Cuando las cosas son llamadas por su precio: del periodismo de opinión a la
información como valor de cambio *
Andrés
Dimitriu **
Resumen
¿Las transformaciones que ocurren en
el periodismo son paralelas a las que ocurren en el campo económico, tecnológico
y marcos regulatorios del estado? ¿Tiene sentido seguir hablando del periodismo
como una profesión liberal? ¿Cómo
afectaron y afectan al periodismo fenómenos como, por ejemplo, la fragmentación
de públicos, la tarifación de servicios, las nuevas herramientas de captación,
reproducción y distribución de datos, imágenes, sonidos, el teletrabajo (el
montaje solitario) y la integración de multimedios o cadenas internacionales?
¿Se sostienen redes sociales de comunicación que no responden a reglas del
mercado? ¿Surge la "autogestión periodística" con públicos
fraccionados?
En este trabajo se exploran algunos
de los ejes del debate actual acerca del valor asignado a la información como
recurso. La posición sustentada es que el rol el periodista está idealizado (o
comercialmente mistificado) si se toma como referencia su propia historia y que
en gran medida ha sido desplazado por animadores contratados para mantener la
competitividad de las empresas.
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* Trabajo presentado en el Primer
Encuentro Iberoamericano de Enseñanza de Periodismo, organizado por la Fed.
Latinoamericana de Facultades de Comunicación Social y la Universidad de Buenos
Aires (nov. de 1996), publicado en Periodistas: entre el protagonismo y el
riesgo, compilado por Entel, Alicia, colección "Estudios de
Comunicación", Ed.Paidós, Buenos Aires, 1997.
** Profesor titular e investigador en la carrera de comunicación
de la Universidad Nacional del Comahue.
Periodismo: entre el mundo de las ideas y el mercado informativo
Como
cualquier otra forma de trabajar que conocemos, el periodismo ha perdido buena
parte de las certezas que lo caracterizaban como profesión, arte u oficio. Pero
no me refiero solamente a las certezas laborales en crudo sino primordialmente
a su ubicación dentro del campo de la producción y distribución simbólica, uno
de los ejes centrales de lo que ha sido bautizado como la "era de la
información", "la sociedad (o la era o la economía) del conocimiento",
"la sociedad de redes" y la "aldea global", por mencionar
algunos de los coloridos y pomposos nombres con los que se intenta describir
los acelerados cambios tecnológicos que suelen "aparecer" en las
guerras calientes o frías.
Como
nunca, por empezar, hay una centralidad de lo contable que define relaciones de
personas entre sí y con la naturaleza, que objetiviza y otorga valor monetario
a elementos y procesos que solían ser invalorables porque eran comunitariamente
disfrutados, e intenta incluir en las reglas del mercado a todas las
manifestaciones de la cultura. El discurso de la contabilidad (la economía como
"ciencia exacta" y por lo tanto sólo abordable para expertos, desde
Alfred Marshall en el siglo pasado) inundó la percepción culturalmente diferenciada
acerca de qué es la economía y logró imponer, hasta cierto punto, la idea de
que hay una sola: la que en este momento domina los principales resortes del
escenario mundial. Tengo la impresión de que hurgar en los supuestos de los
economistas -especialmente en la "historia de las ideas" de los
neoclásicos- puede aportar bastante más a la comprensión de la vida de los
periodistas y a la economía política de los medios que nuestras transitadas
teorías de la comunicación.
Los
complejos cambios y determinaciones comunicacionales ya no son abordables desde
la historia particular de la prensa escrita, de la radio o de la televisión,
pero bien podríamos comenzar intentando una mirada histórica y comparativa
sobre las representaciones que de sí mismos han tenido y tienen los periodistas
y sus organizaciones -los roles y expectativas de un cuerpo profesional nacido
y estructurado alrededor de una imagen de respetabilidad, autoridad moral y
posibilidades ciertas de ingresos a partir de la segunda mitad del Siglo XIX- como
las que tienen los públicos, las empresas y la esfera estatal. Junto a esto se
podrían enfocar nuevas formas de producción y características de los productos
que distinguen o entrelazan a este trabajo con otros a partir de las
transformaciones mencionadas. Sin perder de vista la cuestión de la imagen (la
propia y la social) de los periodistas, quiero detenerme en las
transformaciones económicas y tecnológicas en el campo de la información. Para
esto me parece importante señalar que considero una trampa conceptual lo de
"optimismo/pesimismo tecnológico", porque detrás de esta falsa opción
suele esconderse, además de una postura determinista, un tipo de pregunta
anterior que diría más o menos así: ¿de qué modo querría Ud. lograr el
desarrollo si no es con la última variedad de tecnologías que ofrece el
mercado?. Este modo de plantear el problema encierra varios supuestos que vale
la pena revisar:
1) que los objetivos de la sociedad y
de todos los grupos, clases, culturas, individuos, naciones o movimientos
sociales pueden ser compendiados en el gaseoso término de
"desarrollo", que por ahora sugiero sustituir, si se me permite la
ironía, por la mucha más clara expresión de "ir para allá". Y digo
que es más clara porque al menos deja en evidencia que las preguntas del hacia
adonde, en qué condiciones (sociales y ambientales) y, principalmente, para qué
son inevitables[1].
Dando por hecho que desarrollo ("ir para allá") es sinónimo de
compartir las elementales definiciones de necesidades humanas formuladas por clásicos
y neoclásicos, incluyendo los ideales de producción y consumo ilimitado[2],
las metáforas dominantes (también presentadas al público con el pretensioso
seudónimo de "modelos económicos") remiten entonces a las tecnologías
de la información como una de las claves seguras de "llegada". Y la
"llegada", demás está recordarlo, tiene como modelo aquellas
sociedades que mayores ventajas materiales lograron acumular o que exhiben los
mejores índices del PBI. Es decir que nos remiten al terreno del
"cómo". Exitos o fracasos frente a las oportunidades ofrecidas
dependerían de quien las use, de su capacidad, creatividad y competitividad, o
de que los gobiernos apliquen con severidad los ajustes necesarios, creando al
mismo tiempo un "ambiente amistoso" para las inversiones. En otras
palabras, si hay "perdedores" es por opción propia, porque no
hicieron o no hacen bien los deberes, no leen correctamente los manuales o no
liberan a sus genes del yugo de los prejuicios, que los atan a tradiciones y
romanticismos bucólicos y anacrónicos. Por supuesto que también ayuda anotarse,
en esta -para nada nueva- dimensión de temporalidad evolucionista, en
"carreras" que, en lo posible, se dicten en organizaciones educativas
que no estén "atrasadas" tecnológicamente.
2) que es bueno "per se"
que la información "circule" en la sociedad, lo que significa que
cuanto más información uno "posea" (y a mayor velocidad), mejor. Pero
además, y desde hace varias décadas (especialmente después de la lectura comercial
que con cierta generosidad admitía el Informe Mc Bride) la información pasó a
ser un considerada un producto universal, pero comprimido en catálogos, con
precios en alza y principalmente obtenible -previa reconversión o
"alfabetización" hacia lo digital- en los países o regiones industrializadas,
en los centros especializados y en sus bancos de datos. La brecha entre los
ricos y los pobres en información (los information
rich y los information poor) se
supera generacionalmente, como se sugiere en una reciente novela[3],
o reconociendo el camino correcto hacia los proveedores correctos.
3) que la información es una
mercancía y que la comunicación es el lugar de intercambio de esta mercancía.
Las informaciones "por excelencia" serían consecuentemente los
precios o aquellos datos que conducen a que productores y consumidores de
bienes materiales o simbólicos interactúen en perfecta armonía o equilibrio. El
resto sería "política", o sea una fuente de distorsión, u otros
contenidos "irrelevantes".
4) Que la información sustituye a la
energía, al transporte, a la fuerza bruta o a las industrias tradicionales y
que no contamina. Desde la década del 60, los países industrializados comienzan
a dar importancia mayor a los costos asociados al sector terciario y a prestar
atención a los mecanismos de retorno de renta por vía de las patentes, copy-rights, derechos de autor y otras
formas de control de precios. Los desastres ambientales, que comenzaban a ser
resistidos en estos países, los conflictos y altos costos laborales, la
posibilidad de incorporar a terceros en los riesgos financieros y la ventaja de
concentrar actividades seleccionadas (como nuevas "ventajas
comparativas") de investigación y desarrollo (I&D), fue acompañada de
una ansiedad bautizadora que diera alguna entidad a esta nueva "etapa"
económica "posindustrial", de la información o el conocimiento. Por
razones que no terminamos de comprender, países que no estaban de ninguna
manera en la misma posición se sumaron al jubiloso coro del anuncio cuando era
obvio que quedaban del lado equivocado del mostrador, si es que limitamos las
relaciones entre naciones a éstos términos.
Todas
las evidencias demuestran que el grado de entropía en la actividad económica en
vez de reducirse aumentó dramáticamente (como el uso del papel en relación a la
difusión de computadores, por dar un ejemplo menor) y que la información como
"recurso invisible" en ciertas partes del mundo "denomina"
recursos en otras, como ocurre en las bolsas de valores.
5) Que las tecnologías (todavía se
las menciona entre nosotros como algo que "viene", lo que no deja de
tener un cierto aroma portuario-importador que desvaloriza tanto la base
técnica propia como los valores que le dan sustento) hacen cosas por sí mismas
y que es cuestión de aprender sus códigos para poder "interactuar"
con las máquinas y sus nuevas generaciones.
Lo que dejan afuera estos supuestos:
* que la información es subjetiva,
compartida e intangible y que la producción social de sentidos abarca, a
diferencia del cortoplacismo del mercado, experiencias del pasado y
proyecciones para el futuro.
* que la desaparición de especies, el
envenenamiento de los mares y el aire, la deforestación, las pobrezas, la
desocupación, las muertes, la brutalización, no son "construcciones
simbólicas". En muchos casos son umbrales cruzados que no tienen retorno.
La alienación laboral, social y de la naturaleza es un proceso que, aunque con
permanentes fisuras y reapropiaciones, va de la mano de un sistema que tiende a
la electro-domesticación y consumos insensibilizantes.
* que si bien se percibe un
movimiento mundial de medios democráticos (radios y canales comunitarios, redes
de información, asociaciones de audiencias y de lucha por derechos de
comunicación), tambien se verifican gigantescas concentraciones combinadas, que
a su vez están relacionadas a nuevos saltos tecnológicos (que obligan a nuevos
y costosos procesos adaptativos a las organizaciones populares) y manejo
corporativo en la asignación del espectro de frecuencias, por mencionar algunas
de las barreras artificiales más comunes.
El
acceso a las redes informáticas, por otra parte, está lejos de ser
"universal" como aseguran sus promotores, porque al tiempo que se
mencionan "igualdad de oportunidades, diversidad de contenidos y
cooperación mundial, con especial atención a las necesidades de los países
menos desarrollados", los principios que guían a las nuevas
infraestructuras incluyen contradictoriamente la competencia
"dinámica", la inversión privada y marcos regulatorios de libre
acceso (a inversores). Una de las consecuencias inmediatas de estos principios
es que, desde 1993 hasta enero de 1996, los usuarios comerciales (.com)
aumentaron del 4,6 % al 50%, más que los usuarios educativos y estatales (.edu
y .gov) juntos (Golding, 1996:85). También es relevante el dato de que el 50%
de los usuarios de Internet tienen ingresos anuales superiores a los $50.000.-,
que el 60% tiene estudios universitarios y que la franja etaria típica, aparte
de concentrarse en los hombres, está entre los 18 y los 34 años (Becker,
1996:10). Estos números deben ser comprendidos como una verificación de su
característica exclusiva y no como un reclamo sincrónico con la expansión del
mercado informático y de las prácticas de la comunicación anónima.
Estado, Sociedad Civil y Mercado: tres lógicas diferentes
Es
probablemente la cuestión central desde donde y como parte de qué proyecto uno
se define como periodista o, por lo menos, es inevitable tratar de identificar
los objetivos, la legitimidad y los métodos para lograrlos que tiene la empresa
u organización en la que uno trabaja. Desde el Iluminismo se ha prestado
atención a las diferencias entre "sociedad civil" y
"estado" como esferas más o menos contradictorias que abarcaban el
campo de fuerzas sociales. En las últimas décadas, sin embargo, se incorpora
como tercer campo y por encima del resto la esfera del capital [4].
En cada una de estas esferas existen valores, metas, lógicas, supuestos y
prejuicios propios, aunque en años recientes la llamada "lógica del
mercado" ha sido "impuesta sobre las otras dos en un ataque
implacable hacia su autonomía" (Everton, 1996).
La
hegemonía del mercado en su forma actual remite a estrategias de una
"guerra suave" (soft-war) y
aceleró tendencias que incluyen la comercialización de la cultura, el reemplazo
de la política y las relaciones sociales directas y personales por relaciones
sociales anónimas mediadas por sistemas de distribución informativa y una
veneración al lucro como fuente verificadora de qué cosa es verdadera o
relevante. Los consumos ("elija: Dolca o Nescafé") son presentados
como la forma contemporánea de participar. Nuevamente la "economía"
superestructural como un espacio normalizador que encubre relaciones y
determinaciones más complejas. Norbert Lechner nos recuerda que "Friedrich
von Hayek, el spiritus rector del
pensamiento neoconservador (al menos en su fundamentación filosófica) plantea
una lucha entre dos principios irreconciliables: el mercado y la organización.
Von Hayek visualiza, al igual que su colega Ritter, una enemistad mortal que no
conoce camino intermedio". Para el proyecto neo-conservador
"reestablecer el orden ya no significa organizar la sociedad sino, al
contrario, desorganizarla. Vale decir: desarticular los intereses organizados
que distorsionan la auto-regulación espontánea del mercado (nacional,
mundial)".[5]
La
pretensión de los medios de ser un sistema autónomo (incluyendo aquella imagen
del "Cuarto Poder") quedó reducida a una sospecha, porque si bien
cierto que tienen un necesario margen de oportunismo hacia gustos y
preferencias (o "usos y gratificaciones", si se prefiere) de los
diferentes públicos, también es obvia la forma en que apoyan sus pies en el
centro de la lógica del mercado[6].
Como también es comprensible que los Estados, ávidos por mantener algún tipo de
credibilidad en la sociedad civil, concedan espacios y mantengan algunos
mínimos mecanismos de su tradicional fuerza y autonomía que, de vez en cuando,
fueron utilizados para promover intereses nacionales y/o de las grandes masas
populares. De manera que estos campos deben ser comprendidos, a pesar de las
contradicciones, sin olvidar la dinámica de los espacios superpuestos o
comunes.
En
lo específico, los medios han sufrido una metamorfosis que difiere de la imagen
de "sector en crecimiento linear y acumulativo" que suele aparecer en
la folletería empresarial.
Algunos
de estos cambios son de relevancia para este congreso:
1. ¿Asistimos al fin de los medios
masivos?. La prensa burguesa-liberal del siglo pasado y principios del Siglo XX
gozaba de una supremacía innegable. Los "grandes medios" gráficos,
algunos de ellos "nacionales", disfrutaban de una situación casi
monopólica, sus prácticas de reportaje eran consideradas "casi
ideales", contaban con editorialistas y cronistas de prestigio, los
periodistas habían ganado una imagen de mediadores de conflictos, de maestros y
guías, de "científicos" (o "traductores" y distribuidores
de conocimiento), de profesionales que valoraban la precisión (datos para la
sociología, el comercio, la bolsa de valores) (Kunczik, 1988 y McQuail, 1993)
Hoy
la crisis (tomando el término como transformación) de los medios escritos es
visible en todos los frentes: por un lado en el dramático descenso de la
lectura en todos los países y grupos sociales, con una correlativa pérdida de
lo escrito como referencia de los movimientos populares, como había sido la
prensa obrera o partidaria. La sobrevivencia significó una batería de
estrategias adaptativas y una "fuite en avant" que no tiene nada de
novedoso: recortes y/o incorporación de tecnologías para reducir personal,
ingreso al mercado audiovisual y, a través de éste, al megasector de la
información (telecomunicaciones, informática, distribución de señales varias).
Los costos de las industrias culturales no dejan de aumentar, pues TIENEN que
innovar incesantemente para mantenerse competitivas (nótese la diferencia, por
ejemplo, con el diseño en la producción de automóviles que tienen
"líneas" sobre las que se agregan novedades a un ritmo anual).Este
proceso, que dejó a varios competidores en el camino, también llevó a a la
especialización (gráfica y/o audiovisual), lo que a su vez:
2. favoreció el fraccionamiento de
públicos (o narrowcasting);
3. dejó pocas opciones que no fueran
el camino de la concentración de los medios. El volumen de las operaciones, las
cotizaciones, la cantidad de abonados y el ritmo en aceleración constante de
este proceso es motivo de frecuentes descripciones, tal como ocurre con los
pases de los jugadores de fútbol, por mencionar algún paralelismo;
4. favorece la explotación al máximo
de las infraestructuras y a la presión para que se eliminen todas las barreras
(arancelarias, políticas, regulatorias);
5.impulsa el llamado "periodismo
de marketing" o también "modo de producción japonés", que toma sus
decisiones sobre la base de predicciones y sondeos de opinión y de gustos de
los diferentes públicos, que incorpora la medición electrónica de rating.
Por
otra parte, la crisis del estado benefactor (relacionado con las deudas
externas, el fin de la guerra fría, el ascenso de la ideología neo-liberal y
del estado mínimo o post-social) tuvo notables consecuencias:
- El fin de los servicios públicos de radio y
televisión (un "recorte" tanto de principios y definiciones como de
distribución gratuita de señales de radio y televisión y, en cierta medida, la
pretensión de rendir cuentas y estar sujetos al debate público sobre la
dirección y los contenidos);
- Menos o ningún estímulo y/o protección a las
producciones nacionales en materia cultural (en cambio han ingresado al
escenario los nuevos y privados "ministerios de cultura paralelos",
resultantes de la financiación por publicidad u otras fuentes, que no rinden
cuenta de sus políticas ni son el resultado de una elección pública). Una
consecuencia directa es la:
- creciente penetración de medios extranjeros,
lo que equivale a decir de los EEUU;
- la desregulación, que tiene impacto sobre la
propiedad, la creación de monopolios, oligopolios y conglomerados multimedia;
- Como ocurre con un número de especialidades
relacionadas a salud, educación, actividades formativas e intelectuales que
dependían del estado, los periodistas de la radiodifusión de servicio público
también ingresan a un "mercado" en el que dependen de contratos y
convenios por prestación. En el caso de los periodistas comienza ser dominante
el tener que ser innovadores individualmente, "venderse", y traer
algo nuevo a precios cada vez más bajos. Muchos procesos
"innovadores" comienzan, por otra parte, con recortes que dejan en la
calle al personal más antiguo. La mujer entra en los medios como una manera de
controlar los salarios, como ocurrió con las maestras, y como respuesta a una
nueva segmentación laboral (habría que hacer estudios laborales precisos de las
mujeres en los medios para comprobar donde, cómo y con qué funciones fueron
incorporadas, más allá de las situaciones al estilo de "pasame la hora,
María" del Sr. Hadad u otros o de las anecdóticas ausencias de baños
"para damas" en las salas de redacción hasta hace relativamente poco).
Antes,
la teoría normativa quería que el periodista se sintiera obligado hacia la
democracia y el servicio al público, entendidos como elementos indispensables
para la vida plena del ciudadano-elector "esclarecido", recién en
segundo término debía su lealtad a las empresas. El rol de la prensa como arena
de discusión y como lugar institucionalizado desde donde se vigila y se critica
al estado, sin desaparecer, se diluyó en un vertiginoso e inabarcable tráfico
simbólico. Y poner en jaque al estado mínimo actual, convengamos, tampoco tiene
grandes méritos.
El
periodismo, por otro lado, tiene hoy un perfil de "sector terciario",
de una prestación de servicios que debe competir en un mercado con visión de business-administration, infotainment y news-fiction, un mercado que ofrece
satisfacciones individuales pero no sentido a la vida. Las opciones de este
servicio aparecen como "ventanas" que dan hacia escenarios virtuales
y géneros en las que el consumidor se sumerge a gusto. El periodismo político
cede ante un número creciente de nuevos rubros y estilos: deportes, rumores,
seguimiento de la vida de ricos y famosos, consejos útiles, "chivos"
y no pocas veces una remozada serie de trucos persuasivos, ofrecidos a los
avisadores mas sólidos como RRPP o, más descarnadamente,
"comunicación estratégica".
Otro
fenómeno es el fin de la alianza entre la información y la publicidad, que
permitía la llegada casi gratuita de bienes simbólicos al consumidor-ciudadano.
Esta alianza había permitido a las grandes empresas periodísticas ponerse en
medio del juego público al tiempo que las obligaba a numerosos "pactos de
lectura". Es la caída de ventas -asociada al descenso de la lectura (en
general en casi todo el mundo), la creciente dependencia de las empresas de sus
abonados y la tarifación de servicios como el cable y otros- la que preanuncia
la separación de la pareja información-publicidad (Demers, 1996:66).
Con
la multiplicación de la infraestructura de telecomunicaciones y de nuevos gadgets electrónicos (las cámaras
ocultas, los micrófonos direccionales o sin cable, el montaje audiovisual
digitalizado, la transmisión en vivo con equipos ultralivianos) se consolidan
nuevas prácticas, desplazando otras. Los periodistas tienen nuevas tareas que
desplazan su oficio: como reporteros gráficos, comentadores de imagenes,
trabajadores solitarios de imagen, sonido y texto, que luego venden como
productos terminados. La "apertura" nada casual a cazanoticias"
y camarógrafos ocasionales (como aquellos locals
entrenados para captar imágenes en zonas de conflictos bélicos por la CNN)
responden a reflejos empresariales que muestran cuanto se podría hacer si uno
estuviera alerta. La sala de redacción empieza a ser sustituida por el
teletrabajo. Surgen nuevas redes, pero también el ciber-individualismo y la
intervención anónima que des-politiza el mundo simbólico.
¿La marginalización del periodismo?
Quienes
se alegran de que periodistas no sean más gatekeepers
y agenda-setters y/o, hasta cierto
punto, censores de los demás actores sociales como consecuencia de su posición
de control al acceso a la plaza pública, lo hacen desde la escuela de la
"libertad de elección", argumentando que ahora hay más opciones, más
circulación de mensajes, internet, cadenas comerciales, abundancia, acceso
planetario.
También es cierto que hay otras
razones que las mencionadas para la disminución del prestigio de los
periodistas (y sin contar aquí aquellas que fueran éticamente condenables),
entre otras que algunos de los "secretos" de la profesión (y de la
edición y distribución) son conocidos por el público y en cierta medida
apropiables tanto por cuentapropistas como por organizaciones populares con la
multiplicación de facilidades técnicas. Otro factor que influye en la imagen
pública de los periodistas es la masiva migración que recibe de otros campos a
su "territorio": modelos, políticos retirados, animadores, etc.
Las
opciones no son muchas: si las esferas del mercado y del estado resultan
demasiado angostas o excluyentes, será cuestión de reintentar con el centro de
gravedad puesto en la sociedad civil.
Gral.
Referencias
Babe,
Robert: "Economics and Information:
Toward a New (and More Sustainable) Worldview", en "Canadian Journal of Communication",
Vol. 21, 1996.
Becker,
Jörg: "The Internet, Structural
Violence and Non-Communication", en "Media Development" 4/1996, WACC, Londres.
Demers, Francois: "Impacts des nouvelles tecnologies de l'information et de la
communication: déstructuration (et restructuration?) du journalisme",
en "Technologies de l'information et
societé", Vol. 8, No. 1, Societé Quebecoise de Communication et de
Recherche de Informatique, Assoc. Technologies de L'Information et Societé, DUNOD,
Golding,
Peter: "World Wide Wedge: Division
and Contradiction in the Global Information Infrastructure", en "Monthly Review", Nueva York,
julio/agosto de 1996.
Hamelink,
Cees: "Globalisation and human
dignity: the case of the information superhighway", en "Media Development" 1/1996, WACC,
Londres.
Heller, Agnes Teoría de las
necesidades en Marx, Ed. Península, Barcelona, 1988.
---------------- Una revisión de la
teoría de las necesidades, Paidós, Buenos Aires, 1997.
Kunczik,
Michael: "Concepts of journalism,
north and south",
Mallmann,C. y Nudler,O.(editores), en: "El Desarrollo Humano en la Sociedad Contemporánea", Fundación
Bariloche/Ed. de la Patagonia, Gral. Roca, 1984
Max-Neef, Herrera et al. "La economía a escala humana",
CEPAUR/D.Hammarskjold Found., Uppsala, 1986
McQuail, Denis: "Teorías de
Comunicación" (versión revisada y ampliada), Paidós, 1993.
Tremblay, Gaetan: "The
information Society: From Fordism to Gatesism", en "Canadian Journal of Communication",
Vol. 20, 1995.
[1]
[2] La bibliografía sobre la cuestión de las
necesidades humanas es, de hecho, inmensa porque es el núcleo desde donde parte
toda teoría económica. De la definición de qué son necesidades materiales o
inmateriales, que para algunos autores se construyen socialmente y para otros
son inherentes a la condición humana, (y de su diferencia con los deseos)
dependen las expectativas de lograr satisfactores. Un trabajo clásico es
"Teoría de las necesidades en Marx" (1988) y, por aparecer, “Una revisión de la teoría de las
necesidades" (Heller, 1988 y 1997,
respectivamente). Otras perspectivas ofrecen Max-Neef, Herrera et al. en
"La economía a escala humana", CEPAUR/D.Hammarskjold Found., Uppsala,
1986; Mallmann,C. y Nudler,O.(editores), en: "El Desarrollo Humano en la
Sociedad Contemporánea", Fundación Bariloche/Ed. de la Patagonia, Gral.
[3] Me refiero a "Ser
Digital", de Nicholas Negroponte, Ed. Atlántida, Bs. Aires, 1995.
[4] Fue el director del Informe "What Now: Another Development"
(1975) de la Dag Hammarskjöld Foundation, Marc Nerfin, quien usó el término
"sector" refiriéndose al Estado como el primer sector, al privado
como el segundo y a las organizaciones sociales como el "tercer sector".
Lo que no había sido previsto en la época de esta definición tripartita es el
grado de dominación hegemónica del segundo sector sobre los otros dos,
incluyendo la cooptación de ONG's por parte del sector privado para intentar
una imagen más "social" (ver estrategias de transnacionales
productoras de leche maternizada en Allain, Annelies: "IBFAN: On the
Cutting Edge", en "Development Dialogue" No. 2, Uppsala, 1989.
[5] Citado por María Teresa Sirvent en
"Neoconservadurismo y pobreza", Congreso Educativo Nacional, Ed. por
Escuela "Marina Vilte", CTERA, 1996, pág. 71.
[6] Esta (frecuente) afirmación dista mucho de ser original, teniendo en cuenta
que incluso Weber, durante el Primer Congreso de la Sociedad Alemana de
Sociología en 1910, había planteado el problema con claridad. Weber comenzaba
por preguntar "cómo adquieren los periódicos la información que le ofrecen
al público, cuales son sus fuentes, cuales son los orígenes sociales, la base
educativa y las demandas profesionales hacia los periodistas". Pero
especialmente le preocupaba la concentración "causada por las crecientes
demandas de capital de la empresa periodística" y "si la consecuencia
inevitable de la orientación de lucro (de las empresas periodísticas) no era la
monopolización y los trusts"(subrayado mío),citado por Kunczik, 1993:14.