Encontrar un puesto en la sociedad

ANDRÉ FALCUCCI

 

La cuestión de la inserción social y profesional que, históricamente, preocupa a los jóvenes, también afecta hoy a los adultos situa­dos al margen de la sociedad activa por un desempleo masivo. Situaciones que asumir y opciones que hacer, con una notable dosis de incertidumbre y la voluntad de apostar.

Conseguir un puesto en la sociedad y en el mundo laboral, hay periodos en los que o bien no se plantea este problema o bien es evidente. Los itinerarios de las personas están bastante marcados y los modos de regulación son relativa­mente eficientes. Pero ahora sucede todo lo contrario. En una sociedad que está en continua mutación, las cosas se han vuelto tremendamente complejas y difíci­les. Es intensa la presión ejercida sobre grupos y personas margina­das. El rechazo, la pobreza, por ejemplo, tenían un lugar, eran explicables, y aún legítimos (por causa de su origen familiar, la voluntad divina, etc ... ).

Este texto va a ser polémico: ya que estamos en plena batalla. Por lo tanto, tenemos que adoptar una postura, tomar una opción, con una buena dosis de incertidumbres y de desafíos que hay que asumir. Des­pués, sabremos si nos hemos equi­vocado o si hemos dado en el clavo. Por ahora, sólo se trata de intentar comprender en qué situa­ción nos encontramos y cómo mejorarla; de actualizar nuestras propuestas y prácticas para com­portarse como actores pertinentes. La propuesta que se considera aquí, por lo tanto, es la de ser un actor y no aquella de un experto en socio-política.

Desde finales de los años 70, se ha llevado a cabo en Francia, un gran número de experiencias por parte de lo que se ha denominado el campo de Inserción Social y Profe­sional. Evidentemente, otros países europeos han sido también espec­tadores de esta movilización por parte de los actores sociales que han hecho frente a problemas, que, aunque no siempre se presentaban de la misma forma, aparecían en el mismo telón de fondo:

- Urbanización hipertrófica y caó­tica.

- Crisis económica y, sobre todo, un aumento rápido de los efectivos de parados...

En nuestro país, la situación se caracteriza por el hecho de que el Estado ha mantenido en este campo una postura muy interven­cionista a lo largo de la década de los 80, al impulsar dispositivos y tomar medidas que tenían como objetivo resolver el problema.

Pero retrocedamos en el tiempo: finales de la década de los 70; el paro aumenta y comienza a notarse especialmente entre los jóvenes. Por otro lado, la cuestión de las "zonas periféricas" es cada vez más delicada. Entonces pensá­bamos que era a causa de la mar­ginación (y de hecho, sí existía un margen que iba apareciendo). En el banco de los acusados figuraba el sistema educativo en primera fila (con las empresas, por supuesto, que aún no habían sido puestas en funcio­namiento). La inadaptación de la Escuela y su mal funcionamiento aparecían como los responsables de esta marginación por parte de los jóvenes (e incluso, se alzaron algunas voces mal intencionadas afirmando que el sistema educativo "producía" el número de parados necesarios para el mercado de tra­bajo..., y así pecaba quizás de exceso de adaptación).

En el terreno de las zonas periféri­cas, sobre todo, eran numerosos los actores (trabajadores sociales, animadores socioculturales, políti­cos y militantes asociados) que sentían la necesidad de reaccionar, de buscar formas nuevas de actua­ción, de modificar las estructuras clásicas de intervención, y de tener en cuenta la situación que se les presentaban ante sus propios ojos... A partir de ese mismo momento, aparecieron las primeras empresas intermediarias y las pri­meras formaciones de inserciones. El cambio de la mayoría en 1981, va a permitir la materialización de un cierto número de ideas de forma más global, a diferencia de aquella tentativas que han surgido a diestro y siniestro. Por supuesto, el verano caluroso de 1981, clamaba a gritos nuevos responsables para este propósito, pero existían algunos sitios en los que aparecía una voluntad verdadera, y a veces, compartida de coger el problema por los cuernos.

A raíz del informe SCHWARTZ, se va a implantar el dispositivo RIGOULT (los cursillos de inserción y la primera oficina de acogida e información -PATO y las misiones locales. De forma relativamente coherente, la primera respuesta fue unánime en lo concerniente a la formación.

En esta época, al menos, para la parte más activa de aquellos que se aventuraron en ésto, sólo se tra­taba de detener este margen poniendo en funcionamiento un dis­positivo provisional. De hecho, estas actuaciones cesarían cuando este margen se redujera, y al resolver la reforma del sistema educa­tivo la cuestión.

Estas medidas concernían, sobre todo, a los jóvenes (en un principio con edades comprendidas entre los 16 y los 18 años) y se incluían en un conjunto más amplio, con un fuerte acento en las políticas de prevención. Cambiar el entorno social de aquellos jóvenes que se encuentran en una situación difícil, y darles una segunda oportunidad supone contribuir con la eliminación de esta marginación.

Es cierto que un gran número de pedagogos y trabajadores sociales se resistieron al principio, a llevar a cabo esta política: en defensa de la Escuela, ya que pensaban que se le amputaba una parte de su voca­ción; y en nombre de la conserva­ción de la especificidad de los ofi­cios, profesiones; y de hecho, ser interrogados de nuevo por el desa­rrollo de estas iniciativas.

AMPLIACION DE LOS DISPOSITI­VOS DE INSERCION SOCIAL Y PROFESIONAL

Lejos de ser provisionales, los dis­positivos se han ampliado, exten­dido, multiplicado y diversificado, encaminándose hacia otro tipo de público (además de jóvenes, adul­tos, parados de larga duración, mujeres marginadas, etc ... ). La reforma del sistema educativo ha fracasado (y de todas formas, todo lleva a pensar que el quid de la cuestión no se hallaba allí), este margen se ha extendido hacia poblaciones excluidas, cada vez más grandes y fuera de juego; el funcionamiento económico y social se ha visto normal.

Y aquí nos encontramos.

Aunque haya toda una serie de puntos de vista que manifiesten una urgencia, debemos apresurar­nos pero con tranquilidad, ya que todo el conjunto de Europa se ve afectado por esto, inclusive la parte oriental y central, que ha optado por una economía de mercado.

Por lo menos, al principio, el debate era exclusivamente pedagógico en los medios profesionales de anima­ción y trabajo social. Limitado, pero familiarmente conocido.... pero sin duda, con algunos pensamientos de trasfondo: el periodo político abierto de 1981 suponía una modi­ficación de la situación que iba más allá del sistema educativo. No fue así, y los grandes YAKA no lo pudieron remediar: el paro continuó siendo alto y aumentó vertiginosa­mente a lo largo de los 80. la mar­ginación no ha retrocedido; pero sí que ha aumentado, y ya nadie pro­pone otra alternativa en la que se pueda creer.

¡Así que, manos a la obra! Esto implica, por parte de los actores (trabajadores sociales, militantes asociados, etc...), un cambio de perspectivas difíciles, y a veces, perjudiciales, pero que son simple­mente inevitables y necesarias ( so pena de ser rechazados de la reali­dad y, por lo tanto, marginados). Vamos a centrarnos en algunos puntos para una mejor compren­sión y actuación:

- El trabajo social y la educación no son para nada contundentes. La década de los 80 nos muestra cla­ramente esta realidad. Los disposi­tivos, actuaciones, innovaciones y medidas que suponen una lucha contra el rechazo y un permiso para que cada persona encuentre un puesto tanto social como profe­sional, son necesarios, pero no suficientes.

- La alternativa social, económica y social que se da en esta situación, por lo pronto, no ha sido propuesta: sabemos lo que no funciona (en todo caso, sabemos lo que fun­ciona si dejamos a un lado a la gente), pero ignoramos en conjunto lo que se debería hacer..., y eso no depende exclusivamente de los tra­bajadores sociales y militantes aso­ciados. ESTOS saben, sin embargo, lo que tienen que recha­zar.

- A falta de futuros prometedores y cambios revolucionarios, hay que saber hacerlo y hacerlo saber... Desde hace algunos años, hay un hervidero de iniciativas en Europa (y no sólo eso) y ese fenómeno es bastante esperanzador. Ya hemos aprendido bien la lección para saber que es bastante difícil el generalizar estas iniciativas innova­doras. Ya que, más allá del hecho de que para resolver, esencial­mente y en conjunto, cualquiera de las cuestiones de la inserción social y profesional, hay que movilizar otra cosa que no sea el trabajo social; hay que tener en cuenta que la complejidad creciente de estas cuestiones necesita respuestas también complejas. Se pueden cambiar los modos, las posturas, las maneras de pensar o de actuar, pero no los modelos ya prefabrica­dos. Esta cuestión de cambios se ve particularmente clara en el plano interno, pero también es muy importante entre dos perspectivas, aún si están un poco alejadas. Para que suceda todo esto, se necesita tiempo y medios, algo que triste­mente y a menudo nos hace falta. Todo esto trae consigo algunas consecuencias que deberían intere­sarnos e incluso entusiasmarnos:

- La invención e innovación sólo se puede obtener por medio de un conocimiento real del entorno en el que se mueve y su ambiente. Situación apasionante, perspectiva excelente...

- Sólo puede ser democrático: con esto queremos decir que para triun­far, es necesario las ideas, compe­tencias y energías de todos y cada uno de los actores; es necesario tener en cuenta la consideración de todas las personas relacionadas.

A buen término, hay que preocu­parse de toda la organización de la sociedad y de su economía. Que estas cuestiones se planteen libre­mente y decir con toda la razón que nos dan miedo, no debe impedirnos actuar y reflexionar. Un país como Francia tiene tras de si una expe­riencia importante. Olvidemos las amarguras y lamentaciones, y bus­quemos, por el contrario, motivos de esperanza, de eficacia.

Y existen iniciativa. Un movimiento como el nuestro sabe muy bien que la formación, las formaciones no son por si mismas una solución. Estamos convencidos, sin embargo - basándonos en nuestras expe­riencias diarias- que es un útil, por cierto, bastante útil, cuando se ha puesto al servicio de un proyecto. Existe toda una serie de estrategias en el campo de la inserción por la economía, por ejemplo, en el desa­rrollo de servicios de proximidad, en las actuaciones de cursos prác­ticos de formación, en el marco en los que la formación puede repre­sentar un papel muy importante. Claro está, es en esa dirección hacia donde deseamos poner todo nuestro empeño, continua traba­jando, sin perder de vista ningún aspecto de la realidad. Los paliati­vos que consisten en debilitar aún más el empleo (como ocurre con el caso del C.I.P (Contrato de Inser­ción Profesional) o en empleos mal pagados, como sucede cada vez más con los C.E.S ( Contrato de Empleo Secundario) sólo puede agravar la situación.

Saquemos provecho de todo lo que hemos aprendido los unos de los otros; intercambiemos nuestras experiencias, elaboremos otros proyectos; llevemos a cabo otras actuaciones: no nos queda elec­ción, y es sin duda la única salida que tenemos para mantenernos fie­les a nuestra vocación de profesio­nales y militares. Grandes desafíos se nos presentan ante nosotros.

Traducido por

María José Gómez Rojo