Usos y prácticas con medios y materiales en el contexto
escolar.
De la cultura impresa a la cultura digital
Manuel
Area Moreira
Universidad de La Laguna
Pendiente
publicación en la revista KIKIRÍ
Resumen
En este artículo pretendemos analizar cómo las
prácticas escolares con medios y materiales curriculares están organizadas
hegemónicamente alrededor de de un tipo de tecnología: la de los materiales
impresos. Sin embargo, vivimos, en este comienzo del siglo veintiuno, una
situación de tránsito social, económico, político y cultural provocada, entre
otros factores, por la irrupción de las tecnologías digitales las cuales están
trastocando de modo radical todas las organizaciones y ámbitos de nuestra
sociedad. En este sentido, las prácticas docentes en relación a los medios y
materiales también deben replantearse no sólo con la intencionalidad de
incorporar las nuevas tecnologías al aula, sino también para redefinir la
cultura y modelo pedagógico escolar.
Introducción
Los medios y materiales curriculares son un tipo
particular de productos culturales cuya función básica, como es bien conocido,
consiste en facilitar el desarrollo de procesos de enseñanza y aprendizaje.
Son, en consecuencia, uno de los componentes sustantivos y presentes en todo proceso
de desarrollo o puesta en práctica del curriculum en los centros y aulas. Esto
significa que lo que enseña el profesorado y lo que aprende el alumnado, entre
otros factores, está regulado y condicionado por el conjunto de medios y
materiales utilizados.
Intentar reflexionar sobre los usos y
prácticas escolares sobre los medios y materiales curriculares desde una
perspectiva pedagógica amplia significa superar el análisis a las
caracterísiticas individuales del profesor que los utiliza (su pensamiento y
creencias pedagógicas o sus habilidades docentes) ni del contexto particular en
el que se usan (método de enseñanza desarrollado en el aula, disponibilidad de
recursos en el centro). Este tipo de aproximación ya ha sido realizado en
diversas ocasiones y fue uno de los temas o líneas de investigación que se han
desarrollado en los últimos años( ).
Por el contrario en este artículo partiré del
supuesto de que el uso de los medios y materiales en los procesos educativos
escolares están condicionados histórica y contextualmente por el origen y la
naturaleza específica de la cultura de la institución escolar ( . Esta cultura
pertenece al canon de la cultura impresa que ha sido hegemónica e
incuestionable durante todo el siglo XIX y XX. Sin embargo, nos encontramos en
plena vorágine del cambio social y cultural provocado por el desarrollo y
generalización de las tecnologías de la información y comunicación lo que debe
suponer reformular esa cultura para dar entrada a formas culturales
multimediados e hipertextuales.
La hegemonía de la tecnología impresa
en la cultura escolar
Los materiales o medios impresos de enseñanza
(libros, libros de texto, enciclopedias, periódicos y revistas, cuadernos de
lectura, fichas de actividades, cómics, diccionarios, cuentos, ...) son con
mucho los recursos más usados actualmente en el sistema escolar. En muchos
casos son medios exclusivos, en numerosas aulas son predominantes y en otras
son complementarios de medios audiovisuales y/o informáticos, pero en todas, de
una forma u otra, están presentes. Pudiéramos afirmar que los materiales
impresos representan la tecnología dominante y hegemónica en gran parte de los
procesos de enseñanza-aprendizaje que se producen en el contexto escolar.
Esto inevitablemente tiene una razón de ser y
el uso de este tipo de tecnología tiene consecuencias evidentes sobre el tipo
de cultura académica transmitida, los códigos y formas de representación de la
misma, y el acceso y manipulación de la información posibilitado al alumnado.
Para poder explicar este fenómeno tenemos que tener en cuenta que la cultura
oficial que transmite la institución escolar es la cultura académica
occidental, la cual ha sido elaborada alrededor de la tecnología impresa
(McClintock, 1993).
El notorio desarrollo científico, tecnológico
y cultural del mundo occidental producido desde el siglo XVIII no podría
explicarse sin la existencia de la tecnología impresa. El invento de la
imprenta, hace casi 500 años, posibilitó la difusión de las ideas, la
generalización y democratización del conocimiento, el intercambio de productos
culturales, y todo ello mediante una tecnología relativamente barata, accesible
a muchos y diversos colectivos sociales y fácilmente utilizable y comprensible
por sus destinatarios. La perdurabilidad de los mensajes impresos, la no
excesiva complejidad en la producción y difusión de los productos impresos, y
el consumo masivo de los mismos por la población alfabeta, ha posibilitado que
nuestra cultura, tal como la conocemos, se haya construido gracias a la
existencia de esta tecnología.
Desde el inicio de la escolaridad
institucionalizada a mediados del siglo diecinueve, las dos funciones
pedagógicas básicas de los materiales( ) fueron asumidas por un determinado
tipo de material didáctico: el libro de texto. Este material, se convirtió en
el referente simbólico y representativo de los procesos institucionalizados de
educación. Con la aparición de la escolarización en masa de la población
infantil y juevenil surgió la necesidad de un conjunto de medios y materiales
que permitieran poner en práctica las dos funciones pedagógicas que hemos
nombrado: facilitar, por una parte, el desarrollo de las actividades de
enseñanza en el aula, y por otra, sistematizar y transmitir el conocimiento al
alumnado. La educación de masas necesitó de recursos pedagógicos que
permitieran por una parte, controlar las actividades de aprendizaje de un grupo
más o menos numeroso de alumnos con un único docente, y por otra, establecer
con claridad qué es lo que había que aprender.
En este sentido, la escuela como institución
educativa siempre ha tenido como una de sus metas fundamentales la
alfabetización en la comunicación escrita, es decir, desarrollar en los
estudiantes tanto las habilidades de decodificación de los mensajes recibidos a
través de medios impresos como las de expresión escrita a través de los mismos.
Su papel reproductor de la cultura dominante condujo a que, desde su creación
como sistema institucionalizado, la cultura que ha accedido a las aulas fuera
la académica, la sancionada oficialmente, en detrimento de otras culturas
populares, más vinculadas con la existencia de los pueblos y personas, o con
ideas y valores alternativos a los hegemónicos. Esta cultura dominante siempre
se ha presentado en forma de libros por lo que la alfabetización consistió en
el dominio de los códigos textuales que posibilitaran el acceso a la
información de esos textos.
Otra de las metas o fines de estas redes
universales de escolarización ha sido el ofrecer una cultura común que permitiese
homogeneizar la formación de toda la población de un país. Para cumplir esta
función fue necesaria la existencia de algún mecanismo o recurso que codificase
y presentase de forma estable la cultura transmitida por la escuela. Esta
función la han cumplido los textos escolares, que de este modo garantizan que
todos los estudiantes reciban uniformemente el mismo curriculum y
consigientemente sean formados bajo un mismo pratrón de cultura estándar que
garantize la cohesión social y prepare a los ciudadanos para las demandas del
sistema productivo de la nación. (Apple,
1989; Westbury, 1991; Gimeno, 1994).
Nuevos materiales, nuevas formas
culturales
Sin embargo, la realidad social y cultural es
hoy en día muy distinta. Por una parte estamos en una época de cambio donde los
estados nacionales están perdiendo cuotas de poder e influencia sobre su
población. De forma acelerada, las tecnologías de la información y comunicación
(la televisión, los satélites, la telemática, el teléfono...) posibilitan que los
ciudadanos e instituciones del mundo occidental estén intercomunicados
permanentemente, fluyendo por los distintos territorios del planeta un
constante intercambio de información por encima de las fronteras nacionales.
Por otra parte, el siglo XX podrá ser recordado como la época en la que la
civilización humana desarrolló un nuevo tipo de lenguaje expresivo para
comunicar las ideas y sentimientos: el lenguaje audiovisual.
Esta otra forma de codificar la información,
de representarla a través de símbolos e imágenes en movimiento, de almacenarla
y reproducirla es indudablemente muy diferente a la que posibilita la
tecnología impresa. Los códigos del lenguaje audiovisual no requieren un
dominio o conocimiento especializado en los usuarios para su comprensión (como
ocurre con el alfabeto textual), sus códigos de representación, las imágenes,
al imitar la realidad seducen más facilmente al espectador provocando, incluso,
la confusión entre la realidad misma y su representación audiovisual. Son mucho
más atractivos y placenteros que los textuales y requieren consiguientemente
otro tipo de procesos cognitivos que los implicados en la decodificación de la
simbología impresa.
La presencia de la tecnología digital en la
educación puede representar, y así está empezando a ocurrir, modificaciones
sustantivas de las formas, procesos y contenidos culturales de la educación
provocando la aparición de nuevos escenarios educativos (Echevarría, 2000)
diferentes de los hasta ahora conocidos. Los nuevos rasgos que aportan los
materiales curriculares electrónicos son el multimedia, la
interactividad, y la hipertextualidad. El texto impreso por sus características
físicas consistentes en una hoja pegada tras otra, junto con los rasgos
específicos de la escritura (lectura de una palabra tras otra de izquierda a
derecha, de arriba hacia abajo) representa una forma narrativa del discurso de
naturaleza lineal ordenando la información, y en consecuencia, la lectura, bajo
una secuencia en que cada unidad informativa tiene un antecedente y un
consecuente de modo que si se altera ese orden se modifica la coherencia
semántica del discurso. De modo similar ocurre con los documentos o textos
audiovisuales (una película, un documental, un telefilm). Una imagen transcurre
tras otra, una secuencia es anterior y posterior a otra, de modo que si se
altera el orden en la visualización del audiovisual se rompe el significado del
mismo.
La linealidad discursiva es una forma de
procesamiento de la información propia de los soportes impresos y audiovisual,
pero no necesariamente de la tecnología, y en consecuencia, cultura digital.
Por el contrario en los documentos electrónicos tanto en soporte de disco o de
red la forma de organización y tratamiento de la información adopta una
secuencia aleatoria, no lineal, sino flexible y abierta. Esta forma de
organizar la información recibe el nombre de hipertexto (Landow, 1995, García,
2000). Es un modo de almacenar y recuperar la información novedoso y
radicalmente diferente respecto al utilizado por la tecnología impresa.
La resistencia de la institución
escolar a incorporar “nuevas tecnologías”: aprendiendo del pasado reciente
El concepto de “nuevas tecnologías” actualmente se
aplica al conjunto de aparatos o medios basados en las utilización de tecnología
dígital (computadores personales, multimedia, Internet, TV. digital, DVD,
etc.). Sin embargo, una tecnología es nueva porque es un invento o artefacto
que no existía con anterioridad. Aunque hoy en día a la radio o a la televisión
no las consideremos como nuevas tecnologías en su momento, hace varias décadas,
lo fueron.
Al igual que está sucediendo en la actualidad con
las tecnologías digitales, hace varias décadas se intentó integrar a los medios
audiovisuales en la enseñanza ya que se creyó que éstos medios representarían
un estímulo o factor de renovación y mejora pedagógica de la calidad de la
educación. Este proceso de incorporación de los medios AV a las escuelas se
llevó a cabo, según el impulso y posibilidades económicas de cada país, durante
los años 60 y 70. EEUU primero y posteriormente el resto de países pusieron en
marcha importantes proyectos de dotación de Medios AudioVisuales (MAV), de
producción de programas, y de formación de profesorado. En nuestro país este
esfuerzo fue acometido a la par que se extendía la Ley General de Educación de
1970 fundamentalmente a través de la creación de la red de ICEs (Institutos de
Ciencias de la Educación) y en particular sus divisiones de Tecnología
Educativa.
Sin embargo, como es bien conocido, poco se avanzó
en que las práctcas educativas escolares estuvieran apoyadas en el uso de los
MAV. ¿Razones? Evidentemente son muchas y variadas, pero podemos apuntar
brevemente algunas: el equipamiento y dotación de aparatos a los centros
escolares fue insuficiente; no se desarrollaron planes de formación de los
agentes educativos adecuados y extensivos; no se estimuló el uso e integración
pedagógica de estos medios; no hubo cambio de actitudes y cultura tecnológica
en los centros y profesores.
Lo que sucedió fue una infrautilización de los
escasos MAV que llegaron a los centros –aunque en muchos ni siquiera fueron
desenvalados- y en todo caso, algunos, pocos docentes entusiasmados con el
cine, la radio, la fotografía o el cómic desarrollaron experiencias de
enseñanza con MAV a modo de francotiradores sin la ayuda o comprensión del
resto de colegas o de la administración educativa correspondiente.
En definitiva, el uso e impacto pedagógico de los
medios audiovisuales (MAV) en los procesos educativos, hasta la fecha, ha sido
menor de lo que cabría esperar. Los costes económicos de estos medios, la
dificultad de producir y elaborar materiales audiovisuales por parte de los
docentes y alumnos, la falta de formación adecuada por parte del profesorado,
junto con diversos tipos de resistencias ante la presencia de la cultura
audiovisual en las escuelas no han facilitado que los medios audiovisuales sean
algo habitual en las aulas. Ello ha provocado desajustes culturales entre las
experiencias audiovisuales, cada vez mayores, que los niños y jóvenes obtienen
en su vida cotidiana, y las formas y recursos didácticos utilizados en las
escuelas que en su mayoría son de naturaleza impresa.
¿Ocurrirá a corto o medio plazo algo similar con
las nuevas tecnologías de la información y comunicación? ¿Es la institución
escolar refractaria a las tecnologías no impresas? ¿Son incompatibles el
sistema escolar creado en el siglo XIX y apoyado en el texto escolar con un
modelo de cultura fragmentada apoyada en una variedad de representaciones
multimedia?. La informática en general y las redes de ordenadores han penetrado
de forma tan significativa en la organización y funcionamiento de todos
los ámbitos de nuestra sociedad que la institución escolar no podrá por mucho
tiempo seguir existiendo al margen de las tecnologías informáticas. Como afirma
Piscitelli (1998) -retomando una idea anteriormente expresada por
Papert-:
“La Web y la escuela son dos dominos que no intersectan y el trabajo que habrá
que hacer para que estos dos moteres de la producción/distribución de
conocimientos se animen a interactuar creativamente es tan gigantesco que cabe
dudar si llegaremos a tiempo para reconciliarlos” (pg. 227).
El problema es que la escuela como
institución, en este último cuarto de siglo, ha perdido su hegemonía
socializadora sobre la infancia y la juventud, teniendo que compartirla en
estos momentos con los medios de comunicación de masas y las tecnologías
digitales, por lo que es previsible que si en los próximos años no renueva
profundamente su papel social, sus metas, sus contenidos y su metología entrará
en una profunda crisis ya que la cultura y conocimientos se ofertan desde el
sistema escolar están empezando a ser obsoletos y ajenos a las experiencias y
necesidades de nuestro alumnado.
El problema existe, y la inmensa mayoría de
los docentes, educadores, padres y madres, administradores reconocen que sus
alumnos/as, hijos/as o infancia leen pocos libros, se interesan poco por las
materias escolares, ven mucha tele, consumen muchos videojuegos, invierten
mucho tiempo en oir música, les atrae la imagen y poco la letra escrita ...
pero, ante ello, se encojen los hombros, se critica que esta juventud es menos
culta y más despreocupada que la generación anterior, y se descalifica y culpabiliza
a la televisión, a los videojuegos o a Internet. Es la política del avestruz:
ante el problema, ocultar la cabeza.
Cambiar la cultura y práctica del
profesorado ante las tecnologías digitales
El proceso de innovación tanto tecnológica como pedagógica
que impone la incorporación de la cultura digital a las escuelas, será un
proceso lento y complejo sometido a la presión de múltiples factores. Entre
ellos descata la preparación y cualificación de los agentes educativos para
usar con fines educativos la diversidad de tecnologías de la información y
comunicación. Pero esta formación no debe centrarse exclusivamente en la
adquisición de los conocimientos técnicos de manejo del software, sino también
debe estimular un cambio en las mentalidades, valores y actitudes de los
docentes hacia la tecnología.
Es indudable que sin un conocimiento específico
sobre los medios en la enseñanza (sus características técnicas, los lenguajes y
formas de representación de la información, el software disponible, la utilización
e integración curricular de estos medios, ...) el profesorado no estará
en condiciones de desarrollar prácticas pedagogógicas de calidad con estas
tecnologías. Pero el desarrollo de prácticas pedagógicas con estos nuevos
materiales también requiere una profunda modificación de los planteamientos y
métodos de enseñanza. Trabajar con el WWW, con el multimedia educativo, con el
correo electrónico o con cualquier otro recurso digital supondrá una alteración
sustantiva no sólo de los aspectos organizativos de la clase, sino también del
modelo y método pedagógico desarrollado en el aula.
Cuando un grupo de alumnos de una clase trabajan
con ordenadores conectados a Internet el papel del profesor y la
situación de enseñanza se altera sustantivamente si lo comparamos con el
trabajo de aula basado en el libro de texto. Como ya se indicó antes, los
medios curriculares de naturaleza digital no imponen una misma secuencia o
linealidad discursiva del trabajo académico. La navegación hipertextual a
través del WWW es una experiencia distinta para cada uno de los alumnos
implicados por lo que, en la misma aula, no se producirá un ritmo y secuencia
de aprendizaje homogénea y unívoca para todos. Ello exige al docente el
desarrollo de una metodología más flexible y una atención individualizada a
cada alumnos o grupo de trabajo. Por el contrario, el uso del mismo texto
escolar por todos los alumnos permite al profesor imponer una misma secuencia y
actividades para todo el grupo clase.
Por ello la formación del profesorado tiene
que abarcar ámbitos formativos dirigidos no sólo a ofrecerles conocimiento
técnico de los programas y recursos de comunicación de redes digitales, sino y
sobre todo conocimiento pedagógico y experiencial de lo que representa
incorporar estas tecnologías a la práctica de enseñanza. Esto no es una pequeña
innovación de un ámbito particular de enseñanza, sino una alteración sustantiva
de todo el modelo pedagógico y de las formas culturales que un profesor debiera
prodigar en su aula. Y ello no estará al alcance de todo el profesorado.
Como ya expresamos en otra ocasión (Yanes y Area,
1998) el profesorado pertenece a un grupo social, que por su edad, fue
alfabetizado culturalmente en la tecnología y formas culturales impresas. La
palabra escrita, el pensamiento académicamente textualizado, el olor a
imprenta, la biblioteca como escenografía sublimada del saber han sido, y
siguen siendo, para una inmensa mayoría de los docentes el único hábitat
natural de la cultura y del conocimiento. La brusca aparición, en el último
lustro, de las tecnologías digitales representan para esta generación una
ruptura con sus raíces culturales. Gran parte del profesorado no tiene
experiencia de interacción con las máquinas. El almacenamiento y organización
hipertextual de la información, la representación multimediada de la misma son
códigos y formas culturales desconocidas para la actual generación de docentes.
Ante esta situación las reacciones suelen oscilar entre el rechazo o tecnofobia
hscia las máquinas y/o la fascinación irreflexiva de estas formas de magia
intelectual.
Sin embargo la formación individual del profesorado
es insuficiente si de las condiciones organizativas e infraestructurales de los
centros educativos no se reestructuran. Muchos centros educativos se
caracterizan por no disponer de un número adecuado de recursos, materiales y
medios diversos, o cuando existen resultan tan difícil y costoso al profesorado
trasladar y organizar en su aula alguna experiencia alrededor de estos medios
que renuncia a su utilización. También existen factores culturales que
inevitablemente ejercen su influencia sobre las formas de compartir los
espacios y los medios disponibles. La cultura organizativa dominante en los
centros escolares se caracteriza por la fragmentación, el aislamiento, la
individualidad, la ausencia de experiencias compartidas entre
docentes.
En este sentido, una perspectiva comprometida con
el cambio y mejora escolar requiere la necesidad de que el profesorado de un
mismo centro escolar aprenda a compartir e intercambiar espacios tecnológicos
comunes como la biblioteca, el aula de informática, la sala de audiovisuales,
etc. Hacerlo desde esta perspectiva de innovación y mejora del curriculum debe
suponer un tipo de prácticas caracterizadas por la coordinación, intercambio y
preparación conjunta entre el profesorado de experiencias y proyectos
pedagógicos innovadores que, entre otros rasgos, persiguen una integración
curricular compartida de estos espacios y tecnologías (Escudero, 1992).
Concluyendo
Hemos indicado que en gran parte de las aulas
de nuestro sistema escolar se enseña mayoritariamente con una tecnología
inventada en el siglo XV estando ausentes los medios, artefactos y lenguajes
inventados en el siglo XX . En de los centros educativos de nuestro sistema
escolar el desarrollo y puesta en práctica del curriculum en las aulas se
realiza predominantemente mediante una tecnología monomediada (casi siempre de
naturaleza textual), no desarrollando suficientemente experiencias de aprendizaje
sobre variadas tecnologías y formas expresivas de la información. Este
fenómeno entre otras consecuencias implica:
a) la educación escolar alfabetiza preferentemente en la lecto-escritura por lo
que el alumnado desarrolla casi exclusivamente un tipo de habilidades de
decodificación simbólica en detrimento de otros sistemas y modos simbólicos,
y
b) la escuela fundamentalmente cultiva y legitima la cultura académica, la
impresa, desconsiderando otras manifiestaciones culturales propias de la esfera
audiovisual. De este modo, el alumnado está sometido a una especie de
"esquizofrenia cultural" en el sentido de que su formación se produce
bajo dos tipos de culturas que se le presentan separadamente: la cultura de
fuera de la escuela, que es audiovisual e informática y la cultura impresa de
la escuela.
En definitiva, el problema que estamos
enunciando hace referencia a que en el curriculum actualmente desarrollado en
la práctica de las aulas están ausentes procesos de enseñanza basados en las
formas culturales de lo audiovisual y digital. Una parte importante del
profesorado en activo y consecuentemente sus prácticas docentes obvian el
desarrollo de una alfabetización en los alumnos en el campo de la imagen y el
ordenador. Las razones que se han apuntado son muchas y exigirían importantes
inversiones económicas en tecnología, desarrollar planes sistemáticos de
formación del profesorado en este campo, cambios en la organización y modos de
presentación del conocimiento al alumnado; producción de materiales didácticos
multimedia, ..., pero sobre todo reformular el papel de la institución escolar
teniendo en cuenta los nuevos requerimientos socioculurales de la sociedad de
la información.
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