EDITORIAL
Logo se
ha ganado un justo derecho a figurar como uno de los pilares básicos de la
incorporación al aula de los medios informáticos. Su origen, en los manantiales
de la escuela ginebrina de Piaget, de la mano de Seymour Papert y al amparo del
prestigioso Instituto Tecnológico de Massachusetts, dio paso a una cascada de
experiencias, desarrollos, cuerpos de doctrina, etc. La línea seguida no ha
estado exenta de dificultades y de cambios de rumbo, necesarios, por otra
parte, ante las posturas dogmáticas que no tardaron en aparecer.
En este momento, Logo trata de adaptarse al vértigo
que han promovido los fabricantes de equipos. Las nuevas posibilidades de las
máquinas hacen que el lenguaje de la Tortuga en sus versiones tradicionales
comenzase a quedarse obsoleto. En nuestro país está a punto de ver la luz un
nuevo Logo que funcionará de acuerdo con el entorno Windows. Los prototipos
visionarios nos hacen ser optimistas.
En el Eurologo que se celebrará en Parma a finales
de agosto y en el Seminario de la Asociación Logo que tendrá lugar en Madrid a
principios de septiembre tendremos ocasión de comprobar el pulso y las
perspectivas futuras en un lenguaje que nació con las miras puestas en el
cambio educativo.