de construcción del conocimiento al margen de las condiciones materiales de su realización y de los condicionantes que operan en su puesta en práctica, por lo que creemos que se debe superar el nivel de discurso pragmático sobre el cómo y situarnos en el nivel del para qué sirve conocer. Desde este nivel, que trata de alejar el fantasma del utilitarismo y del pragmatismo, tendríamos que decir que no compartimos la idea de que el papel del alumnado en Primaria sea la de construir conocimiento científico disciplinar, aun en su descafeinada versión académica, porque la labor de divulgación de tal tipo de conocimiento que realiza la escuela está anclado en un modelo de ciencia, que la asimila a una visión aséptica, desnaturalizada y ahistórica del desarrollo científico del conocimiento. La transposición del conocimiento académico disciplinar a la escuela representa una clara limitación del papel real que puede jugar quien enseña y quien aprende en el proceso de conocimiento, y una justificación permanente para la no innovación en quienes justifican por encima de todo el cumplimiento de los programas escolares. Desafortunadamente, la formación inicial del profesorado, y las características de las actividades docentes en los centros escolares, no permiten, en muchas ocasiones, adquirir un conocimiento profundo y reflexivo sobre la naturaleza de lo que se enseña, quedando la transmisión desvirtuada por las desenfocadas, y a veces obsoletas, interpretaciones que se realizan del objeto de conocimiento.
Tal y como lo entendemos,
si lo que se pretende es que el alumnado aprenda a re‑construir el conocimiento
científico de las distintas disciplinas ésto es
antagónico con la reproducción mimética e incomprensible de los contenidos
abstractos y formales que los configuran. Se trataría, en tal caso, de aprender
a reconstruir (individual y colectiva mente) el sentido social, cultural, histórico,
etc., de los mismos, no de trasladar al aula la visión que cada especialista
tiene de la materia que enseña. No se trata “de ver a mis niños y niñas
convertidos en futuros químicos, biólogos, farmacéuticos, historia
doras, escritoras o gimnastas”.
El objetivo “educativo”
de instrumentalizar el conocimiento, desde Primaria, en aras de una profesionafización remota, de “prepararlos”
para cuando lleguen al Instituto o a la Universidad, creemos que está
obteniendo pésimos resultados y obstaculiza la elaboración de alternativas más
creativas ante la actual “crisis” del alumnado sobre el sentido de la
educación que reciben. De hecho, la cultura de la queja sobre el
alumnado resalta, cada vez más, la apatía y el desinterés que aquél muestra por
lo que aprende y la forma en que lo hace, ante lo cual habría que preguntarse
hasta qué punto esa actitud no es una respuesta normal ante la calidad de la
oferta curricular y metodológica que se les presenta y que, finalmente,
acaba convirtiendo a las escuelas, institutos y universidades en ghettos que
imparten conocimientos mastodónticos. Vemos, por
tanto, la necesidad de resaltar algunos argumentos que manifiesten la necesidad
de situar los procesos de construcción del conocimiento del alumnado en otro paradigma
sobre el propio sentido de conocer.
Si algo han puesto de
manifiesto las numerosas ‑tal vez excesivas investigaciones‑ sobre
las concepciones del alumnado sobre diversos dominios de la realidad física y
social es que, no sólo tales interpretaciones son diferentes a las científicas
que se enseñan en las escuelas y que son resistentes al cambio, sino además,
que se usan habitualmente dentro y fuera de las escuelas, incluso cuando
se ha tratado, de forma reiterada, de cambiarlas. Tales concepciones se han
considerado hasta ahora como incorrectas, intuitivas, erróneas, cuando se las
compara con las “científicamente” correctas, por lo que se ha interpretado,
desde lo que entendemos como pseudoconstructivismo,
que adquirir conocimiento es cambiar tales concepciones y facilitar la
construcción de otras que sean académicamente correctas, y no aquellas que sean
válidas para interpretar y actuar en la vida cotidiana.
Pero creemos que existen
numerosas evidencias de las dificultades que tal tarea representa. En primer
lugar porque cambiar las concepciones que conforman el conocimiento popular
del alumnado significaría dejarlos, en muchos casos, sin los instrumentos que
ya han construido y que les sirve para interpretar fenómenos y hechos que se
producen en su vida cotidiana y que son de naturaleza distinta al
proporcionado por el conocimiento académico. En segundo lugar, porque las
personas‑ no necesitan dotarse permanentemente de explicaciones sobre los
fenómenos que sean científicamente correctas, sino simplemente plausibles en
función de las necesidades de interacción social. En tercer lugar, porque el sentido
del conocimiento académico no es proporcionar instrumentos de interpretación
sobre todos los dominios de conocimiento, sino sobre dominios parciales y
especializados, por todo lo cual consideramos que, en la práctica, los
propósitos de cambio conceptual o de aprendizaje significativo representan
numerosas dificultades, sobre todo, cuando no va acompañado de la necesaria
clarificación sobre las características del contexto de uso del conocimiento
adquirido o por adquirir.
La visión endogámica que tienen las instituciones escolares del conocimiento que transmiten parte del supuesto de que el conocimiento en ellas adquirido es universalmente utilizable y generalizable aunque, sin embargo, el análisis de lo que sucede diariamente en las clases pone de manifiesto lo difícil que le resulta al alumnado hacer compatible sus propios intereses con los intereses de la institución escolar. Como señala Rogoff.
Mi conclusión es que los
datos no apoyan un concepto de destrezas intelectuales de carácter general, o
un efecto generalizado de la escolarización sobre el logro cognitivo. Más bien
parecen existir relaciones específicas entre lo que habitualmente se hace en
la escuela y determinadas actividades cognitivas (1993,76)
Cuando un niño o niña va
a la escuela no siempre va a aprender las cosas que le interesan, sino lo
planificado por los adultos y adquirido de la manera en que éstos consideran
que lo debe hacer, lo cual significa que posiblemente lo que al niño o niña le
interese construir no siempre coincida con lo que el profesor o
profesora pretende que construya. Esto implica que uno de los aprendizajes
básicos del alumnado en Primaria consista, entre otras cosas, en aprender las reglas
del juego de la interacción profesor/a‑alumno/a: los niveles de exigencia,
el tipo de comportamiento que debe adoptar con los adultos y los iguales, las
relaciones de subordinación, el valor de lo que aprende para la promoción
académica, etc. Ésto es también conocimiento
que debe ser construido, de forma individual y colectiva, y que casi nunca se
suele enseñar de una forma explícita. Aún así, poco a poco el alumnado va
interiorizando, no sólo contenidos en forma de conceptos, procedimientos y
actitudes, sino qué estrategias son más adecuadas para funcionar en la
institución escolar, lo que es académicamente relevante y lo que no, lo que sirve
para utilizarlo fuera y dentro de la escuela, etc.
Por ello consideramos que
uno de los aspectos importantes que debemos destacar en relación al papel del
alumnado en la construcción del conocimiento en Primaria es dotar de sentido social,
cultural, compartido y situado al acto de conocer. En tal sentido nos
gustaría proponer dos argumentos para la reflexión.
1. El conocimiento escolar debería coexistir con el conocimiento
cotidiano.
Desde edades muy
tempranas los niños y niñas construyen un conjunto de creencias sobre la
realidad física y social a partir de la cual resuelven las tareas y problemas
que acontecen en su interacción cotidiana con personas y objetos. Estas
creencias se organizan en teorías implícitas sobre diferentes
dominios, utilizando para su construcción procedimientos como la observación,
predicción, comprobación, contrastación, etc., (Arnay, 1993). Cuando los niños y niñas comienzan la
Educación Primaria lo hacen con una considerable organización de sus teorías
pero, sobre todo, contando con procedimientos apropiados para indagar y
ampliar su conocimiento experiencial. Sin embargo, la
Educación Primaria somete dicho proceso a constantes esfuerzos de
sistematización propios del aprendizaje formal, situando el acto de conocer en
unas coordenadas distintas a las utilizadas hasta ese momento. Como diría
Edgar Morín (1994), cambia las estrategias por programas,
y se comienza a valorar más el resultado de lo conocido que el uso de las
estrategias para conocer.
Un programa es una
secuencia de acciones predeterminados que debe funcionar en circunstancias que
permitan el logro de los objetivos. Si las circunstancias exteriores no son
favorables, el programa se detiene o falla. La estrategia elabora uno o varios
escenarios posibles. Desde el comienzo se prepara, si sucede algo nuevo o
inesperado, a integrarlo para enriquecer su acción (1994,126).
Un análisis de la
secuencia de los contenidos en Primaria, y dentro de ella, entre los tres
ciclos que la configuran, pone de manifiesto que la LOGSE continúa
reproduciendo una vieja concepción escolástica y acumulativa del conocimiento
que choca, por lo demás, con las formas habituales de conocer adquiridas hasta
entonces. Escolástica porque parte de una visión disciplinar cuyas esencias se
pierden en la noche de los tiempos y supone dar un carácter hegemónico a los
contenidos disciplinares. Acumulativa, porque junto a los contenidos
disciplinares se establecen contenidos procedimentales
y actitudinales como variables añadidas a los
primeros, considerando que unos procedimientos atractivos pueden llegar a disimular
la dureza o irrelevancia de los contenidos.
Todo esto se refuerza, además, con un intento de aplicación educativa de la concepción piagetiana del conocimiento a partir de la cual se derivan dos consecuencia importantes: a) que la construcción del conocimiento a lo largo del desarrollo está llamado a convertirse en conocimiento científico, o si se prefiere lógico‑matemático y, b) que la diferencia entre conocimiento conceptual y procedimental es similar a la establecida estructuralmente por Piaget entre conocimiento figurativo (representación esquemática de la realidad) y conocimiento operatorio (esquemas de acción). Si estas dos interpretaciones sobre el conocimiento se adoptan como marco de referencia, y se trasladan a la práctica docente tendrían, al menos, tres consecuencias para el alumnado:
1) Que el alumnado
debería aprender aquello que le aproxime cada vez más al conocimiento científico,
con lo cual quedaría muy poco espacio para que la escuela introduzca y
transforme el conocimiento popular implícito en conocimiento escolar explícito,
puesto que aquél significaría ruido y pérdida de tiempo en el
aprendizaje.
2) Que los contenidos conceptuales y procedimentales deberían basarse en el modelo científico formal, y no en conceptos y procedimientos próximos al conocimiento cotidiano del alumnado.
3) Que si una cosa es “pensar”
y otra “hacer” no importaría la naturaleza y características del objeto
que se conoce, puesto que al fin y al cabo el alumnado siempre podría aplicar
sus estructuras cognitivas generales a cualquier clase de contenidos.
2. Se debería adaptar el conocimiento científico al conocimiento
escolar.
Si, como pensamos, la
cultura escolar no debería ser equivalente a la cultura científica de cada
disciplina, sino traducción de ésta y espacio intermedio entre lo científico y
lo popular, está claro que tanto los contenidos, como los procedimientos y los
recursos didácticos, deberían de ponerse al servicio de quien aprende y no al
revés, tal y como sucede actualmente. Esto significa cambiar la cultura
científica académica por cultura escolar que respete y otorgue auténtico
sentido a lo que se aprende en relación a problemas prácticos de la vida cotidiana.
Tales problemas presentan algunas características como son, a) tienen una
naturaleza poco definida, b) tiene múltiples soluciones correctas, c) tienen
múltiples métodos para obtener soluciones, d) tienen acceso y disponibilidad de
experiencias previas relevantes y, e) a menudo se encuentran rodeadas de una
alta motivación y emoción. Por su parte los problemas académicos, a) son
formulados por otros, b) están bien definidos, c) son completos en la informaci6n
que proveen, d) se caracterizan por tener una sóla respuesta y un sólo método
correcto, e) están desligados de la experiencia ordinaria, f) tienen poco o
ningún interés intrínseco (Sternberg, et al. 1993,
206) .
Desde nuestro punto de
vista la cultura escolar no debería ser sinónima de cultura científica, ni
aquella ser asimilada a ésta, aunque hasta ahora, como hemos señalado, la
tendencia haya sido querer transformar radicalmente el conocimiento cotidiano
para “hacerlo” científico. Nuestra lectura es otra, y parte de
considerar que la Educación Primaria debe potenciar en el alumnado el uso de estrategias
de indagación frente a la realidad directamente percibida (mesocosmos), lo cual incluye dominios de conocimiento
físico y social que pueden ser abordados con buena parte del conocimiento experiencial de los alumnos y alumnas. Una vez que
demostrasen un dominio y complejidad crecientes del mesocosmos
podrían adentrarse en lo micro y macrocósmico (tercer
ciclo de Primaria y Secundaria) sobre dominios de conocimiento que no son percibibles directamente. Este proceso se podría llevar a
cabo tomando en consideración los siguientes aspectos: a) Promoviendo la
necesidad de complejizar el
conocimiento popular implícito. Los alumnos y alumnas, junto con el
profesorado, deberían utilizar lo que ya saben para “conectar” con lo
escolar. Esto se podría hacer elaborando proyectos de trabajo, utilizando
recursos personales de búsqueda de información, mediante la elaboración,
presentación y discusión de informes a partir de su conocimento
experiencial, aprendiendo a “tomar notas” de
lo que otros del otras digan, etc. Todo ello podría desembocar en un aspecto de
la realidad o problema que les interese conocer y que se llegase a “negociar”.
b) A partir de ahí se podría dinamizar la expresión explícita de las teorías
implícitas personales que se tengan sobre tal o tales dominios, lo cual se
llevaría a cabo mediante la contrastación, discusión
y ordenación colectivas de las distintas teorías. c) Se trataría, a
continuación, de diseñar estrategias para profundizar en el
conocimiento, al mismo tiempo que se resolverían dudas y contradicciones, lo
cual determinaría la discusión y selección de contenidos, actividades, uso de
recursos y medios para tal profundización. d) Se tendría que promover una organización
del trabajo y un reparto colectivo de responsabilidades. e) Se utilizarían
diversos procedimientos de indagación, no sólo el libro de texto (ver Torres,
1994 para una muestra de recursos). 0 Se podría realizar una ordenación
personal y colectiva del conocimiento que incluya la nueva información. Se
trataría de formular teorías explícitas y de contrastarlas con las
explícitas anteriormente expresadas. g) Se trataría, finalmente, de utilizar
tal o tales teorías aplicándola a situaciones conocidas o nuevas o a otro
aspecto de la realidad que les interese conocer.
En suma, consideramos que
mientras que el conocimiento escolar se entienda como adquisición de contenidos
“prefabricados” nos parece un tanto incongruente la defensa formal del constructivismo.
Para nosotros una actitud constructivista implica un
posicionamiento heterodoxo, crítico y alternativo frente al orden disciplinar
del conocimiento establecido y de sus contenidos. De lo contrario tendríamos
que decir que el constructivismo sólo servirá, una vez más, para domesticar el
saber y a quien conoce.
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Las teorías implícitas infantiles sobre los seres vivos. En M. J. Rodrigo, A.
Rodríguez y J. Marrero (Eds.)
Las teorías implícitas. Una aproximación al conocimiento cotidiano (167‑201).
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