La forma como profesores y educadores actúan en relación a la adquisición y
organización del conocimiento debe cambiar urgentemente. Los cambios en la
enseñanza son tan imperiosos que ya en este momento se estaría fraguando un
desastre a nivel mundial si no fuera porque desde fuera del sistema educativo
se están supliendo las carencias formativas de éste.
Los centros educativos se
muestran razonablemente eficaces, a diferentes niveles, en los procesos de
socialización. También afrontan, aunque con dificultades importantes, los
procesos de educación afectiva y formación ética aunque en este caso, la
ausencia de cooperación de otras instancias sociales, e.g. la familia, reduce
en gran medida la eficacia de esta acción educativa. Existen otros ámbitos de
actuación con resultados varios, como el desarrollo de destrezas motoras y
psicomotoras. Pero la escuela, la enseñanza secundaria e incluso la Universidad
no están preparadas para afrontar el gran reto del final del milenio: el paso
de la sociedad industrial a la sociedad de la comunicación está suponiendo un
nuevo modo de conocer.
Durante miles de años, la información acumulada por la humanidad creció a un
ritmo lento, casi imperceptible. De aquella época todavía nos quedan vestigios
en algunas comunidades donde la palabra del anciano se respeta como criterio
último. Se trata de una situación en la que el incremento de información en el
espacio de dos generaciones es tan lento que el conocimiento acumulado por la
persona de edad era válido para resolver los problemas de la comunidad; la
sabiduría residía en los ancianos de la tribu.
El incremento en el volumen de
conocimientos de la humanidad se produce de modo irregular, con momentos de
gran esplendor y avance de las letras y las ciencias, valga la socorrida
expresión, y con momentos oscuros en la historia.
En los últimos siglos, el
volumen de conocimientos se incrementa progresivamente comenzando una curva de
despegue con la revolución industrial. Podemos encontrar numerosos indicadores
de como diferentes personas perciben este desbordamiento del volumen de
información disponible, desbordamiento que la hace difícil de manejar por el
hombre. Un indicador muy utilizado es la evolución desde el concepto de Homo
Universalis, ingeniero "y" pintor, hacia el especialista, ingeniero
"o" pintor, y la alta especialización, ingeniero de lenguajes
informáticos o diseñador gráfico de portadas de libros. Naturalmente, siguen
existiendo personas que abarcan varios campos a pesar del conocido dicho:
"aprendiz de mucho, maestro de nada".
Pero el indicador que más me
gusta en relación a ese desbordamiento de la información, es la obra de
Vannevar Bush, tal como las concibió en 1932 y 1933, las escribió en 1939 y las
publicó finalmente en 1945: "As We May Think" ("Tal como debemos
pensar"). A quien este autor no le diga nada, posiblemente le resulte más
familiar la palabra "hipertexto". Bush es considerado el
"abuelo" del hipertexto por el sistema Memex (Nielsen, 1990), abreviatura de
"memory extender" ("expandidor de memoria"). El siguiente
texto de Nielsen, referido a Bush en los años treinta, es suficientemente
ilustrador: "La principal razón por la que Vannevar Bush desarrolló su
propuesta Memex fue su preocupación por la explosión de información científica
que hacía imposible, incluso para los especialistas, estar al día en el
desarrollo de una disciplina". Hoy la situación es mucho peor.
El incremento del nivel de
conocimiento es tan rápido que cada vez resulta más difícil escribir un libro y
publicarlo sin que haya perdido actualidad. Entre 1707 y 1715 Tomas Vicente
Tosca publica los nueve volúmenes de su "Compendio Mathematico".
Lamentablemente, la había escrito entre 1680 y 1690, unos 25 años antes,
inmediatamente antes de la obra de Newton. Así que el autor rehuye considerar
como real el sistema heliocéntrico, aunque acepta que "como hipótesis no
hay duda ser una de las mejores que se han discurrido".
Casi tres siglos después no es
necesario tardar tanto en publicar para llegar tarde. Berge y Collins publican
en Noviembre una serie de 3 libros sobre comunicación con ordenadores y clase
en tiempo real (Berge y Collins, 1994).
Segun comentaron los autores (editores) en la conferencia de la AERA, en Abril
de 1995, el texto básico (borrador) había sido entregado por los autores en
Septiembre de 1992, y la versión definitiva entregada a la editorial en Julio
de 1993. En definitiva, 10 meses entre ambos momentos, y 16 meses más para que
el primer ejemplar pueda llegar a la primera librería. Pues bien, de acuerdo
con los datos disponibles hoy, por cada 10 herramientas (programas) disponibles
en Internet a las que hicieran referencia los autores en su primer redactado,
había 25 en el momento de entregarlo a los editores, y 127 en el momento de salir
el libro a la calle: desde que el Editor recibió el libro hasta que salió el
primer ejemplar, parte de la información que debía contener el libro se había
multiplicado por 5.
Algunas estimaciones actuales
calculan que en un campo como la ingeniería informática la cantidad de
información disponible se duplica cada cinco años; en el año 2.000 se duplicará
cada año. En Estados Unidos, los títulos académicos en ese campo deben ser
revalidados cada cinco años. Otros campos de conocimientos con velocidades similares
de crecimiento son la Medicina, numerosas ingenierías, varias ramas de la
Física y la Química, diferentes ciencias medio ambientales, etc.
¿Qué consecuencias tiene todo
esto para la escuela? En primer lugar existen dos consecuencias directas:
Los hombres y mujeres de hoy y
de los próximos años tropiezan con esa necesidad de actualizar continuamente
sus conocimientos, y esto se traduce en una explosión de la formación
continuada, suficientemente importante como para que la Unión Europea haya
seleccionado 1996 como el año de la "formación a lo largo de toda la
vida". Pero no es esa la consecuencia educativa que aquí me interesa
resaltar. La consecuencia que quiero señalar es la progresiva disminución de la
importancia que se da al conocer como acumulación de conocimientos.
"Conocer" es hoy algo más que ser capaz de reproducir nombres, hechos
y conceptos. Pues de día en día crece la distancia entre lo que somos capaces
de "recordar" y el volumen total de información. Y pocos años después
de terminar los estudios universitarios descubrimos que una parte importante de
lo que "estudiamos" ha quedado obsoleto.
Y frente a esta realidad, que no
suprime la necesidad de poseer una base de conocimientos sólida, los profesores
no han sabido reaccionar, y continuan en muchos casos basando su enseñanza en
la transmisión de unos contenidos, más o menos actualizados.
La necesidad de diseñar y
utilizar nuevos modos de organizar y acceder a la Información es lo que llevó a
Bush a diseñar su Memex, o a Ted Nelson a acuñar el término
"Hypertexto". Es cierto que en ciertos niveles educativos se está
produciendo una apertura a este nuevo modo de organizar la información. Sin
embargo es frecuente escuchar quejas sobre los alumnos que "se
pierden" por ejemplo en Internet. ¡Claro que se pierden! ¿Quién les ha
ayudado a desarrollar las destrezas para este nuevo modo de acceder a la información?
Como en tantos otros casos, los alumnos aprenden estas destrezas por ensayo y
error sin guía ni tutorización. También hay que reconocer que muchos profesores
tendrían serias dificultades en ayudar a sus alumnos a adquirir unas destrezas
de las que ellos mismos carecen.
Todo esto nos lleva a una idea
clave en la que insistiré más adelante: la Enseñanza debe cambiar. En este
momento nos hemos fijado en dos aspectos: la menor importancia que debe darse a
la reproducción de conocimientos, y la mayor importancia que debe darse al
desarrollo de destrezas en el acceso a la información. Pero sigamos con el
análisis.
La mayor parte de la información que hemos recibido a lo largo de toda nuestra
vida académica estaba contenida en palabras, en muchos casos escritas. Para
nosotros resulta habitual pensar en la información en términos de libros,
contenidos en Bibliotecas, sedes donde se guarda el conocimiento humano. Pero
no siempre ha sido así.
Los versos de la Iliada o la
Odisea nos hablan de una época en la que la información se transmitía de modo
oral, de ahí la necesidad de utilizar versos que facilitaran el recuerdo. Las
cristaleras de las catedrales nos recuerdan una época en la que la imagen era
en gran medida el soporte de la información que llegaba a la mayor parte de
habitantes de este planeta. Era una época en que la gente no necesitaba saber
leer.
Desde hace unos pocos siglos, la
Humanidad ha canalizado su necesidad de almacenar y transmitir la información a
través de la palabra escrita en los libros. Y hoy esto está cambiando. En el
campo profesional y académico, el soporte de la información evoluciona hacia
los sistemas multimedia, con un elevado peso de la palabra escrita en algunos
casos, pero con un peso creciente de la imagen en otros. En el mundo familiar y
social ya se ha producido la evolución hacia una sociedad audiovisual, dominada
por los medios, especialmente por la televisión.
No entro aquí en una valoración
de unos hechos sino en su constatación: la imagen entra con tal fuerza que la
mayoría de la población la utiliza como fuente de información. Muchos adultos
actuales son capaces de reconocer ciertas especies de animales, lejanas de su
hábitat, o el contorno de países que nunca han estudiado, o la figura de
personajes residentes en lejanas tierras. En los países industrializados, ver
televisión es la tercera actividad en razón del orden de tiempo dedicado por
los ciudadanos adultos; las dos primeras son el trabajo y el sueño (Ferrés,1994a, p. 14). Podríamos seguir
incluyendo datos sobre el peso de la imagen en nuestra cultura, pero me parece
suficientemente obvio.
Ante esta situación se disparan
las alarmas. Estas son algunas de las críticas más frecuentes: se produce un
descenso en la capacidad de concentración, se produce un exceso de información
pero ésta es tan superficial que más bien hay que hablar de "saturación de
superficialidad, la pasividad va en aumento, pérdida del espíritu crítico y de
la capacidad de razonamiento (Babin y
Kouloumdjian, 1983). Todas estas críticas son analizadas por Babin que nos
muestra como ante lo que nos encontramos es ante una "nueva manera de
comprender".
Algunas de las nuevas maneras de
conocer están relacionadas con la especialización hemisférica. Existe un viejo
libro que ofrece ideas sugerentes sobre estrategias y modos de pensamiento
visual, metafórico y multisensorial (Ver Lee, 1983). Estas ideas nos permiten
avanzar en una línea en relación a este nuevo modo como se codifica la
información. Pero existe otra relacionada con la disminución de la capacidad de
atención, la superficialidad de los conceptos, los amplios campos de
conocimientos y la dispersión y falta de estructuración del conocimiento. No
creo que se trate de adoptar una posición de "apocalíptico ante los
medios", utilizando el término de Umberto Eco, o de seguir los consejos de
Jerry Mander cuando de modo detallado nos expone sus razones por las que la
televisión debería ser eliminada (Mander, 1977).
No es porque crea que la
televisión es un tabú. Mander destaca que de 6.000 libros aparentemente
publicados sobre la televisión, sólo ha encontrado uno en el que la idea de que
la televisión desparezca es considerada de alguna forma, y ante eso decide que
nos encontramos ante un tabú (Mander,
1977, pg. 357). Mas bien pienso que nuestra cultura ha cambiado y ha sido
la televisión quien la ha cambiado. Aquí podríamos aplicar el síndrome de
Frankestein tal como lo define Postman: los hombres creamos una máquina con un
fin definido y concreto, pero una vez construida descubrimos que la máquina
tiene ideas propias, es capaz de cambiar nuestras costumbres y nuestra manera
de pensar. Según Postman, este descubrimiento lo realizamos horrorizados
algunas veces, angustiados normalmente y sorprendidos en todos los casos (Postman, 1991).
Estoy de acuerdo en que la
televisión cambia nuestra manera de pensar, precisamente esa es la tesis que
estamos defendiendo. Pero no comparto que este descubrimiento me horrorice o
angustie. Posiblemente porque la vieja manera de pensar no se ha mostrado tan
eficaz en destruir la intolerancia, la opresión, la miseria, el hambre o la
guerra. No sé que posibilidades de éxito tiene la nueva manera de pensar pero
no parece que lo vaya a hacer peor.
En todo caso, tanto si aceptamos
la línea de potenciar facetas de la actividad intelectual relacionadas con la
imagen, como la analogía, la intuición, el pensamiento global... o potenciar
procesos tradicionalmente asociados al hemisferio derecho (la globalidad, la
representación visual, ...), como si aceptamos la línea de interpretar los
cambios producidos en su faceta más negativa (superficialidad, irreflexión,
dispersión, falta de estructuración del conocimiento,...) lo que sí queda claro
es que la Escuela debe cambiar. No puede seguir tratando de transmitir el
conocimiento como hace 50 años.
Todavía es posible encontrar en algunos edificios antiguos de nuestras más
venerables universidades aulas al viejo estilo. Ellas nos dicen mucho sobre
cómo se concebía el modo de acceder al conocimiento. Aquí deseo resaltar dos
características. Una es la seriedad, la sobriedad, el respeto, el peso
abrumador de piedras en aulas de techos de altas dimensiones; faltan elementos
alegres, faltan pintadas, faltan chistes -¿alguien se imagina a Mafalda en una
clase así? La otra característica es la unidireccionalidad del discurso: a un
lado, en una tarima o, en ocasiones, en un púlpito, el lugar del profesor, del
sabio poseedor de grandes conocimientos; al otro lado los asientos o pupitres,
muchas veces colocados en filas, fijos, sin posibilidad de interacción entre
los estudiantes.
Y frente a eso el modo cómo hoy
se accede a la información se caracteriza por dos cambios. Uno, un cambio en la
actitud social que nos lleva a la cultura del espectáculo, la diversión, el
entretenimiento. El otro es un cambio, también social y fomentado por la
evolución de la tecnología (¡otra vez el síndrome de Frankestein!) que lleva
hacia la participación, la interactividad, el diálogo, la búsqueda cooperativa.
El primer punto se traduce en
que hoy se accede a la información de un modo "divertido". Por un
lado, la cultura del espectáculo, tal como la define Joan Ferrés: "Por
primera vez en la historia de la humanidad puede afirmarse que vivimos en una
cultura del espectáculo. No sólo porque las tecnologías de la comunicación
audiovisual ponen a disposición de los ciudadanos toda clase de espectáculos a
todas las horas del día. También porque acaban por convertir en espectáculo
todas las realidades a las que se aproximan, desde la política, con sus shows
electorales, hasta la religión, con sus iglesias electrónicas..." (Ferrés y Bartolomé, en proceso).
Otra aproximación a este tema
nos la dan el papel cada vez más importante de los videojuegos como
instrumentos educativos, tanto por su capacidad de desarrollo de destrezas de
trabajo colaborativo, toma de decisiones, etc. como por su utilización en
marcos educativos más convencionales, en lo que se ha llamado
"Edutainment", combinación de los términos ingleses "Education"
y "Entertainment"; nosotros diríamos "Edutenimiento"
(Educación y Entretenimiento) o Eduversión.
Finalmente, podemos realizar una
tercera aproximación desde el concepto de cultura del ocio. A pesar de algunos
pseudoestudios que hablan de que el hombre de hoy tiene menos tiempo libre, la
verdad es que para la mayoría de población, especialmente las clases más bajas,
el tiempo libre se ha incrementado en los últimos 60 años. Y es un tiempo libre
dedicado en muchos casos al entretenimiento, al ocio.
Y es a través de la diversión
como los niños y los hombres acceden a la mayor parte de la información y, en
muchos casos, a la que consideran más relevante. Varias veces ultimamente le he
preguntado a mi hija de 8 años dónde había aprendido algo que había escuchado y
le había sorprendido. Y en todos los casos su respuesta era siempre la
televisión (incluyendo aquí ciertos vídeos como las colecciones "Erase una
vez la Vida", etc.). Nunca me ha respondido "en clase". Es una
anécdota pero que se complementa con otras como cuando alquien me hizo notar la
pobreza de la información contenida en los libros de Naturales de 2º y 3º de
Primaria (de una excelente Editorial) comparándolos con lo que veían los niños
en cualquier reportaje de la televisión.
Cuando hablamos de
"diversión" y entretenimiento, estamos hablando de una triple
gratificación (Ferrés,1994a): la
gratificación sensorial por los estímulos visuales y sonoros, la gratificación
mental derivada de la fabulación y la fantasía, y la gratificación psíquica
provinente de la liberación catártica que provocan los procesos de
identificación y proyección.
Hemos hablado de la otra
característica, la participación. En los últimos años he podido constatar como
las nuevas tecnologías de la comunicación están evolucionando hacia sistemas
más interactivos y participativos (Bartolomé,
1995). Vamos a citar rápidamente algunas de estas tecnologías, Multimedia e
Internet.
Hablemos de programas Multimedia:
"La mayor parte de materiales informáticos han sido preparados como
paquetes fijos. Proyectos recientes están haciendo un esfuerzo para dar a los
estudiantes un papel creativo; las tareas no consisten simplemente en
reaccionar ante materiales preparados, sino en crear otros nuevos" (Hodges y Sasnett, 1993; p.32). Lo más
significativo de esta cita es su procedencia, dos investigadores del proyecto
Athena del MIT. Hoy los sistemas multimedia se caracterizan por la integración
de medios y por la interactividad o interactuación entre sujeto y máquina (Bartolomé, 1994).
La dimensión participativa de
Internet es hoy uno de los temas de moda, precisamente por la ausencia de
controles o límites a esa participación. Por primera vez una persona puede
distribuir información a nivel de todo el planeta a un costo mínimo. ¡
Cualquier información!. Es cierto que los sistemas de correo electrónico no son
nuevos, y por supuesto, sistemas como el teléfono, etc. Pero lo nuevo es el
acceso a través de Internet, una red de costo reducido, a, videoconferencias
mediante CuSee-Me, sistemas de aprendizaje gestionado por ordenador, forums
telemáticos, etc. Y estamos sólo en el comienzo. Existen numerosos proyectos en
todo el mundo como el KSI (Gaines, 1994,
p.10) cuyo objetivo es "proporcionar una nueva generación de sistemas
de soporte al conocimiento basados en una arquitectura abierta, que permitan la
colaboración entre círculos de estudiosos a través de la tecnología de la
información, con la intención de conseguir una aceleración sistemática de los
procesos de conocimiento humano". Es el trabajo colaborativo en el seno de
comunidades de investigadores y expertos, distantes miles de kilómetros. Las
redes no sólo proporcionan información al usuario, sino que este se convierte
en sujeto activo en la construcción de dicha información.
No es posible dedicar mucho más
espacio pero habría que hablar de cómo también los medios más convencionales
como la radio y la televisión caminan hacia una dimensión más participativa. Y
cómo esta evolución tecnológica tiene un paralelismo en una sociedad que podría
definirse a través de una "cultura de la participación" (Ferrés y Bartolomé, en proceso). Y
habría que hacer también referencia al hipertexto como modelo para organizar la
información.
Los sujetos de hoy son sujetos
que toman decisiones, que están activos, ... y que viven inmersos en una
cultura del espectáculo y en una sociedad del entretenimiento. ¿Puede la
Escuela seguir utilizando aquellas viejas aulas de piedra?. El modo como
accedemos a la información ha cambiado, y la escuela debe cambiar.
Si analizamos en profundidad los apartados anteriores podemos llegar a concluir
algunas finalidades que debe plantearse la enseñanza hoy. En primer lugar,
debemos preparar a un sujeto capaz de buscar la información, de valorarla, de
seleccionarla, de estructurarla y de incorporarla a su propio cuerpo de
conocimientos, esto último implicando de alguna manera la capacidad también de
recordar.
Buscar la información es una
destreza, una destreza que, como todas las destrezas, se adquiere a través de
la práctica continuada y reflexiva, mejorada a través de una autocrítica
continua. Los profesores acostumbramos a entregar a nuestros alumnos toda la
información que consideramos relevante, evitamos la información irrelevante o
poco importante, y se la facilitamos incluso violando los derechos de autor,
haciendo fotocopias. Rara vez permitimos a nuestros alumnos que desarrollen sus
propias destrezas en la búsqueda de información, cometiendo errores y aprendiendo
de ellos. Es una tarea lenta y estamos agobiados por el contenido de un
programa que difícilmente llegamos a cubrir antes de Junio. Pero nos olvidamos
que lo que realmente necesitan nuestros alumnos no son esos contenidos que
envejecerán o se harán insuficientes rápidamente, sino desarrollar su capacidad
de buscar información por su cuenta.
Valorar la información implica
la posesión de criterios de valor y la habilidad para saber aplicarlos. Tampoco
es algo que los profesores permitamos. Ya he dicho que seleccionamos la
información pero además son raros los profesores que permiten la divergencia,
la opinión contraria, la línea de pensamiento no coincidente. Los profesores
suelen considerarse en posesión de la verdad, y concede poco valor a la capacidad
de los alumnos para elaborar sus propios juicios. Tampoco los alumnos están
interesados, pero porque planteada la enseñanza como una carrera de obstáculos
en la que es necesario superar-aprobar las diferentes materias, cuando más
fácil ésta resulte, tanto mejor; y para ello, qué mejor que reducir el
contenido de actividad intelectual a parcelas delimitadas y precisas,
claramente definidas por el profesor. Sin embargo, los mismos alumnos son
conscientes de que los aprendizajes más importantes los están realizando fuera
del ámbito educativo. Los profesores no pueden caer en esa trampa que ellos y
los alumnos se autopreparan.
Selecciónar la información, una
vez valorada, implica tomar decisiones. Ya hemos analizado que el sistema
actual no facilita al alumno ni el desarrollo de sus propios criterios de
valoración, ni su aplicación, ni, por supuesto, su aplicación posterior en una
decisión selectiva.
Estructurar la información es
algo que a veces sí se permite al alumno. Sin embargo, también a petición de
los propios estudiantes, esta estructuración viene muchas veces facilitada por
los profesores que proporcionamos esquemas e incluso reglas memotécnicas a fin
de facilitar el trabajo de los alumnos. Tratamos de facilitar el trabajo de los
alumnos cuando lo que hay que hacerlo es divertido, no fácil. Lo que debemos
proporcionar son elementos de motivación intrínseca que ayuden al alumno en la
dura tarea de estructurar la información nueva y antigua en un todo coherente.
Esto son destrezas a desarrollar y también requieren de la práctica.
Incorporar la información
implica la existencia de informaciones anteriores. La memorización no es algo a
evitar. Lo que hay que evitar es la memorización como base para la reproducción
del conocimiento de un modo mimético, acrítico. La memorización permite el
asentamiento de una base de información que luego conformará nuestros criterios
para valorar, y que nos permitierá la estructuración de los conocimientos.
Todo lo anterior supone que la
enseñanza debe convertirse en un proceso continuo de toma de decisiones por
parte del alumno que trata de acceder a la información. Es cierto que esto
implica elementos ya conocidos derivados de un activismo en la enseñanza o de
una concepción constructivista, pero va más lejos por cuanto de lo que estamos
hablando es de una construcción individual y diferente del conocimiento.
El segundo cambio tiene relación con una cultura audiovisual en la que hace
años que estamos inmersos. Pero se relaciona también con otros aspectos
comentados. Se trata de preparar al sujeto para interpretar y comprender la
imagen, para analizar, para construir nuevos mensajes.
La capacidad de interpretar la
imagen es algo que se da por conocido y sin embargo apenas tiene hueco en
nuestra actividad como profesores. Nos dedicamos a aclarar a nuestros alumnos
el significado de términos, de frases, de conceptos,... pero apenas dedicamos
tiempo a jugar con imágenes, a interpretarlas, reinterpretarlas y alcanzar la
riqueza de su significado polisémico.
El análisis de la imagen y el
desarrollo del pensamiento visual puede realizarse a partir de mútliples
actividades, en general mucho más "edudivertidas" que las habiutales.
No sólo dibujando o realizando descripciones verbales sino trabajando con
tablas, diagramas y gráficos, con coordenadas de tiempo, con mapas, con
mandalas, con historietas, con bosquejos de ideas, con el color... y por
supuesto, con las posibilidades que ofrece hoy el vídeo y el ordenador
multimedia.
Construir mensajes con imágenes,
tarea presente en los primeros niveles de escolarización pero que luego se va
perdiendo. Y claramente discriminada en los instrumentos de medida y valoración
utilizados por los profesores para evaluar. No es extraño que la construcción
de mensajes visuales y audiovisuales ocupe un papel menor cuando al final lo
que va a contar en un examen va a ser la capacidad de expresarse por escrito.
Pero también hay que destacar
que la formación verbalista de los profesores actuales les lleva a enfrentarse
con miedo a la posibilidad de que sus alumnos utilicen imágenes para
comunicarse. ¿Sabremos interpretarlas, analizarlas, valorarlas? ¿O nos dejarán
en ridículo?
La enseñanza y el aprendizaje se
deben convertir en un proceso continuo de traducción de lenguajes, códigos y
canales, del visual al verbal, del audiovisual al escrito, y viceversa. La
comunicación se enriquece, los conocimientos se consolidan, la información que
se adquiere fuera del aula se integra en la que es trabajada dentro.
La escuela, y la Universidad, etc., deben poseer hoy cuatro características que
se derivan de los tres primeros apartados de este texto: la escuela debe ser
activa, debe ser entretenida y divertida, debe ser participativa y debe ser
libre.
Que la escuela debe ser activa
no hace falta convencer a nadie, o no debería hacer falta, pues ciertamente en
ciertos niveles educativos esa es una orientación prácticamente desconocida.
Más difícil es que los profesores
acepten que la escuela debe ser entretenida y divertida. Antes de nada hay que
destacar que no estamos ante una idea nueva; "enseñar deleitando" es
un viejo principio educativo con siglos de existencia. Pero existen varios
matices que hasta ahora no hemos tratado que pueden ser objeto de una profunda
discusión: ¿de qué estamos hablando? ¿de divertir? ¿disfrutar? ¿entretener?
¿gozar? ¿reir? ¿estar interesado? ¿entretenerse?... La clave de la palabra nos
la dará la actividad que hoy es capaz de atraer a un joven. Babin y Kouloumdjian, (1983) citan una
experiencia interesante: proyectaron la película "Woodstock" sobre el
festival americano del mismo nombre a jóvenes y a educadores por separado. Los
primeros conferaron vivir cuatro horas de paraiso y volvieron a verla algunos
cinco o seis veces. Los educadores reconocieron haberse aburrido e incluso
dormido. Uno de ellos comentó: "Si todo eso se podía haber dicho en veinte
minutos, ¿para qué cuatro horas?" Y en la misma línea, ¿por qué un alumno
incapaz de trabajar diez minutos seguidos en una clase, se pasa horas y horas
delante de un ordenador? La clave debe buscarse en la satisfacción que ofrece
la actividad. Esa es la diferencia entre divertida y aburrida. No se trata de
contar chistes ni en disfrazar la actividad docente añadiéndole música moderna,
aunque es evidente que el humor o la música son soportes comunicativos de gran
valor. Se trata de diseñar unas actividades en las que los estudiantes se sienten
involucrados y en cuya realización encuentran una satisfacción, la misma y a la
vez diferente de la que encuentra el erudito que permanece horas sumergido
entre libros antiguos.
Debo reconocer que el concepto
de entretenimiento o diversión en la Educación no lo tengo absolutamente claro.
En cualquier caso no estamos hablando de "aprender sin esfuerzo":
siempre se necesita esfuerzo y trabajar para aprender. Se trata de que al
sujeto no le importa/molesta realizar ese esfuerzo como no le importa al deportista
que está subiendo a una cima o al pianista que permanece horas y horas tocando
escalas.
La tercera característica es
construir una escuela participativa. ¿Por que los alumnos, al menos en nuestro
país, hacen un uso tan escaso de los canales de participación? Quizás porque
los consideran poco importantes, irrelevantes, que no afectan a los temas
realmente clave. En todo caso, una escuela participativa no es o no es sólo una
escuela formalmente participativa, con delegados, etc. Estamos hablando de una escuela
en la que los alumnos (y los padres, según las edades) participan en todas las
decisiones, a todos los niveles, en todos los momentos... Da miedo, es cierto.
¿Son incapaces? No estamos hablando de una escuela sin normas. Estamos hablando
de una escuela en la que las reglas están claras y las definen entre todos, una
escuela en la que los alumnos se involucran realmente en el proceso de
enseñanza sabiéndose miembros de un equipo que trabaja con un objetivo común.
Digamos, de paso, que ese objetivo pasa de ser la consecución de ciertos
aprendizajes a un objetivo más amplio que implica la mejora de la comunidad y
el entorno social del centro.
Una escuela participativa no es
un invento nuevo. Hace años que existen numerosos proyectos en los que los alumnos
han participado a diferentes niveles, mediante contratos, definición de
proyectos, etc. ¿Se resiente el aprendizaje? Si se concibe como la capacidad de
reproducir ciertas informaciones transmitidas por los profesores, seguramente
sí. Pero si se concibe como la preparación para la sociedad en la que estamos,
no sólo no se resiente, sino que positivamente los alumnos que pasan por una
escuela participativa salen mejor preparados.
El último punto es el más
ambiguo. ¿Qué quiere decir una escuela libre? ¿Qué quiere decir libertad? ¿Y
qué quiere decir esa palabra dentro de una escuela? Ya hemos hablado de
participación: ¿no es suficiente? La verdad es que acabamos de entrar en el
terreno de las intuiciones, de las sensaciones. Pero una clave de este artículo
es reivindicar el derecho al pensamiento intuitivo, a la sensación como soporte
del conocimiento. Una escuela en la que libertad sea algo consciente y
continuamente presente es una escuela capaz de preparar personas para el siglo
XXI. Y no me estoy refiriendo a la libertad como actuación social o individual,
sino a la libertad integral como elemento absolutamente necesario para el
aprendizaje, para la adquisición de conocimientos.
¿En qué se diferencia la
libertad de la toma de decisiones o de la participación? No sé, parece como un
concepto más amplio pero, al mismo tiempo, un concepto que nos encontramos
cuando seleccionamos un canal de televisión (y en la capacidad no siempre
existente de desconectarla), cuando navegamos por Internet, cuando escogemos un
autor y no otro, cuando escogemos expresarnos mediante un dibujo o mediante
palabras, cuando optamos por utilizar un color u otro, un tipo de letra u otro,
un margen u otro (en un procesador de textos en un ordenador).
La diferencia entre la sensación
de libertad y la libertad efectiva. La diferencia entre las pequeñas libertades
y la Libertad. Son temas que no veo resueltos. En todo caso, la libertad como
un ambiente en el que es posible el desarrollo del conocimiento. Durante años,
la Universidad de Barcelona mostraba en su escudo esta frase: "Perfundet
Omnia Luce", "distribuye la luz para todos". Pero la frase
estaba incompleta. El dictador Franco había hecho suprimir la primera palabra,
el sujeto de la frase: "Libertas". Libertas perfundet omnia luce, o
sea, la libertad distribuya la luz para todos. Un hermoso lema para una
Universidad. Y hermoso también para cualquier escuela.
Tenía razón Postman con su síndrome de Frankestein, pero se equivocaba, no era
para horrorizarnos sino para descubrir que lo que los hombres no hemos sabido
llevar a sus últimas consecuencias, las máquinas que hemos creado van a
ayudarnos a hacerlo. Una tecnología que nos empuja hacia la libertad y el
desarrollo personal, incluso en un tema como la adquisición de conocimientos.
No debe extrañarnos pues las máquinas, la televisión, los ordenadores, la
radio..., son nuestras hijas, las hemos creado nosotros y es normal que lleven
dentro algo nuestro. En ellas se reflejan nuestros odios y nuestros deseos.
¿Podemos creer que el proceso de diseño de un ordenador y de su fabricación se
produce sin que llegue a colarse algo de lo que sienten y piensan los hombres y
mujeres que intervienen? ¿Es una idea extravagante?
Observando cómo los publicistas
construyen sus mensajes y observando como lo hacen los profesores es fácil
llegar al convencimiento de que tenemos mucho que aprender de ellos. Este tema
ha sido muy desarrollado por Joan Ferrés en un libro que lleva por título
"La Publicidad. Modelo para la Enseñanza" (Ferrés,1994b) . Tan preclaro me parece
el contenido de ese libro que me permito realizar una propuesta dirigida a los
Ministerios de Educación o equivalentes de todo el mundo: despedir a todos los
profesores de todas las escuelas de Magisterio y Facultades de Pedagogía, yo
mismo incluído, y contratar en su lugar a los publicistas más prestigiosos del
país. Naturalmente, al menos en mi caso, sería deseable que nos ofrecieran una
jubilación anticipada con el 100 por ciento del sueldo a fin de facilitar la
superación del trauma psíquico.
Pero observando más
detenidamente como los profesores de Universidad dificultan continuamente a sus
alumnos en la búsqueda de información, valoración, selección, estructuración,
etc. y que afortunadamente estos alumnos están encontrando en Internet la única
forma de desarrollar destrezas propias en esas tareas que van a ser esenciales
en su vida profesional y personal en los próximos años, he decidido cambiar la
propuesta. Ahora propongo despedir a todos los profesores universitarios de
todas las Facultades y Centros, sean cualesquiera que fueran, y proporcionar a
todos los alumnos universitarios suficientes ordenadores para que se dediquen a
navegar libremente por Internet durante los cuatro años que debe durar su
formación universitaria de primer y segundo ciclo.
Como preveo que ninguna de las
dos propuestas anteriores van a ser tomadas en serio, me veo obligado a
terminar con una reflexión global. La mayoría, si no todos los puntos
presentados en este artículo no son ninguna novedad: en la historia de la
pedagogía han sido reivindicados en numerosas ocasiones, y algunos son moneda
corriente en los libros actuales sobre diseño didáctico. Tampoco es una novedad
el denunciar que la escuela y los otros niveles educativos siguen cerrados a
este cambio. Quizás la única novedad sea destacar que esta vez es la evolución
tecnológica y social la que está provocando el cambio.
Y, ahora
sí, quería terminar con una propuesta más seria, si es que a alguien le han
parecido las dos anteriores poco serias. Las escuelas que deseen afrontar con
éxito los cambios a los que se ha hecho referencia antes, deben hacerlo en
grupo, formando "pools", conjuntos de escuelas que apuestan por un
futuro común, compartiendo recursos. Los sistemas de videoconferencia de
despacho via RDSI, Internet y otras tecnologías ponen por primera vez al
alcance de cualquier grupo de centros la posibilidad de compartir profesores y
materias, de intercambiar materiales en el acto, de diseñar conjuntamente, de
trabajar juntos. Y esto a través de la participación de los estudiantes, del
uso de diferentes canales, códigos y lenguajes, del desarrollo de la capacidad
de toma de decisiones,... en definitiva, a través de la libertad que permitirá
difundir a todos la luz de la razón.
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